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Análisis:Elecciones 1-M | Vacío de poder en el PSdeG
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

En beneficio de todos

La noche de la restauración popular deja tres lecciones particulares y una de carácter general para la política gallega que deberíamos aprender en beneficio de todos, los actores principales y los votantes que les padecen. La primera se refiere al PP, pero más aún a quienes llevan años sosteniendo que los gallegos votan con el poder. El contundente triunfo de Feijóo se explica por su capacidad de renovación, algo que siempre compensa en política, pero aún más por el hecho inapelable de cómo el PP vive sólidamente instalado en las preferencias mayoritarias de nuestra sociedad. Ocupa el espacio político donde habita la mayoría porque representa sus valores y ofrece las políticas que demanda. Sus potentes redes de control social, el clientelismo o el carrexo, no eran la base de su implantación en la sociedad, sino la consecuencia de su posición mayoritaria. Los gallegos no votan con el poder, votan lo que quieren. No ganó el desencanto, ganó lo que prefiere la mayoría.

La competencia entre PSOE y BNG sólo beneficia, más tarde o más temprano, al PP
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La siguiente lección atañe a los socialistas y certifica dos evidencias. La primera interesa al dimitido Touriño y a quien le releve: sólo Fraga puede sustituir a Fraga y el carisma no nace de salir a todas horas en el telexornal inmaculado como una aparición mariana. La segunda, compete a los socialistas como partido: el nacionalismo no constituye un compañero incómodo en el viaje hacia una hipotética mayoría absoluta y de quien conviene desprenderse lo antes posible. El nacionalismo conforma un socio que representa y ocupa un espacio propio y estable. El PSOE habrá de aprender a cooperar, repartiendo protagonismos y asignando ámbitos de acción política desde el respeto, no desde la altanería o la insolencia. La competencia entre nacionalistas y socialistas, más tarde o más temprano, sólo presenta un beneficiario claro: el Partido Popular.

La tercera enseñanza debería aprenderla el nacionalismo. Como a sus socios, más les vale entender cuánto se necesitan mutuamente y cuánto les va en una convivencia apacible. Pero además los malos resultados certifican la inaplazable necesidad de que el BNG deje de retrasar los cambios a ejecutar como organización si quiere situarse con opciones reales de acrecentar su peso en la sociedad gallega. El modelo de organización frentista no da más de sí. Los complejos equilibrios entre los grupos que lo forman conducen irremediablemente al inmovilismo, ralentizan la necesaria renovación de caras y mensajes e impiden aprovechar oportunidades para progresar entre las preferencias de los gallegos. Su incapacidad para rentabilizar su acceso histórico al poder autonómico y su mayor presencia institucional en un crecimiento relevante de la organización, tanto en militantes como en penetración social, se debe fundamentalmente a que pesa más la lógica de mantener el equilibrio interno que la lógica de medrar abriéndose a la sociedad. Mientras la incorporación de nuevos votantes y militantes sea percibida como una amenaza por quienes gobiernan la nave nacionalista, el BNG seguirá siendo un partido ascensor que crece o decrece en función de la coyuntura y las circunstancias, no como resultado de su evolución como fuerza emergente.

La lección que nos incumbe a todos la aportan los cuantiosos daños infringidos a nuestra cultura política por la campaña más sucia que uno pudiera haber imaginado. Se han traspasado fronteras hasta ahora infranqueables sin pagar un precio muy alto. La crítica política, siempre legítima por feroz que sea, ha sido reemplazada por la difamación planificada y ejecutada de manera sistemática y el ataque frontal a la integridad moral del adversario. Feijóo y la derecha tienen la mayor cuota de culpabilidad por haber tomado este camino hacia ninguna parte. Pero hoy ya es responsabilidad de todos devolver a la política gallega al camino de la decencia, del respeto al rival y a las reglas del juego democrático. Porque si el todo vale para ganar unas elecciones se instala definitivamente en el Fogar de Breogán como estrategia consciente para prevalecer en la confrontación política, deberemos empezar a llamarlo el infierno de Breogán. A todos atañe ahora sacar la basura y alejar de la política gallega el riesgo de convertirse, como diría Bernard Shaw, en el reino de los charlatanes.

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