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Reportaje:

Conciencia verde en el armario

Galicia se proclama pionera de la moda 'eco' y adopta la filosofía 'slow'

La primera vez que María Almazán viajó a China, se encontró con unas nubes mortecinas que apenas dejaban pasar la luz. Al principio lo achacó a la climatología local, pero aquello no era bruma, sino el humo de las enormes fábricas asiáticas que proveían a su empresa. Aquello sacudió su conciencia.

"Trabajé cuatro años en una multinacional y vi a niños bebiendo agua del río, teñido del color que se llevaba esa temporada. Vi naves llenas de adolescentes cosiendo a destajo y tuve que escuchar mil veces la frase: 'están mejor cosiendo que prostituyéndose", denuncia la modista gondomareña, aunque evita citar a la compañía por miedo a que los abogados del gigante textil se le echen encima. Un contrato le obliga a guardar silencio durante una década sobre sus viajes al extranjero, pero se atreve a que algunos detalles comprometedores salgan a flote sin apuntar a nadie: "Fui a reuniones en las que se especulaba con el porcentaje de productos químicos perjudiciales que podía llevar una prenda sin recibir sanción y me dí cuenta de que no quería formar parte de aquello".

Ourense produce chubasqueros de patata que pueden plantarse después
Según Adega, para hacer un pantalón vaquero se gastan 11.000 litros de agua

Así fue cómo comenzó a gestarse Alternativa Textil, una pyme de Gondomar con filosofía slow. "La pronto-moda exige que las prendas sean de baja calidad para se deteriore rápido y haya que comprar la siguiente colección", explica Almazán, que apuesta por el extremo opuesto.

La ropa eco se manufactura a partir de materias primas cultivadas a la antigua usanza, sin pesticidas, y los tejidos se colorean con tintes naturales. "Una camiseta de algodón no es ecológica sólo porque esté hecha con hilo vegetal. Hay que cuidar todo el proceso", puntualiza la pontevedresa. El diseño verde exige que los tejidos no hayan sido tratados con químicos agresivos, que los modelos no se confeccionen en talleres explotadores y que se vendan conforme a los principios del comercio justo. Sólo así se le puede colgar la etiqueta ecológica a una prenda y, como reconoce la gallega, "hacer las cosas bien tiene un precio". La ropa eco puede costar tres veces más que la industrial, por lo que requiere un cambio de mentalidad en el comprador. "Es difícil competir con los precios de H&M", asume Almazán.

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Otros minoristas de la comunidad se quejan de que traer las materias primas de otros países encarece la producción. "Es imposible encontrar algodón 100% orgánico en España. Tenemos que comprarlo en Perú e India", dice Miguel Rodríguez, creador de la textil Mandacarú. "La Administración no apuesta por la agricultura ecológica. Hay muchas alternativas al petróleo para fabricar plásticos vegetales, pero no se impulsan" secunda Maite Cantón, de Good for Environment, una empresa que produce impermeables de patata entre Gijón y Ourense. Este chubasquero biodegradable puede plantarse y generar una planta cuando esté inutilizable.

"Una industria que gasta 11.000 litros de agua en hacer unos vaqueros no es sostenible", defiende María José Castro, de la asociación ecologista Adega. "El plomo y el niquel de los tintes pueden provocar alergias o dermatitis a corto plazo y podrían afectar al sistema nervioso, al endocrino o resultar cancerígenos después de años en contacto con la piel", alerta la vocal de Consumo Responsable de Adega. "Existe una normativa europea [la Reach] para el control de tóxicos, pero la industria es rápida y sólo se logra analizar el 4% de los 100.000 químicos con los que convivimos a diario".

Algunas multinacionales de sello gallego se han comprometido con la causa y buscan un modelo de negocio respetuoso con el medio, como Inditex, que financió un proyecto de la Universidad de Santiago [Huella ecológica] para calcular el impacto ecológico de sus prototipos y está instalando tiendas ecoeficientes que ahorran energía.

Adolfo Domínguez ha dado un paso más allá, con la elaboración de un manifiesto ecologista, The Climate Project. "Hay materiales sintéticos más sostenibles que el algodón, un cultivo que necesita mucha agua y consume el 30% de los insecticidas del planeta", explica Tiziana Domínguez, la hija del diseñador, que descubre su apuesta verde: "Trabajamos con lino y fibras sintéticas derivadas de la celulosa porque son la opción más sostenible. Los árboles pasan años emitiendo oxígeno antes de convertirse en rayón y tencel".

La diseñadora María Almazán posa en su taller de Gondomar.
La diseñadora María Almazán posa en su taller de Gondomar.LALO R. VILLAR

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