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Entrevista:MANUEL RIVAS | Escritor

"Me daría mucho miedo escribir un 'best seller"

L'éclat dans l'abyme (El resplandor en el abismo, subtitulada Memorias de un auto de fe, en traducción de Serge Mestre, Editorial Gallimard) fue también una de las diez obras seleccionadas por Radio France, que emitió fragmentos a lo largo de una semana. L'éclat, la traducción al francés de Os libros arden mal, ha sido portada en el diario Libération y Rivas objeto de entrevistas en Le Monde y Le Figaro. Para celebrar el 80º aniversario de la colección Du monde entiere, Gallimard ("entrar en su sede fue como entrar en el primer círculo de la literatura") escogió uno de los relatos de A língua das bolboretas para difundirlo por todo el mundo. Un éxito que atribuye a "una simetría de lo casual y de la causalidad. La literatura es como el andar de Charlot, y yo fui a París como él, como un vagabundo que anda teóricamente sin rumbo".

"Vivo a la inversa lo de ser revolucionario de joven y conservador de viejo"
"En A Coruña 'Os libros' fue casi una novela clandestina, leída en secreto"
"Escribo por obligación ante una injusticia cada vez más esperpéntica"

Pregunta. Sus obras han sido traducidas a una veintena de idiomas, incluidos algunos tan exóticos para nosotros como el japonés. ¿Pero esperaba esta reacción en Francia?

Respuesta. Siempre pensé que esta novela tendría una vida más oculta, por su propia naturaleza. Cioran decía que toda obra debía de ser un peligro y ésta lo era en cierta forma, creía que tendría un discurrir más clandestino, de boca a boca. Pero la literatura en Francia es un ecosistema distinto, hay una cierta apuesta por los libros peligrosos.

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P. ¿Tendría que ver la tradicional pasión francesa por la Guerra Civil Española?

R. Os libros transcurre desde el siglo XIX hasta nuestros días, y de lo que trata es de la historia dramática de la cultura, es como el pan, una masa de lenguaje que fermenta por el deseo y es corroída por la muerte. Las cosas que aparecen en el libro son experiencias sufridas por muchos países, y a los franceses les pasó lo mismo, pero lo resolvieron de forma más honorable. Allí a nadie se le ocurre plantear una equidistancia entre Pétain y la Resistencia. Aquí la anomalía es que parte de las élites, de periodistas e intelectuales, sufren el síndrome de Creonte, que condenó a Antígona porque le recriminó el castigo que había impuesto a sus enemigos más allá de la muerte, impidiendo que fuesen enterrados dignamente.

P. En Galicia la acogida fue buena, pero más discreta mediáticamente.

R. En A Coruña fue casi una novela clandestina, a pesar de que hace de la ciudad el centro del mundo, y su primer círculo concéntrico es la Torre de Hércules, tan reivindicada ahora. Fue bastante leída, pero secretamente, como una obra a silenciar. El otro día, entró en la Real Academia Galega un sabio británico, John Rutherford, un filólogo de nivel mundial, premio nacional de traducción en su país, y aquí más de un periódico ni dio la noticia. Cuando Vargas Llosa entró en la Academia Española fue portada en todos.

P. ¿Os libros está cumpliendo la encomienda que una vez le hizo Torrente Ballester de que usted era el llamado a escribir El Quijote en gallego?

R. Siempre tomé eso como una ironía de ese mirlo burlón que era Torrente. Está bien provocar a los escritores. La cuestión de fondo en este momento no es un desafío exterior, sino interior. No tiene que ver con el resultado, sino con el camino, en ese andar de vagabundo para abrirse paso contra la estupidez, la propia y la de la época.

