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Fiesta por la galleguidad positiva

La Fundación Otero Pedrayo entrega el Trasalba a la archivera Olga Gallego

La voz rimbombante de Ramón Otero Pedrayo tronó como un rayo en su casa de Cimadevila (Trasalba). Su declamado discurso, pronunciado en Montevideo en 1959 y grabado en ocho pistas, envolvía la galleguidad con el preludio de la globalidad y retrataba a Carlomagno, "San Carlomagno", cabalgando hacia Compostela "con su barba como un glaciar".

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La archivera orensana Olga Gallego recibe el Premio Trasalba

Ayer, casi medio siglo después, los fieles oterianos, convocados por el patronato de la fundación que lleva su nombre, asistieron a la comunión de esa dimensión de Galicia con la cultura europea que preconizaba Otero. "Esto es como la Santa Compaña que navega por la memoria de estas instalaciones", retrató Víctor Freixanes la situación. Y en ese retorno al presente, celebrando el "sueño de un país que no renuncia a sí mismo", aclamaron con una ovación la entrega de la 26ª edición del Premio Trasalba a la archivera orensana Olga Gallego.

La conexión de Galicia con la globalidad no pudo quedar más patente. Craig Patterson, joven profesor titular de la Universidad de Cardiff (Gales), que acudió en sustitución del homenajeado en la edición anterior, John Rhuterford, atravesó las estancias de la casa grande de Cimadevila con su gallego a golpe de cincel. Un inglés especialista en la obra de Otero, a quien dedicó cinco años de estudio para redactar su tesis doctoral Otero Pedrayo y la identidad gallega. A Patterson lo anunció el historiador Ramón Villares: "Su presencia aquí muestra el orgullo y la prueba de amor" hacia Galicia.

Craig Patterson destacó las aportaciones de Otero Pedrayo. "Un galleguismo vivo del que me siento muy honrado de poder heredar", la fe "de un ateo como yo", en el futuro, "en el triunfo del galleguismo y en los seres humanos" y "la idea del proceso del tiempo: el tiempo del paisaje, el tiempo de los sentidos y el tiempo de los humanos". E inmediatamente trastocó a Rosalía: "a xente non chora, que canta". Le dio la vuelta al verso para hacerlo "más positivo" y abogó por la Galicia global. "La galleguidad con pesimismo no nos lleva a ningún lado: vivamos como galegos, incluso os ingleses", exhortó.

Con este preludio, Olga Gallego apenas pudo musitar "estoy abrumada" antes de emocionarse en su discurso. La archivera, y primera mujer en ingresar en la Academia Gallega, recogió "con orgullo y humildad" el premio que quiso compartir con "todos los bibliotecarios y archiveros de Galicia, por su trabajo silencioso en los lugares que conservan la memoria". Y tras reivindicar la humanidad de Otero quiso corresponder a su amor por Galicia reclamando "que alguien se preocupe de recuperar el Pazo de Gaión", colindante con la Casa Museo de Trasalba para "completar así la memoria de don Ramón".

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La emoción de Gallego fue reiterada. Tuvo que contenerla de nuevo cuando Díaz Pardo le entregó un dibujo con leyenda, a falta (un año más) de la posibilidad de entregarle la jarra con el escrito "mamarracheado no cu". El trabajo "para desenterrar el tiempo" que la Fundación reconoció a Gallego alcanzó todo su sentido con la intervención de su sucesor al frente del Arquivo Provincial de Ourense, Pablo Sánchez Ferro, nieto del que fue antecesor, Ferro Couselo.

DANIEL ATANES

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