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Columna
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Economía de la motivación

La economía es una ciencia en la que se busca la maximización de los resultados. Pero, en los tiempos actuales, tales principios están puestos en cuestión. La razón es que muchos profesionales, gerentes, directivos de empresas e investigadores buscan otro tipo de motivación en sus trabajos. Y dicha apuesta responde a la búsqueda y a la realización de iniciativas que redunden en potenciar actividades sociales.

A algunos esta diferenciación les resulta extraña. Sin embargo la historia reciente nos lo pone en evidencia. Antes, las sociedades funcionaban como los sistemas operativos; esto es, las leyes, las costumbres y los pactos nos proporcionaban instrucciones, protocolos y, sobre todo, suposiciones que permitían guiar el funcionamiento del mundo. El objetivo de aquellas sociedades era sobrevivir, es decir, los individuos deambulaban a la búsqueda de comida para garantizar su supervivencia ("motivación 1.0"). Esas normas guiaban sus conductas. A medida que las sociedades son más complejas, se ve necesaria la cooperación; y aquel impulso biológico empieza a quedar obsoleto. Es decir, los seres humanos son más que la suma de sus necesidades biológicas. Nace, pues, un nuevo impulso por el que se busca la gratificación y se trata de evitar el castigo. Estamos, pues, en el segundo estadio, el llamado "motivación 2.0".

Las tareas rutinarias tienden a desaparecer, las sociedades modernas buscan la motivación

Este segundo estadio ha sido el que ha explicado la revolución industrial y sus desarrollos tecnológicos. El taylorismo trató de ampliarlo y adoptarlo a comienzos del siglo XX. Así, los trabajadores formaban parte de una cadena y, si se hacía el trabajo correctamente, se gratificaba y, por el contrario, se castigaba a aquél que no respondía racionalmente a las normas y comportamientos asignados. Ese sistema operativo (el de la "motivación 2.0") no sólo ha arraigado, sino que ha durado mucho tiempo. Su base fue, por tanto, premiar a los buenos y castigar a los malos.

Sin embargo, las economías, al crecer en complejidad, provocan que las personas vayan adquiriendo más conocimiento y, sobre todo, se enfrentan a nuevas resistencias y se catalogan distintas aspiraciones. Al buscar nuevos estímulos, las empresas buscan otorgar más autonomía a sus empleados y ello permite dar un nuevo paso en los sistemas organizativos. Nace la "motivación 2.1".

Ahora las personas participan de códigos abiertos (Wikipedia, Linux, por ejemplo) y los negocios se basan en motivaciones externas, es decir, se comienza a demostrar que se es capaz de pasar de "maximizar las ganancias de los accionistas" a lograr varios e innovadores objetivos. Ejemplos de estas dinámicas son la iniciativa del estado de Vermont (EEUU) que permite un tipo de negocio llamado "sociedad limitada de bajo lucro (L3C)"; o la propuesta del premio Nobel Muhammad Yunus con sus "negocios sociales"; o la salida de tres empresarios americanos con la "corporación B", en la que tratan de maximizar el valor a largo plazo y el impacto social en vez del lucro económico a corto plazo.

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Estas notas ponen de manifiesto que la economía es el estudio del comportamiento económico humano; es decir, alcanza no solamente a lo económico, sino también a lo humano. Se insiste en esta idea porque existen innovadoras motivaciones que funcionan, por lo que es preciso realizar el esfuerzo de imaginar otros comportamientos humanos. Daniel Pink en su nuevo libro, Drive, The Surprising Truth About What Motivates Us, lo pone de manifiesto en un ejemplo muy claro: "En ocasiones abandonamos un trabajo lucrativo para asumir otros peor pagados que nos dan un mayor sentido y satisfacción; estudiamos clarinete durante el fin de semana a pesar de que con ello tenemos pocas esperanzas de ganar un duro" ("motivación 2.0"). O sea, debemos de buscar y apoyar al hombre con estructura emocional más refinada.

El razonamiento expuesto aclara la complejidad de las situaciones actuales. Pink nos vuelve a iluminar el contexto cuando nos apunta que los científicos del comportamiento dividen lo que hacemos en el trabajo en dos categorías: La algorítmica y la heurística. La primera consiste en seguir una serie de instrucciones en un único recorrido que lleva a una sola conclusión. O sea, sólo existe un algoritmo para resolver la situación. La segunda, la heurística radica en experimentar con posibilidades y deducir una solución nueva. Antes los trabajos eran algorítmicos y, hoy en día, dichas tareas rutinarias van desapareciendo. Corolario, la apuesta de las sociedades modernas va en la dirección de la búsqueda y potenciación de la innovación y de la motivación.

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