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Columna
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'Cardume' y el recuerdo

Meritoria y necesaria es la iniciativa de Baltasar Garzón de contabilizar ¡al fin! los muertos, desaparecidos, y espero que también represaliados, de la guerra incivil; sin embargo, lo que reavivó mis recuerdos, mi magdalena de Proust ha sido Cardume, de Rexina Vega, novela editada por Xerais. Sabido es que en 1936 la guerra no llegó a Galicia; hubo represión. El golpe militar abrió a las bandas fascistas la veda de comunistas, socialistas, masones, maestros y de todo el que no comulgara la hostia o con la escasez de ideas de los alzados.

En Cardume, nieta y abuela acuden al camposanto cada noviembre con productos de limpieza; la expedición se convierte en aventura para el personaje femenino. Una vez fregado el panteón, recupera en ese mismo lugar la imagen de su abuela, joven, agraciada, que arroja una lluvia de claveles rojos a la par que grita "¡Viva a República!"

La novela de Rexina Vega reaviva los recuerdos de la represión en Galicia tras el golpe de 1936

A partir de este tema e imagen principales, el relato se desarrolla como una sonata. Después de esta visita ritual, que le contaban sus abuelos, pasamos a una modulación superior: la lenta agonía de éstos, con la guerra civil y Vigo de trasfondo, y la evanescencia de sus memorias.

Me hizo recordar que en mi niñez pasaban por Vilalba camiones repletos de moros, procedentes de Lugo, hacia el frente de Asturias. Los niños les decíamos "baja la jaula, Jaime". Días después regresaban con las cabezas vendadas, brazos en cabestrillo, apoyándose en muletas y a los más maltrechos los trasladaban al asilo de ancianos, convertido en hospital castrense. Se me desata la memoria y me vienen historias de paseíllos en la Costa da Sal; de cuerpos tirados por las cunetas da Legua Dreita.

Sucedió en mi pueblo que un buen día el rótulo que ponía Ruta de guerra, emplazado en el muro de la casa-cuartel de la Guardia Civil y señalando hacia Oviedo, apareció con el rabo de la r tachado, de suerte que decía Puta de guerra. El comandante de la Benemérita, incapaz de consentir que le llamasen puta a su gloriosa Cruzada y delante de sus narices, para más regodeo, intimó al sargento a que hiciese las indagaciones pertinentes y le encontrase al culpable en un par de horas. Y los siete falangistas en asamblea plenaria acordaron designar a Víctor Peris, que estaba de cartero interino y encima no disimulaba sus ideas republicanas: apareció en una cuneta a la anochecida, con un tiro en la sien y una inscripción con tiza sobre el fondo oscuro de su casaca: "Por hijo de ruta".

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Ahora me gustaría conocer el paraje dónde yacen los restos del cartero, a quien tanto queríamos los niños; dónde se encuentra el cuerpo de El vizcaíno, quien hubo de tirarse al monte y nunca más se supo, como decía El zorro; y de tantos otros, llevados en tartanas a la carretera de Cospeito.

Todo esto lo viví; otros, como Rexina Vega, lo saben por sus padres y abuelos. En Cardume (bandada de peces), la escritora se impone la tarea de recoger vivencias familiares en forma novelada. "Escribimos para cambiar nuestra existencia", decía Michel Butor. Queda por saber si la novela es un buen instrumento para lograrlo.

Entre las numerosas tendencias literarias de este principio de siglo, Rexina Vega eligió su vía: el pasado transcendido por la sombra de los recuerdos. La nostalgia de una estación que pasa, de los años que corren, constituyen fuentes de iluminaciones incesantes y reverdecidas a través de un lenguaje sencillo, matizado entre lo popular y lo erudito, impregnado de ternura y arrebato: "As herbas medraban nas regañas das lousas con teimosía. Cada ano achegábamonos ao cimeterio por ver de poñer orde no mármore esnacado".

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