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La precampaña del 1-M Examen a la legislatura

'Teachers' ambulantes

92 profesores itinerantes de inglés recorren los colegios del rural

Patricia combate el frío al son de Cheeky Monkey, la mascota del aula. Sus siete alumnos, que ya han entrado en calor rodando por el suelo antes de empezar la clase, se saben los pasos de memoria. Entre canción y canción, la profe mira el reloj. Su otro pequeño cuerpo de baile la espera dentro de dos horas a 13 kilómetros de distancia. El asiento trasero de su coche, hasta arriba de juegos y libros de inglés, es su almacén profesional. Hoy, para en Aro y Pesadoira, en Negreira, mañana le toca Lañas (A Baña) y Coucieiro (Val do Dubra). Es la rutina que comparten 92 docentes itinerantes de inglés en toda Galicia.

"Hello Cheeky Monkey, we love you. Hello Cheeky Monkey, a kiss for you". Hasta cuatro veces repiten el pareado los niños y niñas de la escuela unitaria de Aro. Es martes y toca clase de inglés. Patricia, funcionaria en prácticas de 32 años, se enfunda el mono de ropa en la mano izquierda y empieza el espectáculo. "Cantamos la misma canción todos los días para que recuerden el vocabulario". Pero no todo se queda en un simple hello Cheeky Monkey. Estas semanas están aprendiendo a vestirse en inglés. Carmen, Inés y Adriana, de tres años, colorean coats, jackets, trousers y hats. Los niños, de cuatro y cinco años, trabajan las mismas palabras con un libro.

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Patricia lleva siete años dando clases de inglés, pero en septiembre se estrenó como profesora itinerante. El programa de Anticipación da Primeira Lingua Estranxeira en Educación Infantil que la Xunta impulsó este curso para que los niños de tres a seis años empezaran a familiarizarse con el idioma la llevó a pasarse el día de cole en cole. "Es muy cansado y siempre tengo que estar pendiente de la hora, pero la relación con los niños es mucho más cercana y ellos aprenden más que en un centro normal". Claro, tiene sólo nueve alumnos [hoy fallaron dos] que, además, llegan "con cuentagotas" entre las nueve y las diez de la mañana.

A las doce, Patricia se pone el abrigo mientras se despide de sus niños. Carretera -ya lleva 28 kilómetros a sus espaldas- y vuelta a empezar. Patricia toma el relevo a la profesora de la escuela de Pesadoira, que ya está a punto de irse. "Me encanta esta forma de trabajar", dice mientras prepara, deprisa y risueña, el cuento que leerá a sus últimos siete alumnos del día.

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