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Reportaje:

Muere el líder, nace el mito

El Deportivo llora la desaparición de José Luis Vara, el capitán del equipo durante los años 80, cuando el equipo coruñés penaba en Segunda División

Cualquier deportivista nacido tras los años 80, cualquier aficionado al fútbol que no abrace el credo blanquiazul, incluso aquellos veteranos que vieron a Amancio, Luis Suárez, Chacho o Juan Acuña, pueden pensar que hay un punto de exageración en la convulsión con la que un amplio sector de la afición del Deportivo ha recibido la muerte de José Luis Vara Olveira, que tenía 50 años y vivió el último en la enfermedad. La gloria vivida tras su marcha del club podría ser suficiente para ensombrecer su legado. Pero no lo ha sido y hay mucho de justicia en esta reacción que sale de las vísceras, del sentimiento de quienes ahora empiezan a peinar canas y comenzaron a sentir la pasión por la pelota con el Deportivo que comandó José Luis sobre el césped.

Suscitaba amor y odio. No dejaba indiferente porque tenía carácter
Siempre le dolió no haber jugado en Primera con el Deportivo

Era la referencia, oro en el erial que supuso la estancia más larga del club en Segunda división. Jugaba en una categoría equivocada. "No hay discusión, hubiera tenido sitio en un grande", coincidían sus ex compañeros y técnicos el pasado viernes en el tanatorio coruñés donde le velaban. Pero sus mejores años los dio en el Deportivo, donde este Curro Romero de Esteiro suscitaba amor y odio. No dejaba indiferente porque tenía carácter, jerarquía, fútbol y un punto de indolencia. "Fue un jugador extraordinario", zanja Arsenio Iglesias, el entrenador que más y mejor le exprimió. "Igual tenía que haber jugado más cerca del área. Era un llegador y tenía una gran patada".

El área era el sitio de Vicente Celeiro. Llegó de Vilalba a A Coruña cuando era un juvenil y encontró en José Luis una suerte de hermano mayor. "Era nuestro protector", recuerda. Con el tiempo fue su asistente en el campo. Y el de José Manuel Traba. "Como delantero me aproveché de su talento", reconoce el inolvidable nueve de Fisterra. Vicente siente que también le debe muchos goles a José Luis. "Era muy completo, hoy jugaría de mediapunta por delante de los dos mediocentros, pero también se movía por detrás, tenía algo de Mauro Silva, pero era goleador, impecable en los penaltis", apunta. El viernes, antes de ir al tanatorio, Vicente volvió a mirar la foto que para él es su imagen del amigo muerto. En ella sale celebrando un gol mientras José Luis le sostenía en brazos.

No era un mediapunta, tampoco un mediocentro. En la medular junto a Moreno y Peralta, partía desde la izquierda, pero no era un jugador de banda. "Necesitaba espacio porque tenía una gran visión de juego y por eso venía a recibir a la defensa. No era regateador, pero cuando arrancaba era imparable porque tenía una gran zancada y medía más de metro ochenta", sentencia José Manuel Sertucha, un vasco que tras jugar en el Deportivo anidó en A Coruña y que en 1973 estaba a cargo del equipo juvenil. A Sertucha le gustaba coger el coche y descubrir talentos por los campos de la provincia. Un día llegó hasta Esteiro, en Muros, y no tuvo dudas: José Luis tenía que irse con él. También Tono, otro centrocampista que no llegó a salir de su tierra y que acabó como jefe de la policía local en Muros. Vara sí dio el salto. Recaló en la pensión que la suegra de Sertucha tenía en la calle Francisco Macías. Dos manzanas más abajo, lindante con la playa de Riazor estaba el restaurante El Penalty, donde comía. "Teníamos 13 chicos hospedados", recuerda Sertucha, que no duda cuando se le pregunta por la primera impresión que le causó con la pelota aquel chico de 15 años que se topó en la Esteirana: "Tenía mala uva". Luego aclara. "Había que conocerle y llevarle, dejarle ir y darle un grito para que se activara".

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José Luis estaba en las antípodas del crack actual. Era un ídolo cercano al que le apasionaba el fútbol. Siempre le dolió no haber jugado en Primera con el Deportivo. Le frenó el Rayo Vallecano, el Oviedo y aquel arbitraje de Villena Pena en el viejo Tartiere o la miopía de Díaz Vega en un derbi la temporada que, sin la absurda coda del play-off, hubiera conseguido su sueño. Dos meses después de esa última decepción, unos abucheos al tomar la palabra en una presentación le llevaron a Primera. Jugó dos temporadas en el Betis, donde debutó con gol en un derbi contra el Sevilla. "En los partidos de rivalidad se crecía", recuerda Celeiro.

Unos aluden a Higuaín, otros a Ballack. Complicado establecer parangón. Acodado en su tienda de deportes, vecina a donde estaba El Penalty, Sertucha encontraba el viernes la definición más simple a la misma hora que José Luis recibía sepultura en Esteiro: "Era un líder". Ahora ya es un mito.

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