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Candidatos y proyecto para Galicia

Recuerdo haber leído hace años, en este mismo diario, una entrevista con Giovanni Sartori en la que este afirmaba que ninguno de sus amigos de profesiones liberales con ciertos recursos propios y un elevado concepto de la honorabilidad aceptaría entrar en política. Lo que el politólogo italiano sugería con ello es que los cargos públicos tienden hoy a seleccionar a una clase media baja que ve en ellos una forma de mejorar sus salarios y de acceder a una presencia pública que jamás tendrían en tanto que ciudadanos privados.

¿ Hasta que punto esto es cierto? Cada elector tiene la oportunidad de reflexionar sobre el perfil de los candidatos que se presentan a las próximas elecciones del 27 de Mayo e intentar dilucidar cuáles son los motivos que le llevan a ello. Ese pequeño ejercicio de sagacidad sociológica tal vez no sería inútil, y nos permitiría llegar a conclusiones más generales sobre en que consista el ejercicio de la vida política en Galicia hoy.

"Los tres partidos necesitan renovar sus estructuras con gentes de mayor preparación técnica y entusiasmo"
"Si Galicia abunda en gente competente y moralmente apropiada, así serán nuestros concellos"

Desde luego, no se le pueden pedir peras al olmo. Los más de 10.000 mil candidatos que se presentan a las elecciones municipales componen un determinado cuadro de la Galicia de hoy: representan, en un sentido muy literal, el nivel ideal y moral de nuestra sociedad, así como nuestra calificación y capacidad para autogobernarnos y gestionar intereses y deseos.

Si Galicia es un país que abunda en gente competente y moralmente apropiada, así serán nuestros concellos. Si, por el contrario es una tierra prolífica en ignorantes, oportunistas y trepadores -o en ladrones- obtendremos una buena cosecha de ellos.

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El análisis de nuestro partidos y organizaciones en estos términos es muy conveniente. Decía Hume, el filósofo inglés, que la ley tiene que estar pensada para bellacos, pues si todos fuésemos ángeles no sería necesaria su existencia. La mirada distante y escéptica nos puede prevenir y curar de ciertas enfermedades antes de que ellas nos maten de necesidad.

Como es natural, el grueso de la disputa se centrará en los tres partidos mayores. De ellos, el Partido Popular de Galicia es el que se juega más, dado que, si presenta signos de desfallecimiento, su descomposición puede acelerarse sobre el horario previsto. Desde luego, en términos sociológicos el PP gallego es el partido que tiene una amplitud de gradiente mayor. Es el partido agrario por excelencia y, al tiempo, el que concentra el voto en los centros de nuestras ciudades, en los que se alojan las clases medias altas urbanas, -al menos las tradicionales.

No dejaría de tener interés contemplar en qué circunstancias y de qué manera hacen migas dos sectores sociales que, en Galicia, tienden a repelerse mutuamente. La distinción entre boinas y birretes, que tanta fortuna tuvo en el pasado reciente intentaba hacerle justicia a esa duplicidad sociológica. Lo lamentable para el Partido Popular es que paisanos quedan cada vez menos, y, con ellos, aquel aporte popular que le daba una ventaja estratégica considerable.

En lo que respecta al PsdeG y al BNG es evidente que parte de sus problemas derivan de que no sólo comparten gobierno. Además, comparten una bolsa considerable de electorado -que en este momento alto de la ola Zapatero se inclina por los socialistas, pero que ha de retornar al BNG en alguna medida cuando baje la marea- y un perfil muy similar de afiliados. Los dos son partidos de funcionarios, profesionales, comerciantes y campesinos acomodados.

La diferencia entre ellos radica más bien en sus orígenes en la transición. Se puede observar que los cuadros dirigentes del PSdeG de hoy provienen del PCG y del PSG, pero que buena parte de sus militantes lo fueron de aluvión en los años en que Felipe Gónzalez tenía mayoría absoluta.

Son gentes de ideología escasa y grandes ambiciones, favorecidas en aquel momento por aquella coyuntura. No es raro que el presidente Emilio Pérez Touriño haya intentado limitar su peso relativo.

El gran pecado del BNG ha sido siempre su exceso de ideología. No es una cuestión de radicalismo, dado que el BNG ha sido siempre, más allá de la retórica, un partido de orden. Que el alcalde de Pontevedra haya conseguido peatonalizar sus calles y ponerle plazo a la papelera es un indicio no de lo elevado de sus exigencias, sino de lo corto de las aspiraciones de sus competidores. Pero el problema surge cuando hay que aportar ideas concretas y capacidad de gestión. Ahí es cuando el BNG se empequeñece, arrastrado por su lógica interna.

En realidad, los tres partidos tienen problemas muy similares. Ninguno de ellos tiene un proyecto consistente para Galicia, y todos necesitan renovar sus estructuras con gentes de mayor preparación técnica y entusiasmo. Sería bueno para el país, sin embargo, que el cambio de Gobierno fuese, además de la conclusión, la antesala de un cambio social que también se refleje en la composición y estructura de esos partidos.

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