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Trata de cifras

Tratando de construir una realidad ominosa para esgrimirla contra la Xunta, un sindicato ha alumbrado una realidad gozosa para la mayoría (espero que inmensa) del cuerpo social. De ser ciertas las cifras que ha aireado recientemente el Sindicato Galego de Traballadores do Ensino (STEG), el 40% de los niños urbanos que acaban de entrar en Educación Infantil tendría como lengua materna el gallego. Y eso no es todo: sostiene el STEG que la pregunta que hizo la Consellería de Educación está mal planteada y pretende "aprovechar los prejuicios de la población", pues sólo se les preguntó a los padres cuál era la lengua materna de sus hijos, en vez de preguntarles en qué lengua querían que se les impartiesen las clases. Es decir, según el STEG, la Consellería tendría que haber preguntado precisamente lo que ya preguntó en junio del 2009, en medio de encendidas protestas (también del STEG) que acusaban a esa pregunta de ilícita, anticientífica, antidemocrática, y de pretender "aprovechar los prejuicios de la población". Si ahora se hubiese hecho de nuevo esa pregunta, ya despenalizada, veríamos aflorar una inmensa marea de padres urbanos demandando la escolarización en gallego de sus hijos.

Los datos de la encuesta de STEG sobre la elección de idioma son improbables y hasta inverosímiles

Contradicciones aparte, convendría señalar ante todo que no es imposible que el 40% de padres urbanos haya declarado el gallego como lengua inicial de sus hijos. Pero sin ser imposible, me parece improbable e inverosímil. También me parece extraño que haya un suficiente número de directores de centros dispuestos a dar los resultados de esa consulta a cualquiera que se los pida.

La información más reciente del Instituto Galego de Estatística (IGE) no contiene información acerca de la lengua inicial de los niños que tenían menos de cinco años en el momento de la recogida de los datos (en 2008). Esto es perfectamente explicable por razones técnicas, pues en ese grupo de edad están comprendidos los que todavía no habían aprendido a hablar, y que son los que entran ahora en la etapa de Educación Infantil. Pero si tomamos como indicio el grupo de edad inmediatamente siguiente, el de los niños urbanos que en 2008 tenían entre 5 y 9 años, el porcentaje de los que -según sus padres- tienen el gallego como lengua inicial es el 9% para el conjunto de las siete ciudades. Por separado, los porcentajes van desde el 3% en Vigo hasta el 25% en Santiago. De menos a más, el orden de las restantes ciudades es: A Coruña, Pontevedra, Ferrol (las tres por debajo del 7%), Ourense (en torno al 13%), y Lugo (casi igual a Santiago).

¿Cómo se puede llegar desde estos porcentajes hasta el 40%? Ya dije que no es imposible. El porcentaje de los niños urbanos de esa edad (entre cinco y nueve años en 2008) que, según sus padres, han aprendido a hablar en las dos lenguas, es considerable: el 32% para el conjunto de las siete ciudades, y superior al 24% en la que menos. De modo que el 41% de los niños urbanos de esa edad habría adquirido el gallego como una de sus lenguas de socialización desde la más tierna infancia.

Ahora bien, el dato difundido por el sindicato exigiría, para ser cierto, que todos los padres consultados cuyos hijos tienen como maternas las dos lenguas hayan marcado la casilla del gallego, puesto que en la consulta no había una casilla para elegir las dos. O bien que por cada padre de éstos que hubiese marcado la casilla del castellano, otro con un hijo cuya lengua inicial sea tan solo el castellano haya marcado la casilla del gallego, en un acto de rebeldía contra la Consellería de Educación. Cualquiera de las dos cosas es improbable, como ya dije, incluso inverosímil. Si hubiese ocurrido alguna de ellas, en Lugo, Ourense y Santiago el gallego tendría que haber sido la opción elegida mayoritariamente. Y si eso fuese así, sería también imposible que el 90% de los centros de las ciudades gallegas fuese a impartir en castellano la educación infantil de los que ahora entran en ella, como también sostiene el STEG.

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Repito que no es del todo imposible; en la vilipendiada consulta de la Consellería en 2009, el 53% de los padres cuyos niños estaban entonces en Educación Infantil contestó que lo que les gustaría sería que sus hijos aprendiesen a leer y a escribir en gallego y castellano. Ahora bien, hay cosas que no encajan en los datos de la encuesta del sindicato, de la que ignoramos todos los aspectos metodológicos. La ocultación de estos aspectos por sí sola ya la convierte en desechable. No olvidemos que la trata de cifras existe y tiene sus proxenetas, tanto en el interior de los gobiernos como en la oposición. La mejor forma de combatirla es la transparencia y la disponibilidad de los datos, por lo que la Consellería debería suministrar cuanto antes los pertinentes al caso.

Mientras tanto, para no amargar demasiado a nadie con estas reflexiones, desvelaré una sorpresa con la que me encontrado escudriñando en los microdatos del último estudio del IGE y comparándolos con estudios anteriores fiables: hay ahora en nuestras ciudades más niños que tienen el gallego como una de las lenguas en las que aprendieron sus primeras palabras que los que había a finales de los años setenta. Pero esto bien merece que lo expliquemos en otro momento con más detalle.

Mauro Fernández es catedrático de Lingüística General en la Universidade de A Coruña

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