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Reportaje:

Recuerdos para olvidar

300 personas asisten en San Simón al homenaje de las víctimas del franquismo

"Estábamos tan apiñados que la cabeza de uno daba en los pies de otro. Mi hermano y yo trajimos un colchón de 90 centímetros de la cárcel de A Estrada y daba para los dos", recuerda con buena voz Ildefonso Ponte, un carpintero de Guimarei (A Estrada) que ahora tiene 94 años y tenía 19 en 1936, cuando lo trajeron al antiguo lazareto de San Simón, transformado por los sublevados contra la República en campo de concentración. Su relato lo escuchan en silencio 300 personas -el tope máximo de visitantes- que la víspera del 75 aniversario del golpe fascista han venido en dos viajes en el barco Pirata de onza, convocados por la Iniciativa Galega pola Memoria al quinto Homenaxe nacional ás vítimas da represión franquista.

"Es tremendo oírlos, sufrieron atrocidades y las cuentan como si nada"

"Es tremendo oírlos, porque sufrieron atrocidades y las cuentan como si nada", decía en el barco Luisa Fernández, una monfortina residente en Vigo que lleva unos pendientes con la bandera tricolor y suele venir todos los años. En efecto, Ildefonso, que no aparenta ni los 80 años, cuenta que "aquí no había rejas". "Estábamos al aire", sigue, "y en otras prisiones en las que estuve como mucho te dejaban dos horas de patio". "Es que estos [Ildefonso y su vecino y compañero de profesión y de prisión Heriberto Rodríguez] eran chavales que no habían hecho nada. Lo pasaron peor los más comprometidos", matiza un compañero de viaje. "Te traían por izquierdista, por socialista o por comunista, o por envidias, cualquier cosa valía", recuerda Heriberto Rodríguez después de su intervención.

Los seis mil republicanos que pasaron por San Simón entre 1936 y 1943 eran todos presos preventivos, pero muchos fueron ejecutados sin juicio. "Por las noches venían falangistas o guardias civiles y nombraban a algunos. Decían que era para ponerlos en libertad, o para pedirle dinero a la familia, pero los llevaban a la carretera de Redondela a Porriño y les metían unos tiros", narra como un cuento de invierno Ildefonso. "Con todo, lo peor no era lo material, sino lo moral. El padre Nieto nos reunía para leernos los Mandamientos. En el quinto, "no matarás', explicaba: 'Igual que el campesino saca las malas hierbas, también España tiene que extirpar a los malos españoles. Eso, Cristo lo perdona", describe el antiguo carpintero al capellán, que también advertía "aquí viene la justicia divina" a los que iban a fusilar. "Después comprobaba con un bastón si estaban muertos o había que rematarlos".

Los recuerdos de Ildefonso y Heriberto son la parte central de una visita guiada por Matías Rodríguez Da Torre, que ejercía la misma función, de forma oficial, cuando la Xunta bipartita puso en marcha el Ano da Memoria, en 2006. El acto concluye en la isla pequeña, la de San Antón, con un recital poético -Carmen Blanco, Claudio Rodríguez Fer y Santos Cabana- ante el muro que servía de paredón de fusilamiento. Entre los asistentes hay parientes de exprisioneros, como Alejandro Collazo, que se acerca a Ildefonso y Heriberto para preguntarles si conocieron a su abuelo, Castor Castro, alcalde de Barro. "La gente que sabía su historia o no quiere hablar, o murieron en Argentina", dice Collazo.

Xabier Alonso, director de la Fundación Illa de San Simón, cuenta cómo la nieta de un preso, nacida en Barcelona, le ha solicitado hacer las fotos de su boda en la isla para dárselas a su abuela. Telmo Comesaña, presidente de la Asociación de la Memoria Histórica de Vigo, tenía dos años y medio cuando pasearon a su padre y a su tío. "A mi padre lo llevaron al cementerio en un carro de bueyes. Dicen que fueron cosas que pasaron en la guerra, pero en Galicia no hubo guerra. Hubo represión, tortura y asesinatos". Pero también hay muchos otros sin relación con los prisioneros, como una chica que oculta sus ojos llorosos tras unas gafas de sol. "Es que soy muy emotiva", se justifica, mientras su pareja, Pedro Cortegoso, explica: "Venimos por lo que venimos todos". Andrés Pérez, un chaval pontevedrés de 14 años, es uno de los pocos adolescentes que van más allá del "bien" habitual cuando se le pregunta por el acto. Mucho más allá: "Me interesa porque los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla".

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LALO R. VILLAR

Los últimos del campo de concentración

"Me interesa [este acto] porque los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla", razonaba ayer en la isla de San Simón un chico de 14 años, uno de los más jóvenes entre los 300 asistentes a la conmemoración que tuvo lugar en el paraje que fue campo de concentración del franquismo. Allí estaban también Ildefonso Ponte y Heriberto Rodríguez (en la foto, flanqueando al guía con megáfono), dos carpinteros de Guimarei que todavía muy jóvenes fueron recluidos en aquella prisión sin rejas.

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