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La aristocracia funda su autonomía

Los nobles gallegos se unen para velar por la tradición del Antiguo Reino

"En estos sitios hay mucho tipo rancio. Hazme caso, que sé de lo que estoy hablando". La que se sincera sin importarle un pito el qué dirán es Marta María Dolores Mahou López Lousada, descendiente del rey moro y gallego Mahoumuz y conocida desde hace años como la Marquesa Roja. A ella le encanta el sobrenombre que le pusieron "los de la derecha y los de las cajas", cuando fue procesada por declararle la guerra a los especuladores que "querían comprar a los pobres las leiras de Conjo a 40 pesetas el metro cuadrado". Ahora vive retirada con su marqués en el palacio de Bóveda.

Una medalla con el escudo del Antiguo Reino de Galicia distingue al grupo

La discordante Marta Mahou, pariente de los de la Cervecera, lleva al cuello un collar de 300 años y un escapulario de 500, y sobre estas reliquias luce, desde ayer al mediodía, una medalla de esmalte con el escudo del Antiguo Reino de Galicia y el lema Nobilitas in virtute. Ésta es la distinción que comparte con su esposo y otros 15 nobles (en la tercera acepción de la Real Academia) gallegos, todos ellos de género masculino, que en la misma ceremonia juraron (ella prometió) lealtad al nuevo Cuerpo de la Nobleza del Antiguo Reino de Galicia.

En la iglesia santiaguesa de San Paio de Antealtares se dieron cita los principales representantes de los linajes más azules de la comunidad. Duques y grandes de España, marqueses, condes e hidalgos, casi todos ellos emparentados, primos en tercer grado, para sellar la nueva alianza de la vieja aristocracia. En 2007, un pequeño grupo presidido por Pilar y Javier Wegmüller y Redondo, condes de San Javier y Casa Laredo, fundó este cuerpo para mantenerse en contacto y "promover las costumbres, la cultura, la historia y el patrimonio" de Galicia. Es una tendencia, ésta de agruparse los aristócratas de cada comunidad, y los de Galicia han sido los últimos en hacerlo.

Eligieron como patrón a San Rosendo, aprobaron unos estatutos e inmediatamente empezaron a llegar solicitudes de aspirantes. Tantas, que muchos quedaron emplazados a una segunda ceremonia que tendrá lugar el 1 de marzo (día del patrón).

Dando lustre al acto, ahí estaban ayer los delegados de órdenes tan vetustas como la de Malta, o la de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén, o la de San Fernando y San Hermenegildo. Y entre los 120 asistentes, cargados de títulos y ristras de apellidos, en las primeras filas destacaban chaqués e insignias. El duque de Segorbe; los marqueses de Mos, de Bendaña, de Villagarcía, de Torralba de Aragón o Esteva de las Delicias; los condes de Villar de Fuentes o de Torrecedeira; los Autrán y Arias, los Barral-Guerin Rouco, los Hohenlohe-Langenburg. Todos ellos mucho menos bronceados que los aristócratas que salen en el Hola!, pero igual de linajudos.

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El acto comenzó con el Himno del Antiguo Reino al órgano, medió con un villancico de Haendel y se cerró con el Himno de España. Tras las medallas hubo una misa en la que se pidió a Dios "que la cultura y la lengua no sean instrumentos de separación", y la lectura (San Pablo a los Efesios 6, 10-13.18) cubrió el cupo del gallego. En la homilía, el padre Manuel Cociña citó a San Mateo para dirigirse a la flor y nata de la sociedad: "Sois la sal de este mundo" y luego sacó su moraleja: "La sal debe distribuirse bien, que se sienta pero que no se note", "debéis olvidaros de vosotros mismos. Servir es señal de nobleza".

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