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Reportaje:

El fin del mito de la ortiga

Estudiantes de enseñanza secundaria compiten en A Coruña por los premios de investigación científica Luis Freire

Otro mito que se cae: aguantar la respiración para evitar la molesta urticaria que produce el contacto de una ortiga sobre la piel no sirve de nada. Hay excepciones a la regla, pero mínimas. El metódico trabajo de cinco adolescentes del instituto Moncho Valcárcel de As Pontes, que probaron con 90 compañeros cobayas de su escuela, arrojó resultados "definitivos": la ortiga pica y escuece

Ganaron ayer el primer Premio Luis Freire de investigación científica para escolares, que organiza cada año los Museos Científicos Coruñeses entre centros de enseñanza secundaria de toda Galicia. Era la novena edición de este concurso y la calidad de los cinco ensayos finalistas que sus jóvenes autores expusieron en la Domus de A Coruña fue tal que hasta el jurado, formado por profesores, fue incapaz de llegar a un veredicto unánime.

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Ahí quedaron las conclusiones. La ortiga pica. Ojo con las pistolas de juguete que llevan balines: no son inocuas y pueden llegar a causar daños importantes tanto en las personas como en los animales. Un cohete, propulsado por la fuerza del agua y el aire, alcanza una altura de hasta 23 metros. El mar puede ser una alternativa para regar legumbres, en tiempos de sequía. Y el refrán popular "la luna de octubre siete meses cubre", según el cual el invierno será lluvioso si hay aguacero la noche de luna llena de ese mes, es otro mito falso. Al menos en Moaña, según las averiguaciones de tres estudiantes de esa localidad pontevedresa, que se quedaron de quintos en la final.

Resolver la incógnita sobre el supuesto antídoto respiratorio al ácido fórmico que contiene la ortiga tenía su complejidad. El equipo de As Pontes se tomó muy en serio la investigación para la que contaron con la entusiasta colaboración de 90 escolares para someterse a unas pruebas rigurosas: se calculó el tiempo de apnea necesario (20 segundos), se delimitó la superficie de piel que sería rozada con una ortiga y se vendó los ojos a los cobayas "para evitar picores psicológicos" y que no pudieran ver si el contacto era de ortigas o de begonia.

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"Les ortigamos y la prueba fue definitiva": de los 90 voluntarios, 81 sufrieron, pese a aguantar la respiración, el picor de la ortiga y la correspondiente roncha en su piel, medida y fotografiada como prueba. "El resto fueron casos raros porque a seis sí que les funcionó el no respirar y tres no presentaron ninguna reacción".

El mar queda muy lejos de Verín, pero tras ver un documental sobre el grave problema de sequía que padece Israel y "ante el inminente cambio climático" del que tanto se hablaoyen hablar, tres estudiantes de esta localidad orensana investigaron si el agua salada podría ser un remedio para asegurar el riego de los cultivos. En el laboratorio de su instituto, plantaron lentejas, habas y garbanzos y experimentaron durante meses con distintos sustratos y concentraciones de sal en el agua hasta averiguar que sí, funciona. "Se puede aprovechar el agua del mar para regar", sobre todo las lentejas, siempre y cuando no sea demasiado salada (30 gramos de sal marina por litro).

Pilar Atanes, Laura Rodríguez y Tamara García, del Instituto Castro de Baronceli, sólo recibieron un accésit, pero causaron admiración en el jurado por una investigación que se proponen continuar.

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