P. ¿Es su obra más redonda?

R. Me gusta escribir hablando, y hay momentos en que dices: esta sí es la boca de la literatura, cuando lees algo que produce una sensación mental y física, como escuchar una fuente. Mi padre hacía pozos, y el único en el que no encontró agua fue en el de casa, por mucho que cavara. Vas en busca de agua, pero la literatura es el pozo. Comencé la novela con mucha decisión, y a la mitad estuve a punto de dejarla así. Tenía muchas notas y estaba horrorizado, lo que veía era demasiado duro, "mejor salir de este pozo" me dije. Lo que me hizo seguir fueron los personajes, como la última lavandera coruñesa, que me reprochaba: "Yo con este lote en la cabeza, ¿y tú te quedas parado?". Y seguí a los personajes, porque ellos sí tenían energía.

P. ¿En qué anda ahora?

R. Al acabar la novela me quedé con ganas de escribir, con esa "mirada fértil" que decían los pintores flamencos. Estoy escribiendo mucha poesía, en la línea de ir más allá de Mohicania y Libro de Antroido. Estoy también con otra novela, diferente, cuyo trazo principal será el humor, una especie de conjuro. Tengo la cabeza hecha un bombo, porque también me gustaría hacer algo en el campo dramático, pero no tengo valor suficiente. Como decía Kafka, está bien tener valor, pero a veces hay que saber esperar por las cosas. Pero estoy haciendo lo que quiero, y en un camino de continua transgresión. Como decía un crítico norteamericano del siglo XIX, creo que hay escritores rostros pálidos y pieles rojas, os conformistas e os que arriscan...

P. Hay un libro que está a punto de salir...

R. A corpo aberto (unha ollada indie) saldrá el mes que viene. Son algunos textos conocidos y otros desconocidos, un viaje en el tiempo desde el periodismo de As Encrobas a hoy. Comienza con un viaje a la España apocalíptica, que llamo la del Último Día; pasa por un capítulo que es A amnesia retrógrada, otro, A revolución do mar, donde doy mi visión más personal de Nunca Máis, de la expedición de O Xurelo [contra los vertidos radioactivos en el mar] y sigue con Reexistencia, como cuentos periodísticos sobre la naturaleza. El último trabajo es una mezcla de relato-manifiesto-ensayo, Hai vida antes da morte?, sobre el burn out, el síndrome del quemado, el infarto del alma, el símbolo de este tiempo, del capitalismo impaciente, o delincuente...

P. ¿Cómo sobrelleva el Jeckill literato y el Hyde periodista?

R. En ocasiones escucho eso de que hay que saberse retirar a tiempo del periodismo. La literatura es un espacio de gozo y el periodismo, el del ring. Cuando el demonio me dice al oído "sé bueno y retírate", me rebelo contra esa idea, todavía estoy en una fase de adicción. Ahora tengo un viaje a Estados Unidos, voy a cinco plazas, y a ver cómo dejo resuelto lo de los artículos.

P. Sus artículos revelan ahora una beligerancia que antes antes era más soterrada.

R. Vivo a la inversa ese proceso de ser revolucionario de joven y conservador de viejo. Escribo como siguiendo una extraña obligación ante un mundo que cada vez muestra de forma más esperpéntica la injusticia. Cada vez formo más parte del Partido del Hombre Rebelde. Hoy decir un no es la forma más urgente de decir un , una especie de reacción ante el acomodo del periodismo. Cada vez es más necesario un periodismo indie, una mirada independiente y crítica.

P. ¿Siente las mordeduras del éxito?

R. La verdad es que no. Ese concepto está desplazado del mundo de la literatura. Uno de los vagabundos de la plaza [San Agustín, cerca de su casa] me dice: "No te preocupes, algún día escribirás un best seller!" Me daría mucho miedo. Hubo temporadas en las que sentí más vértigo que ahora.

P. Tiene una fama de "santo laico" que por una parte seduce, pero por otra puede irritar.

R. Eso me recuerda lo que le dijo un cura de O Carballiño a Mariquiña, una feligresa tan devota como guapa, para sacarla de su inocencia: "Mariquiña, todos los santos tienen picha".

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