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Un cura impulsa la apertura de la mayor fosa común del franquismo

Todo partió de un escrito anónimo enviado hace unos meses a la Comisión por la Recuperación da Memoria Histórica de A Coruña. Citando a "una de las pocas personas" aún vivas que "fue testigo de los hechos", el informante situaba en el pequeño cementerio de Vilarraso en Aranga (A Coruña) y encajonada entre una pared de la iglesia y una hilera de nichos, una de las mayores fosas de víctimas de la represión franquista en Galicia. En ese pequeño cuadrado de tierra y hierba, hoy sembrado de margaritas salvajes, reposarían, sin nombre ni recuerdo alguno, los cadáveres de más de una treintena de paseados, asesinados de un tiro por los represores franquistas.

Nadie sabía donde estaba esa fosa. Es la más grande, pero hay más en Aranga y sus alrededores, allí donde acaba la Terra Chá lucense y nace la escarpada Costa da Sal. Unas tierras regadas por el río Mandeo -cuyas aguas se tiñeron de rojo hace siete décadas por la sangre de tanto cadáver- y atravesadas por la Nacional VI en cuyas cunetas aparecían, según cuentan, "muertos un día sí y otro también". Un lugar de paso donde aparecían paseados de A Coruña y Lugo. "Hablar siempre se habló, quedan testigos pero hay aún mucho miedo y dolor, puede más la larga noche de piedra", se lamenta Alfonso Blanco. Es el sacerdote de la parroquia de Santa Mariña, del otro lado del río, en tierras ya lucenses de Guitiriz.

El párroco lleva tiempo tratando de desenmarañar y poner al descubierto "esta losa" de silencio y olvido "que oprime las aldeas". "Es un acto de justicia", afirma Alfonso Blanco, "recopilamos datos e historias con toda la precaución y respeto por el dolor de las familias que no quieren remover el pasado, pero tampoco podemos mirar para otro lado, esos muertos son patrimonio de todos, murieron por unos ideales y por soñar con una sociedad que hoy nosotros disfrutamos".

El cura trabaja en esa campaña de "sensibilización" y en busca del reconocimiento de las víctimas aún anónimas del franquismo junto al joven Santiago Fernández. Éste es vecino de San Vicente de Fervenzas, otra parroquia de Aranga donde también fueron enterrados anónimamente algunos de las decenas de cadáveres que en los primeros meses tras el golpe militar de 1936 que dio lugar a la sangrienta Guerra Civil aparecían tirados con "herida perforante de cráneo causada por disparo de arma de fuego", según la fórmula empleada en las actas de las causas criminales abiertas en la Audiencia Provincial y que se guardan en el Archivo del Reino de Galicia. Santiago tiene en su página web (www.fervenzas.es) el listado de esas víctimas sin nombre con la esperanza de que algún familiar encuentre a un "desaparecido" en aquellos terribles años. Las fosas sólo podrían abrirse para identificar a los enterrados si lo solicita un familiar.

"Si las leyes aún no ayudan, que sea la memoria la que haga justicia", afirma Blanco. El sacerdote y el joven de Fervenzas preparan una campaña de "sensibilización" y de homenaje a todas esas víctimas. Habrá recitales de poesía y se proyectarán películas sobre la represión en Galicia. Tienen también en proyecto la colocación, al pie del Mandeo, de un "símbolo" en memoria de esos asesinados sin juicio ni explicación y a los que no se podrá poner nunca nombre. Ese símbolo "pero no un monumento" se vería "desde lejos" y representaría una paloma de hierro, incrustada en la caballera de una mujer.

Gracias al anónimo sobre la fosa de Vilarraso, los historiadores Emilio Grandío y Eliseo Fernández realizaron un informe con la recopilación de datos del Registro Civil de Aranga y de las causas judiciales que se cerraban nada más abrirse por falta de datos sobre "el autor o autores de los hechos": calculan que allí están enterradas 29 personas. Sólo se conoce la identidad de nueve.

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Luis Lamela, uno de los historiadores más activos en tratar de arrojar luz sobre las víctimas de la represión franquista en A Coruña, también publicó hace tiempo la relación de paseados hallados muertos en Aranga y su entorno.

La inmensa mayoría figuran, aún hoy, como "desconocidos", muertos por "disparo de arma de fuego" y enterrados sin nombre en camposantos de Aranga y otros municipios colindantes. En el de Santa Mariña, hay media docena, según los testimonios recogidos por el párroco. Cada año, el día de Todos los Santos, les dedica un recuerdo en su homilía, aunque no sepa quienes son. Un anonimato y un olvido que "duelen", asegura Blanco. "No hay día que no pase por esta carretera, por el Mandeo o por la Castellana, y no me acuerde de ellos". Pero ahora, con ayuda de historiadores y la Comisión pola Recuperación da Memoria Histórica, se ha dado un importante impulso para sacar a la luz estas víctimas olvidadas de la represión. Alfonso Blanco cree que la apertura de las fosas, indispensable para tratar de identificar a los "desaparecidos", es "imparable" pese a todas las dificultades legales. Se calcula que son más de 80 enterrados en Aranga y su entorno, de acuerdo con los datos del Registro Civil.

Puede que sean más, ya que no se anotaban a todos. Hay familiares, como los de un guerrillero desaparecido de Oleiros, que ya han empezado a preguntar por esas fosas. "Hay gente que sigue buscando a los suyos y quiere saber".

El cura Alfonso Blanco (derecha) junto a Santiago Fernández, sobre la fosa.
El cura Alfonso Blanco (derecha) junto a Santiago Fernández, sobre la fosa.GABRIEL TIZÓN

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