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Precampaña electoral
Columna
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El circo de Telemadrid

Tranquilidad, que no nos van a dejar tranquilos. No nos permitirán tener unas elecciones en paz.

Cuando Valle-Inclán llegó a Madrid llevaba en su cabeza aromas de leyenda y sueños de pazos terribles, románticos y decadentes, descubrió entonces lo que era la corte madrileña y le provocó risa y pasmo así que retrató aquel mundo cortesano y bellaco, siempre grotesco. Para entender la política española en general, para comprender las barbaridades que publica cada día la mayor parte de la prensa madrileña y para conocer claro como agua el jaleo que arman estos días allí basta leer la Farsa y Licencia de la Reina Castiza y La Corte de los Milagros. Debiera ser el gran éxito de ventas en aquellas librerías.

Vendrán, más que nunca, a medirnos el acento, a contar cuántas de nuestras palabras decimos

Mientras, también nosotros debiéramos reflexionar sobre cómo nos dejamos encerrar en los estereotipos que crean otros: cuántas veces hemos tenido que oír o leer de voces o plumas de allí eso de !parece mentira Galicia tan atrasada y carca, tantos años bajo esa derecha!, y tumba que dale. Sentir vergüenza por las propias debilidades y defectos es necesario, pero a los gallegos se nos da demasiado bien avergonzarnos cuando nos jugamos los cuartos con tahúres sinvergüenzas. Nos resulta demasiado fácil llamar a la TVG "telegaita", con el doble afán de rebajar la dignidad del canal y al tiempo de nuestra gaita, pero debiéramos sintonizar algo a la televisión andaluza para sufrir menos de nosotros mismos, y mucho a Telemadrid para suspirar de alivio ante esa cueva de vulgaridad, mala leche y franquismo. Comparándonos, nuestros defectos no desaparecen pero se sitúan en su justa medida.

El teatro de Valle transforma los personajes, basados en personas reales, en figuras exageradas y esperpénticas, pero estos días vemos cómo en la corte de la comunidad de Madrid presidida por esa reina castiza sus protagonistas se comportan así, de forma esperpéntica. Hicieron de esa comunidad no una república bananera, sino un reino churrero. No quiero imaginar que algo así, la mitad de así, ocurriese en Cataluña, País Vasco o aquí. No lo quiero imaginar, pero deberíamos imaginarlo: lo que dirían de nosotros.

En esa esperpéntica caverna madrileña habitan dragones insaciables, querrán comerse nuestra cita con las urnas. En estas elecciones no nos van a dejar en paz, simplemente querrán impedir que nuestras elecciones no sean nuestras; querrán evitar que la ciudadanía gallega debata sus asuntos y tome sus decisiones soberanamente. Porque de eso se trata, de la soberanía de cada uno de nosotros y de la soberanía colectiva de este electorado, de esta ciudadanía.

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Vendrán esas atracciones del circo patrocinado por la calle Génova y levantado en la plaza de la Cibeles, los personajes del teatro de marionetas, del Barrigaverde madrileño, los actores del Retablo de las Maravillas. Vendrá el circo de Telemadrid y querrán meternos en su guión. Vendrán, más que nunca, a medirnos el acento, a contar cuántas de nuestras palabras decimos y a señalarnos cuántas podemos decir. Volverán a pasearse por nuestras carreteras y pistas para contarnos las banderas, sacarán a pasear en procesión a la santa, "santa lengua común". Tendremos estampas de una señora de Vigo, un señor de A Coruña o de Santiago que siente angustia porque sus hijos se ven inmersos en un mar de gallego, ¡como si no estuviésemos en Murcia! Una señora con tienda en Lugo que contará su experiencia: "Yo antes, como venía de la aldea, hablaba mucho gallego, pero ahora, desde que vivo en Lugo, se me quitó". No, no lo hemos soñado, lo hemos leído. Y nuestros ojos volverán a ver y nuestros oídos a oír tales milagros: personas que echan fuera al demonio y abrazan la lengua común. Métodos para ser gallego sin que se nos note. Bálsamos para blanquear la piel como Michael Jackson.

Un retablo de guiñol está vacío sin marionetas. Tendremos versiones locales de Esperanza Aguirre, Ruiz Gallardón, Rajoy; es posible que vengan los actores principales para reforzar el trabajo de sus dobles; puede que Manuel Fraga Iribarne vuelva a reencarnase en su personaje "Don Manuel" que tantos éxitos le reportó antaño. Volverán, como en la posguerra a predicar contra masones, rojos y separatistas, las misiones de predicadores a recorrer ciudades y aldeas, a amonestarnos y advertirnos contra el vicio de querer ser gallegos. Volverán, siempre los mismos.

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