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Columna
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Autonomías y cajas de ahorro

Transcurrido más de un año y medio sin verse las caras, hoy se reúnen en La Moncloa el presidente del Gobierno y el principal líder de la oposición. Entre los temas que figuran en la agenda de la cumbre se encuentra la reordenación del sistema financiero, especialmente el del sector de las cajas de ahorro, algo que se considera de la máxima importancia y urgencia. Por eso, tanto la Xunta como la sociedad gallega deben estar muy atentos no sólo a los grandes titulares, sino también a la letra pequeña de los posibles acuerdos que puedan producirse sobre esta materia, pues, como es evidente, lo que ocurra hoy en La Moncloa puede afectar decisivamente al complicado proceso de fusión de nuestras entidades financieras y, por tanto, a nuestro futuro económico.

Como es bien conocido, hace aproximadamente un año el Banco de España, respaldado por el Gobierno y con la anuencia del PP, puso en marcha un ambicioso proceso de reordenación de las cajas de ahorro con el fin declarado de reducir las 45 cajas actualmente existentes a un número que podría oscilar entre siete y diez en la primera fase de la operación. Pronto estuvieron claros los objetivos que se perseguían con el agresivo plan del Banco de España. El primero consistía en sustraer a las entidades de ahorro de la influencia de los poderes autonómicos. El segundo, abrir un proceso de progresiva privatización de las cajas (bancarización), que representan el 50% del sistema financiero. Por eso, desde el primer momento tanto el Banco de España como el Gobierno y el PP intentaron impulsar fusiones interregionales en detrimento de las intrarregionales.

Pero el proyecto fracasó tanto en los objetivos perseguidos como en el tiempo previsto para su consecución. Y fracasó porque, una vez más, los promotores de la iniciativa infravaloraron el peso que tienen en la vida política, económica y social las autonomías. El Estado ya no puede ser gobernado sin tener en cuenta las comunidades autónomas, que disponen de instituciones representativas propias, no dependientes del poder central, ejercen competencias políticas y administrativas que incluyen el poder legislativo sobre numerosas e importantes materias -entre ellas las cajas de ahorro-, gestionan más del 30% de los recursos financieros y dirigen casi el 50% de los funcionarios del Estado.

En el caso de Galicia, además de disponer de un importante poder político, la conciencia de país ha crecido exponencialmente y el autogobierno ha dejado de ser patrimonio de minorías ilustradas para ser asumido por el conjunto de la ciudadanía. En tales circunstancias se entiende perfectamente que la sociedad gallega no esté dispuesta a perder el control sobre los centros de decisión de sus entidades financieras. Y lo mismo ocurre con comunidades como Cataluña, el País Vasco o Andalucía. Por eso, el Banco de España no ha sido capaz, al menos de momento, de doblegar a los poderes autonómicos e imponer su proyecto político.

La causa del conflicto reside en la pervivencia de la vieja cultura centralista en abierta contradicción con la nueva realidad institucional del país. Contradicción que afecta de forma especial a los grandes partidos políticos, que cotidianamente dan muestras de su incapacidad para adaptarse a la distribución territorial del poder que consagra la Constitución española.

Todo ello aporta luz para entender los cambios de posición que han experimentado los principales actores que actúan en este proceso. Explica, desde luego, el cambio de estrategia de Fernández Ordóñez, que avala ahora la fusión entre Caixa Galicia y Caixanova, de la que era enemigo declarado. Explica también los vaivenes de Feijóo, que pasó de criticar cualquier intento de interferir políticamente en el sacrosanto mercado a ponerse al frente de la manifestación. Y explica finalmente los bandazos y contradicciones, que todavía colean, del PSdeG y del Gobierno.

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Sin embargo, pese a las rectificaciones que se han visto obligados a realizar, no creo que el Gobierno, el Banco de España o la cúpula del PP hayan renunciado definitivamente a sus objetivos. Quizás sólo hayan cambiado de táctica, aceptando ahora las fusiones intrarregionales que no pudieron evitar para abordar posteriormente una segunda fase de fusiones interregionales entre las entidades financieras resultantes de la primera fase en curso. Por eso, analizar en detalle los acuerdos a los que hoy puedan llegar Zapatero y Rajoy sobre este asunto es muy importante para Galicia, sobre todo si se tiene en cuenta que el acuerdo entre Caixa Galicia y Caixanova no ha culminado y todavía atraviesa por numerosas dificultades.

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