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Reportaje:

'Codex' en gallego por 180.000 euros

La Xunta se desdice y ve "ajustado" el precio de la traducción que encargó el bipartito

"Os galegos son o pobo, de entre os demais pobos incultos de España, que máis se asemella á nosa nación gala, se non fose polo carraxentos e pleiteantes que son". A pesar de los años jacobeos que lleva la Xunta a sus espaldas, nunca hasta la llegada del anterior Gobierno se vislumbró la posibilidad de traducir íntegramente, con sus cinco volúmenes y sus páginas todas, directamente del original latino al gallego el libro esencial del culto al Apóstol, el Codex Calixtinus. El códice del siglo XII, patrocinado en buena parte por el papa Calixto II, siempre ha interesado más fuera que dentro de España y de Galicia. Y eso que el gallego, por lo que se puede comprobar en las primeras líneas, es el pueblo que mejor parado sale en el Libro V, esa parte del Codex que escribió el capellán de Vézelay, el francés Américo Picaud y que se convirtió en la primera guía del Camino, de entre las 74 que se conocen hasta el siglo XVIII.

"Quizás no teníamos toda la información necesaria", se justificó el jefe del Xacobeo
El texto da "la idea de una Galicia orgullosa de su simbólica centralidad"

A finales de mes, la Consellería de Cultura pondrá a la venta en librerías de toda Galicia una tirada de mil ejemplares de la primera traducción completa del Codex Calixtinus al gallego. La encuadernación será, según los editores, "sencilla", en blanco y negro y seguramente económica. Económica, al menos, si se compara con esa otra tirada de 500 códices en color y "de lujo" que quedarán apilados en la Xunta para convertirse en regalos institucionales. Cien de ellos, presentados dentro de una caja, es decir, aún más lujosos, los usará Feijóo para agasajar a sus invitados.

Hace unos meses, el conselleiro de Cultura, Roberto Varela, criticó en el Parlamento el precio excesivo de esta edición, un encargo que había dejado hecho el bipartito y que, en tiempos de crisis, tuvo que heredar la nueva Xunta del PP. Ayer, en la rueda de prensa de la Casa da Parra, en la que se presentó la obra, los periodistas le recordaron al Gobierno aquellas críticas. El conselleiro no estaba presente, se había quedado atrapado en el caos nevado de Barajas, así que tuvo que dar la cara por él el gerente de la SA de Xestión do Plan Xacobeo, Ignacio Santos.

Y lo tuvo que hacer después de alabar el resultado, y delante de los responsables de la edición, del traductor escogido para la tarea, Xosé López Díaz, y del ilustrador de las portadas y las capitulares, el cotizadísimo escultor Francisco Leiro. Así que Santos desdijo lo dicho por su jefe. "Quizás entonces no teníamos toda la información necesaria", respondió para huir del tremendo embolado. "Hoy no tenemos ninguna duda de que la inversión ha sido ajustada". Acto seguido, los periodistas le preguntaron cuál había sido el coste. Y contestó que "180.000 euros más IVA". Esto, según él, incluyendo "todo el trabajo", desde los honorarios de Leiro y de López, hasta la impresión de los 1.500 ejemplares de calidades diversas.

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Era el precio que había que pagar por una obra que constituye, según Santos, "un extraordinario homenaje a nuestras raíces históricas, a nuestro patrimonio cultural y a nuestra lengua". Una traducción al gallego que se realizó no desde alguna de las 200 copias que hay por el mundo, sino desde el original que custodia entre terciopelos el deán en la catedral de Santiago.

Ese manuscrito en latín, dijo ayer Santos, "esconde una clave interpretativa más amplia, un auténtico germen identitario". Del texto, siguió, "surge la idea de una Galicia orgullosa de su simbólica centralidad". A pesar de esto, y nunca tomando el original como base, en gallego sólo se habían realizado una traducción en versión libre en el siglo XV y otra de principios del XX del Libro II, el de los milagros de Santiago. Y a finales del siglo pasado también se tradujeron el Libro I (una antología de textos litúrgicos) y el Libro V, la citada guía en la que los gallegos se llevan el mayor piropo posible que podía imaginar Picaud, ése de que se parecen a los franceses.

Según esta versión de Millán Bravo Lozano, Galicia, para aquel sacerdote medieval, era una tierra "frondosa, con ríos, prados, fértiles huertas y fuentes de agua clarísima", "rica en oro, en plata, en telas, en pieles de animales bravos y en otras riquezas, y hasta muy abundante en valiosas mercancías sarracenas". Castilla, en cambio, no tenía árboles y estaba "llena de hombres malos y pervertidos". Aunque, por descontado, nunca tanto como los navarros: unos seres oscuros, malvados, borrachos y feroces, que "lamen lujuriosamente" los genitales de la mujer y de la mula.

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