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Tribuna:Oleada de incendios en pleno otoño
Tribuna
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Políticas para la ceniza

Decía un conselleiro de Fraga que cuando una iniciativa política falla lo más importante es buscar a quien echarle la culpa. Y en esas parece que está el Gobierno de Feijóo, mientras el fuego en Galicia toma dimensiones de catástrofe económica y ambiental.

Nadie duda que la responsabilidad final de un incendio es de quien, de manera imprudente o criminal, enciende la primera llama, pero compartiendo este argumento que desde Medio Rural nos repiten a diario, no es menos cierto que la falta de inversiones en prevención y, sobre todo, en políticas de desarrollo rural sentaron las bases en las que se formó la tormenta de fuego que ahora padece Galicia y sobre todo Ourense. Y en eso tiene mucho que ver el actual Ejecutivo gallego. Porque justo en esta provincia, líder en todos los índices autonómicos de abandono de la actividad agroganadera, de envejecimiento de la población, de falta de relevo generacional, de recorte en los servicios... donde se han producido este año el 50% de los fuegos en Galicia y el 25% de los de toda España.

Es hora de que la Xunta siga las directivas europeas que piden revalorizar el monte
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En unas recientes declaraciones, el conselleiro de Medio Rural, Samuel Juárez, venía a decir que en contra del abandono del interior gallego poco se puede hacer; una especie de maldición bíblica en la que para él, nada tienen que ver ni los recortes en las ayudas de indemnización compensatoria de montaña y zona desfavorecida, ni los retrasos de dos años en el pago de las del Contrato de Explotación Sostenible (CES) ni la práctica desaparición de las compensaciones por daños de fauna salvaje, ni la falta de líneas de financiación para las pérdidas por la sequía. Todas ellas, competencia, por cierto, de su departamento.

Después de décadas de despilfarro en políticas forestales para la ceniza, es hora de que la Xunta de Galicia siga las directivas europeas que hablan de revalorizar el trabajo de agricultores y ganaderos en la gestión del territorio -el 80% en el caso de Galicia- favoreciendo el mantenimiento de la actividad en el rural.

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El monte que no se trabaja tiene muchas más posibilidades de arder, solo así se puede entender que Ourense a pesar de tener casi el doble de monte gestionado por la Administración que Lugo, su superficie forestal trabajada es 20 veces menor que la de Lugo. Además, casi la mitad de monte en Ourense está desarbolado, frente al 71% del monte lucense que está arbolado.

Difícil fue que en estos dos años, la Xunta desarrollara una idónea política de prevención de fuegos; difícil fue también que llevara a cabo una eficiente planificación de las acciones contra el fuego, y las cifras están ahí para demostrarlo, ya que este año se recortó cuantiosamente el número de efectivos contra incendios, ¿será entonces mucho pedir que se conciencien ahora para realizar una efectiva gestión de la superficie quemada?

Es necesario ahora sentarse y pensar en retirar la madera queimada y no abandonarla a la aparición de plagas de parásitos e insectos que acaben de estropear aun más el contorno; hace falta vigilar también las lluvias de otoño para que no sigan castigando el manto vegetal; hace falta pensar si el futuro de este terreno pasa por dejarlo de nuevo al libre disponer de la maleza, o por el contrario, aprovecharlo para uso agroganadero; es necesario, en definitiva, reflexionar si darle o no una oportunidad de desarrollo a Ourense.

Roberto García es secretario general de Unións Agrarias

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