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Reportaje:GALLEGOS EN LA ESCALERA

Francisco Caamaño, el ministro tranquilo

"Señora, ha tenido usted un jurista; secretario de Estado, seguro, y ministro, malo será". Fue lo que debió de decir el médico aquella mañana que no cuadró en Reyes por dos días. "Aunque tenemos un problema con el nombre: en Madrid no lo van a entender", es posible que añadiera, adelantándose a la excitación que produce esa doble a en algunos radiopredicadores, siempre tan respetuosos con aquello que no entienden.

En la Facultad de Derecho de Santiago nos hizo amigos un gran arquitecto de pensamientos y afectos y común director de tesis, Ramón Maiz. A quien nace frente al mar, al venir a Compostela a estudiar siempre le falta algo. Eso da mucha conversación. Haber sido punkis de aldea, también. Veíamos mundo en las películas de vaqueros del sábado por la tarde, los coches de línea eran nuestra Red, el radiocasete nuestro reproductor multimedia y una descarga ilegal era una cajetilla de batea. El mundo se dividía en dos: quienes hablábamos de formar un grupo y quienes lo hacían. Fran tocaba el bajo en Asixo con otros cuatro colegas de Cee. Eran seres racionales, de los que toman las raciones en los bares, como los Siniestro Total, a quienes todos quisimos imitar. Cantaban a Moncho Reboiras contra la "cochina sociedad" o se preguntaban: "Por que choras, tabique?". Asixo se llama el barco donde hace lo qué más le gusta; patronear sin discusión. Allí escucha jazz o su último descubrimiento de rock galego: Bonovo, Don't forget me in the ocean.

Pero aquí hemos venido a hablar mal del ministro, así que hagámoslo ya. Le va el Derecho. Es un vicio como otro cualquiera, pero hay que saber llevarlo. En cuanto te descuidabas, te agarraba por el pasillo de la facultad y disertaba sobre El mandato parlamentario (1992) o El control de constitucionalidad de disposiciones reglamentarias (1994) o las Normas institucionales de Galicia (1995). A Manuel Fraga le cabe el Estado en la cabeza. A Fran Caamaño le cabe la España plural, pero además se la cree. En su etapa como secretario de Estado, el Gobierno de Zapatero en minoría no perdió una votación. "Es tan fino como Rubalcaba, pero sin puñal", sentenció un diputado de la oposición. Nunca dice una palabra más alta que otra. Nada le detiene. Con habilidad kelseniana recompuso el Estatut hasta meterlo en la Constitución. Con paciencia franciscana hizo de ministro bombero apagando los fuegos prendidos por el incandescente Mariano Bermejo. Empeñado en acabar con el "vuelva usted mañana" en la justicia, ahora dirige el mayor proceso de modernización de su historia. Tozudo en las cuestiones de principios, se fajó con media Bruselas hasta sacar adelante la orden europea de prevención de la violencia de género, aceleró el cumplimiento de la ley de memoria histórica o acudió como ciudadano a las manifestaciones en defensa do galego, para gran alborozo de la democracia feijoniana. El día que hicimos esta foto, tomando el aperitivo en Os Belés de Monelos, en A Coruña, un cliente ocasional alumbró el final para este retrato: "Qué tipo tan amable", dijo nada más irse Caamaño a comer con la familia. "¿Es amigo tuyo? Qué pena que sea ministro ¿no?".

Peldaños

- Francisco Caamaño (Cee, 1963) Doctor en Derecho por la Universidad de Santiago de Compostela, en la que fue profesor titular de Derecho Constitucional. Casado, con dos hijas.

- En 1993 fue designado letrado del Tribunal Constitucional. 2002 obtuvo la cátedra de Derecho Constitucional en la Universidad de Valencia, en la que esta en excedencia.

- Militante del PSOE, fue secretario de Estado de Relaciones con las Cortes, puesto en el que se ocupó de negociar algunos estatutos de autonomia. Despues fue nombrado secretarío de Estado de Asuntos Constitucionales y Parlamentarios. Desde el 24 de febrero de 2009 es ministro de Justicia. Preside el PSdeG coruñés. Ha sido director de la Fundación Democracia y Gobierno Local.

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