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Columna
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Méndez y Gayoso

Existe un pequeño apólogo chino que cuenta la historia de un hombre que ya estaba muerto pero todavía no lo sabía. Tal vez ese pequeño relato pudiera ser hoy de utilidad para José Luis Méndez y Julio Fernández Gayoso, que aunque siguen siendo la cabeza de las dos caixas gallegas han sucumbido ya al sable del emperador. Con ellos se acabará una época. Suceda lo que suceda ya nada volverá a ser igual en el gobierno de las Caixas. Nadie volverá a tener tanto poder y capacidad de decisión como ellos lo tuvieron en su seno. Los dos marcaron no sólo sus entidades financieras, no sólo sus ciudades, A Coruña o Vigo, sino la entera historia de la Galicia contemporánea. Ejercieron una autonomía y capacidad de decisión más propia del siglo XIX que del XX. Lo suyo fue un individualismo a la vieja usanza, incluido el ascenso desde unos modestos orígenes.

Al actual Banco de España le encantaría poder prescindir de una caixa gallega

Pero la gestión de las sociedades contemporáneas -y Galicia lo es aún tomando en consideración lo lento de sus ritmos- no tolera ya esas formas de bonapartismo. Las complejidades de la globalización se cuelan también por los huecos de nuestras casas, y no hay rincón que no pueda verse afectado por ellas. Los parados sin beneficio alguno de San Francisco o Kansas City han expulsado de sus oficinas a los dirigentes de nuestras cajas tanto como los embolados inmobiliarios en los que se han metido. Cuando Jaime Borrás, u otros dirigentes del Club Financiero vigués se ponen estupendos recordando lo pequeño que es el mercado gallego también deben tomar esto en consideración: que lo que Schumpeter denominó "destrucción creativa" también alcanza a los ejecutivos y empresarios que no saben ver más allá de los disque cosmopolitas palmos de sus narices, y que un puñetero Ninja unido a un astuto Madoff lo pueden poner a gente como él en la calle.

De hecho, podemos seguir a otro clásico de la ciencia social, don Carlos Marx que escribió, en frase memorable, que en el capitalismo "todo lo sólido se disuelve en el aire". No otra cosa tenemos ante nuestros ojos. El ciclón de la crisis financiera mundial se llevará por delante ciertas elites coruñesas y viguesas que compusieron el paisaje social de las dos ciudades en las postrimerías del siglo XX. Es este un aspecto de la cuestión que no suele verse subrayado: pero todo sugiere que estamos ante un auténtico cambio de ciclo y que nuevos rostros van a marcar la Galicia que viene. Están cayendo los jefes de las dos caixas, pero el mercado no tardará en dictaminar que no se sostiene la poblada nómina de cabeceras periodísticas del país. Y otro mercado, el político, que también tiene sus leyes de hierro, no tardará en mandar a su casa a un generación de políticos que se estrenó en la transición y que ya aburren hasta a las ovejas.

Considerado desde la distancia el momento reviste gran interés, porque se están moviendo piezas del enrevesado puzle local. Como suele suceder muy pocos entre los principales actores tienen cabal conciencia del juego, pero esto le añade una pizca de gracia a la cosa y de suspense a la novela. Ya el nuevo PP tiene un interés colosal. Su Alta Definición a la derecha, no le impide dar la puntilla a gentes del establecimiento local, que tal vez hubieran estado más protegidos con un bipartito bloqueado por sus diferencias internas y su mutua competición. Si Núñez Feijóo se toma en serio la superación de los localismos vamos a tener una legislatura de órdago, con el PP poniendo en marcha las áreas metropolitanas que PSdeG y BNG no se atrevieron a definir.

Abel Caballero va a tener muchas oportunidades de ejercer su viguismo, pero me temo que se equivoca si confunde el Vigo de hoy con la A Coruña de la transición y a sí mismo con Paco Vázquez. Dejando aparte la interesante pregunta de por qué el modelo platónico de los alcaldes vigueses es el ex-alcalde coruñés (con sus componentes edípicas, la envidia del falo y el deseo o la nostalgia proto-franquista del poder entero) sucede, además, que las menguadas arcas de los municipios en un contexto de crisis generalizada dejan poco espacio al ejercicio de reivindicaciones contrarias a la cuota mínima de racionalidad pertinente.

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Una de las cosas más interesantes a observar será la composición del nuevo equipo gestor de la caixa resultante. Sin duda en las dos caixas es posible encontrar ejecutivos con un alto nivel de eficiencia y que saben el suelo que pisan. Lo difícil será definir un modelo de gestión que sea acorde con los intereses estratégicos del país y estructurar una nueva Caixa que sepa navegar en la próxima oleada de simplificación del mapa financiero. Gayoso y Méndez ya han pasado. Pero no les quepa duda de que al actual Banco de España le encantaría poder prescindir de una caixa gallega. No podrá suceder en Cataluña, ni por supuesto en el País Vasco. Ni hablar de en Madrid o Andalucía. Pero, en Galicia ¿por qué no?. Al fin y al cabo, siendo los gallegos tan inteligentes...

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