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El idioma en las ciudades

Vigo, las parroquias prefieren el gallego pero el centro "no quiere entender"

La cuna de Galicia Bilingüe conserva el idioma, contaminado, en el rural y O Berbés

La dependienta de la tienda de Inditex despliega una sonrisa de oreja a oreja, abre mucho los ojos y ladea la cabeza como queriendo comprender. Le acaban de preguntar por "unha saia negra, de encaixe", y ella contesta que cree que no, que "ese tipo de faldas, esta temporada, sólo han venido en blanco". La charla se prolonga, con ella y con las otras empleadas del céntrico establecimiento, y ninguna de ellas acierta a pronunciar una sola palabra en la lengua propia de Galicia. Al poco rato, cuando la clienta que andaba "á procura da saia de encaixe" se pierde en los probadores, fuera se escucha la voz de la primera dependienta, que llega corriendo con una prenda rescatada del almacén, preguntándole a su compañera: "¿Viste a la chica que hablaba gallego?"

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Usar la lengua de este país en el centro de Vigo es un rasgo distintivo, casi tanto como ir por la calle en pelota picada o tener la nariz en la espalda. Prácticamente nadie, salvo los que vienen de otros barrios o los que han adoptado el idioma con compromiso, como una militancia, como una religión, se expresa en gallego. En dos horas de paseo, pegando la oreja, por el supermercado de El Corte Inglés, varias cafeterías de Venezuela, A Alameda y la rúa do Príncipe, todas las conversaciones que se escuchan son en castellano. En esta última vía, sólo dos de cada cien rótulos, placas, avisos y anuncios están en gallego. Hay una tienda infantil que se llama Bambán, el Colexio Vivas y una clínica de "Urxencias Dentais (presuposto sen compromiso)" que para colmo ha cerrado con la crisis. También está el Museo de Arte Contemporánea, pero este espacio pertenece a otro mundo, el de la cultura, y eso es ya otra constelación.

En el número 43, hay ocho bufetes distintos, pero todos de abogados con b. La rúa do Príncipe, ciertamente, es más bilingüe en inglés, o en francés, que en gallego: "Cult your feet", "Smart price", "Recycling arts & crafts", "Develop systems", "Le Conquelicot", "Les Enfants", se puede leer en las tiendas. Se conoce que las lenguas ajenas venden más. El gallego, según el marketing a pie de calle, en Vigo sólo es bueno para las tascas típicas y el género enxebre. Aunque el peatón se puede topar con sorpresas bilingües de toda casta: Salón de juegos Ruada; Estrella Park, salón de xogos.

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Claro que en cuanto uno se sale un poco de cuadro, y tira hacia la Praza de América, O Calvario o Teis, aunque la mayoría son castellano hablantes, responden en buen gallego si se les pregunta en esta lengua. En una de estas áreas de transición en las que el castellano todavía gana por mayoría aplastante, As Travesas, vive Gloria Lago, la presidenta de Galicia Bilingüe. En su edificio, uno de los últimos bloques de una urbanización nueva y con jardines, si no se cuentan las pintadas en contra que firma Resistencia Galega, no se topa un letrero que no esté en castellano. El gallego aquí, lejos de parecer una amenaza, resulta bastante invisible. Y esto a pesar de que los domingos, un poco más al Sur, en el estadio de Balaídos, la megafonía enciende a los siareiros na lingua nai como nunca se ha visto en Riazor.

"La verdad es que Vigo camina hacia la pérdida del gallego", afirma Xosé Luís Méndez Ferrín: "Hay un movimiento muy sólido y muy firme por su recuperación y una sociedad culta, de alto nivel, monolingüe en gallego; pero también hay un movimiento contrario, todo el mundo sabe que apoyado por el Club Financiero". Entre la gente que vive en el centro y para el centro (que sólo pasa por las parroquias para ir a la playa, o a Madrid), cuaja el mensaje de lo que el escritor define como "autoodio".

Por eso, por si acaso, para evitar la mueca hostil de los que reniegan, gallego hablantes como Olga Iglesias, vecina de San Andrés de Comesaña, reconocen que cuando van al casco urbano cambian automáticamente de registro: "Yo aquí hablo siempre en gallego, sí, pero cuando voy al centro hablo castellano porque allí o no entienden o no quieren entender". Claro que este gallego de Comesaña, o de Valadares o de Matamá, está extinguiéndose entre las generaciones nuevas y se encuentra ya bastante contaminado: "Ponme uns ovos e unha lechuga", "Ayer ía máis vento pero chovía menos que hoxe"... "Es que aquí pasamos del gallego al castellano sin darnos cuenta", justifica Gloria, la propietaria del Estanco-Alimentación del mismo nombre, en el corazón de la parroquia.

Más al Este, en la iglesia de San Pedro de Sárdoma se está celebrando un funeral de córpore insepulto. El cortejo fúnebre, procedente del tanatorio Vigomemorial, en el lugar de Viña Grande (Bembrive), habla en gallego, sólo en gallego, del tiempo y de las viejas glorias del difunto, Antonio dos Quintiáns. También los chicos de la funeraria, que se resguardan del diluvio universal metidos en la cabina trasera del coche fúnebre, platican en gallego mientras en el templo el joven cura oficia en castellano, la lengua del Señor una vez muerto el latín.

"Vigo", explica Ferrín, "tiene la ventaja de que en él cabe veinte veces el municipio de A Coruña". Hay más variedad y más rural, y por eso, en determinados ambientes, es más fácil vivir en gallego. "Sólo tienes que ir por la mañana temprano a la Ribeira do Berbés, a la hora de la subasta, o a la salida de Citroën, o al curro do Galiñeiro que se va a celebrar ahora". En estos ambientes, lo difícil es escuchar el castellano. Claro que los que mandan, aquí y allá, no se suelen apear de la lengua estatal. Por eso la policía portuaria, a diferencia de la de la ciudad, no está normativizada, y "el letrero de la lonja se tradujo al gallego por el rechazo popular" que provocó la primera versión, sigue contando Ferrín.

Fernando Ramallo, sociolingüista de la Universidade de Vigo, está de acuerdo en que "las parroquias salvan el gallego frente a un centro castellanizado". En su opinión, el mensaje del español amenazado que difunde Galicia Bilingüe es "irracional", "ridículo", "no se sostiene". Es "graciosísimo" que un colectivo como éste "marque la política lingüística", concluye el antiguo compañero del nuevo secretario general del ramo en la Xunta, Anxo Lorenzo.

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