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Columna
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Mejor dos

Charles De Gaulle, el gran estadista francés, declaró: "Amo tanto a Alemania que prefiero que haya dos". Lo mismo podría decirse del gobierno bipartito: después del largo período monocolor es muy bueno que lo que haya surgido sea una entente. Y no sólo porque refleje la pluralidad del país, ante la que hay que rendirse, como hay que rendirse siempre ante lo incontrovertible. Sobre todo es que Galicia es un país pequeño y manejable, y, después de lo que hemos vivido, no conviene que se escuche una sola voz en el puesto de mando, ni que sus elites se recluten en un sólo rebaño. Necesitamos una sociedad que sepa reconocerse a si misma en sus diferencias y una prensa que informe a una opinión pública exigente. Si hemos de salir de una mediocridad pesada hay que abrir las ventanas y apelar a una sociedad más ligera y que desconfíe de las jerarquías establecidas, sin justificación, que tanto abundan entre nosotros.

Ni el PSdeG, ni el BNG, ni tampoco el PPdeG, tienen especial propensión a dotarse de 'think-tanks'

Tal vez la peor herencia que ha quedado de la época Fraga, instalada como un miasma en nuestra atmósfera, es esa obsesión que los conservadores tenían por el control de todo espacio público, por la eliminación de todo resquicio de opinión independiente. No todos los periodistas podían colgar en su oficina el lema que Kipling quería para ellos, "hemos servido a nuestro tiempo". Eso estaba hecho a la medida de gentes de dudosa competencia que no querían ser molestadas en el ejercicio del poder. Si la esencia del liberalismo político radica en la idea de que el poder ha de tener límites infranqueables, y en la disposición a escuchar a aquellos que difieren -al fin y al cabo la verdad es un espejo roto-, en Galicia no es fácil encontrarse con liberales por las esquinas.

Es verdad que la prensa llena sus páginas de las pugnas entre ambas fuerzas, casi siempre por causa de los conflictos de competencias, es decir de la lucha por el poder y ¡ay! de las cuestiones de presencia y protocolo. Pero esos conflictos son la adrenalina que ambas formaciones necesitan para competir con más esfuerzo. Yo no sé si las Normas do Hábitat invaden o no las competencias municipales -sí es una forma para que Vivenda, tan huérfana de poder, se haga un hueco- pero bienvenida sea la discusión si los intereses de los ciudadanos salen beneficiados.

Tampoco lo segundo es extraordinario, pues a la natural vanidad de todo bicho viviente -el pavoneo es un establecido hecho biológico- se une la constatación de que en las modernas democracias el parlamentarismo está siendo sustituido por la personalización mediática de la política, lo que lleva a los gabinetes a pugnar infantilmente por ocupar todo resquicio en periódicos, radios y televisiones. La ley de la comunicación "que hablen de uno, aunque sea bien" tiene fieles fervorosos en todo el mundo. Es sin duda una religión equivocada, pero no la única.

El Partido Popular, falto de norte, también saca sus principales armas de explotar las divisiones en el bipartito. Pero lo cierto es que esas divisiones ni son tantas, ni de tanto calado, ni, sobre todo, expresión de proyectos políticos elaborados. Reto a quien fuere a que me explique por qué la política de Medio Ambiente no podría ser puesta en práctica por una conselleira del BNG o por qué la de Industria no podría ser protagonizada por una del PSdeG. Y lo mismo podría decirse de otras. El problema de ambos partidos no es qué entren en colisión por la diferente naturaleza de sus políticas. Más bien deriva de que, hasta el momento en que se sentaron en San Caetano, apenas sí habían perfilado proyectos consistentes, equivocados o no. Esa es la pura verdad. Que nos lleva a un problema mayor. Ni el PSdeG, ni el BNG, ni, puestos a ello, tampoco el PPdeG, tienen una especial propensión a dotarse de think-tanks. Parecería que no están interesados, salvo cuándo se lo demanda la realidad del poder, en formarse una visión cualificada, estratégica, de las demandas e intereses del país.

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Pero el que contemos con un gobierno bipartito es un bien. Tal vez tenga sus efectos colaterales perversos, y desde luego no es muy edificante que ocupen los asientos del Consejo de Administración de la CRTVG secretarios de organización y gentes de aparato, pero la dualidad asienta una cultura de pluralidad y diálogo. La libertad respira mejor si nadie tiene el control en exclusiva del poder político. Hay más intersticios para que circule el aire cuando ninguno de los actores se siente tan seguro de su puesto. Además, las probabilidades de que el sectarismo y la corrupción se instalen son también menores. La opción por un gobierno monolítico es explicable en ciudades o países con tradición de ingobernabilidad, pero en Galicia tiene un regusto a querencia autoritaria, a nostalgia del "ordeno y mando" franquista, y suele expresar una pulsión conservadora, alérgica al debate de ideas y proyectos.

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