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Columna
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Luchas por titulaciones

Con el inicio del nuevo curso y del otoño, han reaparecido las polémicas sobre el establecimiento de determinadas titulaciones en algunas ciudades, polémicas alentadas desde determinados círculos locales y desde intereses particulares. En general se busca el respaldo de toda una ciudad, como si obtener una titulación fuese una panacea generadora de riqueza y bienestar. Sin embargo, la realidad es muy diferente y la experiencia indica que solamente en casos singulares y debido a circunstancias muy especiales el establecimiento de una titulación ha producido un cambio cualitativo y significativo en una ciudad. En efecto, dado que el número total de estudiantes no depende de que se cree o no una nueva titulación, su creación significa disminuir alumnos de otras titulaciones, que en su mayoría serian de las ya implantadas en la misma ciudad. Los principios de conservación (en este caso el del número de alumnos) son implacables, independientemente de que sus efectos nos gusten o no.

Es más importante resolver la financiación universitaria que discutir sobre los títulos

Un especial énfasis se ha puesto en la creación de nuevas facultades de Medicina en Galicia, a través de una intensa campaña mediática. Si se estudia seriamente el tema, se concluye que lo fundamental es la utilización de los mejores hospitales y servicios hospitalarios para la enseñanza clínica de la Medicina. Esto implica el uso de los recursos humanos y técnicos de una manera ordenada y coordinada para que la enseñanza sea eficaz.

Todo lo demás son ganas de enredar. Duplicar o triplicar los laboratorios de las enseñanzas no clínicas no tiene sentido. En cualquier caso, volver a disputas y luchas sobre titulaciones supone una distracción y una pérdida de esfuerzos que deberían dedicarse a resolver otros problemas, como el de la financiación universitaria.

Por otra parte, la polémica aparece con un tufillo de antiguo y ya visto. Es curioso que no haya discusiones ni interés sobre el establecimiento de centros de investigación, la rapidez en el establecimiento de parques tecnológicos, la capacidad de innovación de nuestras empresas y su grado de participación en el fondo tecnológico, así como sobre los parámetros que indican el grado de calidad y competitividad de la investigación e innovación de las universidades gallegas. En el siglo XX, Galicia participó más bien modestamente en los grandes avances científicos y tecnológicos que transformaron al mundo, tanto socialmente como en el plano del conocimiento. Si queremos que en el siglo XXI no suceda igual, no se debería poner la atención en temas menores y sí concentrar nuestros esfuerzos en los asuntos realmente importantes aunque sean difíciles

En este contexto es una buena noticia que la Universidad de Santiago de Compostela haya conseguido la consideración de Campus de Excelencia Internacional por parte de los Ministerios de Educación y de Ciencia e Innovación. Efectivamente, todos los índices indican que se encuentra entre las mejores universidades españolas. Este reconocimiento también debería servir para ayudarla con una mejor financiación que palie el injusto tratamiento dado en las financiaciones de los años 2000 y 2003, en los que el criterio de café para todos fue el dominante. Una mejor financiación también debería servir para que Universidad compostelana aminore la distancia que la separa respecto a las mejores instituciones europeas aplicando ella misma una política muy diferente de la de café para todos.

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También las Universidades de Vigo y A Coruña han mejorado sustancialmente en los últimos años, especialmente la primera. Cada vez disponen de más equipos y grupos de calidad competitivos internacionalmente y siguen mejorando su interacción con el sector productivo. Estos grupos son la semilla de buenas Universidades. Hoy en día, los intereses, esfuerzos y discusiones sobre investigación, desarrollo e innovación deberían primar sobre los debates acerca de titulaciones. Aunque no resulten tan populares son más importantes, dado que es ahí donde se crea conocimiento y riqueza.

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