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Las consecuencias del 22-M
Columna
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Y por Galicia, ¿qué tal?

Si anda usted condenado a viajar con frecuencia, se lo habrán preguntado bastante estos días luego que la derecha ganara aquí, pero sin sunamizar como en el resto de la península. La excepción gallega se convierte en un temazo de conversación durante esas impagables horas despilfarradas mientras los pilotos culpan a los controladores de los retrasos, los controladores culpan a AENA y usted ve pasar su vida ante sus ojos como si estuviera siendo abducido ¿Es mérito de la oposición o déficit de la democracia Feijoniana? Interrogan los curiosos. Suele resultar de utilidad ilustrarles con algunas metáforas y -por supuesto- una pregunta; para no traicionar el tópico, algo que en España suele generar ansiedad.

Populares y socialistas han pactado una reforma de los medios públicos que no pinta mal

La primera -por reciente- sería la metáfora de A Nosa Caixa. Por la galleguidad y la solvencia cambiamos la ley varias veces y fuimos a la guerra contra Madrid y el Banco de España. Íbamos a extender el sistema financiero gallego hasta el infinito y más allá. De repente, saltamos al hiperespacio de la reforma del sistema financiero para que no nos lo reformaran los mercados y entramos en un agujero negro. El silencio era lo único audible en la inmensidad del espacio. Mientras los directivos del norte y del sur se peleaban como cyborgs y klingons, la autoridad feijoniana alegaba que eran cosas de la empresa privada donde el buen liberal debe abstenerse de intervenir. La galleguidad apenas era un recuerdo. Había llegado la era de la solvencia.

Pero todo ha cambiado con la irrupción estrepitosa de Jose María Castellano envuelto en la leyenda mágica de Zara. Ofrece una salvación donde lo único que sabemos es que manda él. Pero el presidente liberal y silente ha recuperado el don de la palabra y el gusto por izar la bandera. Justo es reconocer que no ha sido ni mucho menos el único en hacer sonar las gaitas. El movimiento es perfecto. Si la jugada Castellano sale bien, viva Galicia. Si la jugada sale mal, nos queda un traidor al país a quien apedrear.

La segunda metáfora la ofrecen los casos de corrupción en el Igape y Sogama. Ni transparencia, ni contundencia, ni claridad. Todas las virtudes que Feijóo acreditó durante la campaña con el caso Carrera, parecen haberse esfumado. Primero titubeos. Luego apelaciones a la presunción de inocencia mientras se acusaba sin recato al bipartito, alegando eran sucesos de aquellos tiempos de oprobio. Ahora, tras acreditarse que no se trata de fantasmas del pasado y estos muertos están muy vivos, transitamos por la fase de negar la evidencia de que contratos, concursos e influencias se gestaron en plena Restauración Popular.

La tercera metáfora relata las desgracias de la sanidad. La loca carrera hacia ninguna parte emprendida con el catalogo farmacéutico ha terminado en... ninguna parte. Hasta el Sergas reconoce que se ahorra igual con y sin y la ganancia paga las tiritas. El problema es de mayor cuantía. No resulta sostenible la oferta de un servicio que padece una demanda perfectamente elástica. Cuánta mas se provee, más se consume. Pedirle dinero a Madrid trampea para ir tirando, hasta que gobiernen los nuestros. Entonces, solo nos quedará Angela Merkel para reclamar.

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La cuarta metáfora la componen el reestreno de Feijóo en el papel protagonista del hombre que pudo reinar, pero prefirió irse de ministro a Madrid. Unas ganas de salir corriendo solo comprensibles si se atiende a los análisis de resultados por parte de socialistas y nacionalistas. En ellos, Feijóo es un "chaiñas" que no sabe lo que se le viene encima. La derrota popular es cuestión de tiempo, solo nos falta saber cuánto. Terminado el relatorio metafórico, plantéele a su interlocutor la pregunta del gallego: alguien que gobierna de esa guisa ¿suma o resta votos?

Si su interlocutor persiste en su interés y pregunta por el futuro, respóndale que no está escrito, pero que no todo son desgracias. También hay buenas noticias. Populares y socialistas han pactado una reforma de los medios públicos que no pinta mal. Incluso los nacionalistas les ha hecho el favor de bajarse del acuerdo en nombre de razones indescifrables. Es como una especie de happening fin de fiesta electoral. Por si quedaba alguna duda de que esto de gobernar es cosa de dos.

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