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Reportaje:

Muy católicos, pero cada vez menos

Los indicadores que miden la religiosidad sitúan a los gallegos por encima del resto de España, aunque con tendencia decreciente y rasgos diferenciales

Pablo Linde

Los gallegos son cada vez menos católicos, pero siguen siéndolo más que el resto de los españoles. Se casan más por la Iglesia, estudian más religión en el colegio y el instituto, van más a misa y se declaran creyentes en mayor número que la media nacional, según diversos datos y encuestas (ver gráfico).

El fervor con el que se recibió a Juan Pablo II en 1982 en contraste con la visita de Benedicto XVI la semana pasada ha sido interpretada por muchos como un indicador de la tendencia a la baja de la fe. Pero hay muchos otros: los matrimonios por la Iglesia fueron el año pasado superados por los civiles por primera vez en Galicia; lo mismo sucedió con los estudiantes de secundaria de colegios públicos que escogieron religión, que fueron superados por los que prefirieron alternativas, un número que crece cada año.

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Con todo, según las encuestas del CIS, el porcentaje de gallegos que se declaran católicos oscila entre el 83% y el 90%, entre nueve y 16 puntos por encima del resto de España. No obstante, muchos de ellos, tanto en Galicia como en el resto del país, son católicos bastante laxos si se atiende a otras encuestas que muestran comportamientos mayoritarios que contravienen muchos de los preceptos del Vaticano, incluido ir a misa, algo que sólo hace la mayoría de los domingos un 20% de los creyentes gallegos. Aun así, muy por encima del 13% del resto de España.

El proceso de secularización es evidente e "inevitable", en palabras de Miguel Fernán, de la Coordinadora Crentes Galegos, que agrupa a varias asociaciones cristianas de base. "Tiene que ver con que la Iglesia cada vez va adoptando posiciones más alejadas de la realidad. Por otro lado, también es un adelgazamiento lógico que en una sociedad cada vez más plural las personas escojan con libertad. Es un proceso en cierto punto positivo. A nosotros nos interesa que los que participamos en la Iglesia lo hagamos libremente, porque somos seguidores de Jesús, más que por las estructuras de poder", expone.

El elevadísimo porcentaje de gallegos que se declara católico es en buena parte fruto de "la inercia y la tradición", según este cristiano, que aboga por el laicismo. Pone como ejemplo los colegios privados o concertados católicos: "Muchas veces los padres no mandan allí a sus hijos por el contenido religioso, sino porque es un centro de élite y consideran que sus hijos van a estar mejor preparados. El contenido religioso es un adorno, pero condiciona. En nuestra opinión, la Iglesia en los colegios tendría que preocuparse por los que menos tienen, no por los que más".

Lo expuesto por Fernán sería fácilmente exportable a cualquier otra parte de España. Pero según coinciden teólogos y sociólogos, la religión en Galicia tiene aspectos particulares. El principal, el culto a los muertos. "Siempre fue muy fuerte esa experiencia religiosa, incluso precristiana. Eso hace que la gente pasara de ciertas cosas relacionadas con la religión, pero de lo que no pasa es de enterrar a sus muertos en la Iglesia", sostiene el teólogo Victorino Pérez Prieto.

Con él coincide Juan Luis Pintos, director del departamento de Sociología de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago, que recientemente ha publicado el libro Recorridos por la religión (Editorial Akal): "Es una cuestión muy central en la vida de la gente esta especie de la trascendencia de los muertos y de la familia. Los cementerios ocupan un lugar predominante. Hasta ahora ni siquiera había calado mucho la incineración. También se da más que en otros lugares querer volver a enterrarse en su tierra".

Pintos también sitúa en un punto central de la religiosidad gallega al apóstol Santiago. Explica que aunque todos saben que "probablemente no sea una realidad histórica" -el mito consiste en que su cuerpo llegó en una barca de piedra desde Palestina-, existe como modo de comunicación social, donde "puede haber cosas no explicables, menos cercanas a la ciencia y más a la comunicación creativa". "Nos interesa lo del Apóstol por la historia, por la narración. Ahí se ve el coeficiente de ritualidad de Galicia", señala.

Hay muchas otras características propias de Galicia que señala este sociólogo. Resalta dos. La primera es una mayor afloración de conflictos con curas. "Ha habido huelga de misas para que obispos cambiaran nombramientos, eso no sucede tan fácilmente en otros sitios". Esto es, en su opinión, un reflejo de que los gallegos son poco sumisos a algunas normas, entre ellas las sexuales, lo que lleva a la segunda característica diferencial: "Hace 30 años, por cada hijo de mujer no casada en España, en Galicia había nueve".

Desde entonces, las cosas han evolucionado mucho. En opinión de Raúl Alfonso, formador del seminario menor de Ourense, el cambio es "más de formas". "Los jóvenes igual no son externamente cristianos, pero su vivencia de la fe y de su religión quizás es más seria que hace 15 o 20 años. Creo que esto es general, la vivencia de la fe de hace unas décadas era de formas católicas impuestas por la sociedad. Pero eso tampoco era lo ideal" asegura. En el centro donde da clases, el descenso de católicos no se ha notado. Incluso han tenido un incremento en el último curso. Lo mismo sucede en el seminario mayor de Vigo, donde en la última década hay un "proceso ascendente", según señala el formador Santiago Vega. Eso sí, hablando de números muy modestos: ahora hay 17 seminaristas y dos diáconos. "Estamos en un momento de crisis de tipo económico y también espiritual, pero justo estos momentos son los que llevan a replantearse cosas. Y de ahí siempre surge algo nuevo", razona Vega.

Tampoco se resienten tradiciones como las romerías. No al menos las que se celebran en honor a la Virxe da Franqueira en A Cañiza. El párroco, Javier Alonso Docampo, explica se trata de una "manifestación donde confluyen sentimientos, afectos, tristezas, expectativas que se centralizan en una devoción concreta". También asegura que en los últimos años hay un aumento de asistencia a la ermita los domingos por "la necesidad de encontrar lugares que posibilitan tener silencio, vivir la reflexión, encontrase con uno mismo, sobre todo en momentos más tranquilos, cada día".

Al lado del supuesto aumento de la intensidad de la fe que explican estos religiosos, también hay un crecimiento de las manifestaciones que abogan por separar la religión del Estado. Hace unas semanas se constituyó la delegación gallega de la asociación Europa Laica. Su presidente, José Luis Valcarce, asegura que, aunque Galicia tiene un perfil un poco más conservador, hay una "tendencia imparable en la sociedad a distanciarse de la práctica de la religión". Critica que en la comunidad autónoma los límites entre el Gobierno y la Iglesia son cada vez más difusos en los últimos años. "Nosotros no queremos que desparezca el catolicismo, sino que no tenga una especial vinculación con los poderes públicos", sentencia.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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