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La financiación de la universidad: algo más que un mero presupuesto

Profesores piden redistribuir la inversión y primar los objetivos

Pablo Linde

En pocos meses, el Sistema Universitario Galego (SUG) tendrá por delante un panorama totalmente distinto. Dos de sus tres rectores habrán cambiado y deberá contar con un nuevo sistema de financiación que determinará buena parte de sus proyectos para el futuro. Para eso, los vencedores de los comicios que se celebran dentro de unos días en Santiago (USC) y Vigo tendrán que unir fuerzas con el rector de la Universidade da Coruña, José María Barja, y pelear por cada euro con la Consellería de Educación, que plantea un panorama en consonancia con la coyuntura económica.

Pero la financiación de la universidad no es sólo el dinero que las autonomías le transfieren anualmente -también reciben del Ministerio de Educación, de la Unión Europea y de otros organismos públicos y privados-, aunque sí es la partida fundamental. El sistema está lleno de aristas y las formas de recaudar fondos pueden presentarse de muchas maneras. Y casi tan importante como la cifra que consigan es el aprovechamiento y el enfoque que se le den a los gastos, que pueden primar los objetivos, la investigación y las nuevas plazas.

La enseñanza superior gallega es una de las peor subvencionadas
Catedráticos e investigadores reclaman un nuevo enfoque en el gasto

Lo cierto es que hoy por hoy el dinero que el SUG recibe es comparativamente menor que la media española. Está por debajo del 0,8% del PIB gallego, una cifra muy inferior a la que, por ejemplo, se destina por término medio en la UE (1,3%) o en la OCDE, donde llega al 1,4%.

Entre la heterogénea muestra del colectivo universitario consultado por este periódico -una decena de destacados catedráticos, investigadores, profesores y alumnos sin función directiva-, la mayoría coincide en que este porcentaje debe subir, al menos hasta el 1%, aunque ven difícil que lo haga, más aún tras los recortes sociales anunciados por el Gobierno central.

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Alberto Vaquero, profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo, que ya realizó un estudio sobre el sistema de financiación vigente (2005 / 2010) advierte del peligro de caer en la tentación de rebajar la financiación: "Si bien no siempre gastar más implica mejores resultados, siempre que se ha reducido el nivel de gasto, los indicadores de resultados han descendido. El gasto en educación es siempre una inversión".

Hace hincapié en que no se debe establecer un presupuesto arbitrario, sino realizar un análisis previo de la situación financiera y planificar. "En el antiguo plan no había referencia alguna a indicadores tan generalizados como el gasto en educación universitaria en relación con el PIB regional o el gasto por alumno. En efecto, la aproximación de Galicia a la media de España, de la UE y de la OCDE debería ser uno de los objetivos. Desgraciadamente, los recortes en educación superior suponen un retroceso para conseguir alcanzar el indicador del 1,5 % del PIB fijado en 2015 por el Ministerio de Ciencia e Innovación".

También es partidario, como otros colegas suyos, de apostar por los contratos programa, de forma que si la universidad logra una serie de objetivos, se le premie con financiación adicional, un modelo que ha funcionado en Cataluña o la Comunidad Valenciana pero que parece resistirse en Galicia.

En esta misma línea, Carlos Pajares, catedrático de física teórica y ex rector de la Universidad de Santiago, pone un ejemplo de financiación por objetivos: "Se puede estudiar la inserción laboral de los graduados y premiar si en cuatro años se mejora. Es una manera indirecta de mejorar la enseñanza".

En el otro extremo está José Carlos Bermejo Barrera, catedrático de historia antigua de la USC. "No es cierto que la universidad esté mal financiada", afirma tajante. En su opinión, el primer problema es que el SUG es un "disparate". "No puedes tener titulaciones quintuplicadas y otras con tres alumnos. Los rectores no tienen derecho en esta coyuntura a pedir más dinero cuando lo gastan de una manera poco responsable", explica. Se queja de gastos excesivos en profesorado, en edificios "innecesarios" y de la falta de control de todo esto. Pone como ejemplo que la USC gastó en los últimos tiempos dos millones anuales en protocolo.

También tiene Bermejo Barrera un discurso completamente heterodoxo cuando habla de investigación. "Es una mentira que sirva de motor económico de un país. ¿Qué relación tiene la Universidad de Vigo con Citroën? ¿Qué han hecho las universidades por la vacuna de la Gripe A? Nada, cuando de la investigación se saca dinero la lideran las empresas. La universidad está para otras costas y dos terceras partes es la enseñanza", sentencia.

Juan Freire, antiguo decano de la Facultad de Ciencias de la Universidad de A Coruña, tiene un discurso distinto, pero coincide en señalar la mala administración de la financiación. "Lo importante no es tanto el número, sino cómo se gasta. Es un sistema poco efectivo y poco productivo. En investigación, se concede financiación en función del pasado, no del futuro. Habría que pagar según los resultados", opina. También critica la burocracia, que en muchos casos no permite crecer. "Las universidades no saben gestionar más financiación por un problema de infraestructura, algo que pasa con todas las administraciones públicas", concluye.

El reto de investigar en tiempos difíciles

Una señal de la indefensión de los investigadores universitarios es que varios de los consultados por este periódico no quisieron dar sus nombres a la hora de hablar del tema de forma franca. Se repitieron adjetivos como "caciquil" o "turbio". Por eso, algunos de los que tienen una beca prefieren no hacer ruido para poder continuar en la universidad sin crearse enemistades.

José Luis Capelo, un investigador de brillante currículum que disfruta de una beca Parga Pondal en la Universidad de Vigo, asume que "falta transparencia" a la hora de adjudicar las ayudas. "Cuentan los méritos. Y muchas veces tú sabes cómo evalúan los tuyos, pero no los de los demás. Es un sistema que se presta mucho a las manipulaciones", dice.

En esta dinámica manchada por el amiguismo -"faltan controles", asegura otro investigador-, hay también una gran escasez de recursos, en opinión de casi todos los que se dedican a la investigación. Belén Rubio, catedrática de geología marina de la Universidad de Vigo, hace sobre todo hincapié en esto y lamenta que cada vez es más difícil conseguir financiación para buenos proyectos. "Los currículos son muy buenos y se dan menos ayudas, por lo que es fácil que investigaciones muy valiosas se queden sin hacer por falta de dinero", lamenta. También asegura que son crecientes las trabas para conseguir buenos materiales. "Antes todos los años sacaban convocatorias, ahora son cada vez más escasas", añade.

En opinión de Capelo, el gran problema de la investigación en España es endémico: "Hay falta de interés por parte de la Administración. Otros países como Portugal, con una situación económica muy difícil, están manteniendo los presupuestos en I+D; aquí se recortan".

Y si para estos dos investigadores, que proceden del ámbito científico, es difícil acceder a ayudas, aún lo es más para quienes se dedican a las humanidades. Leida María Mónaco, que acaba de ser distinguida con el Premio Nacional de la Excelencia Académica, asegura que en su área los medios suelen ser mucho más precarios y las becas están todavía más disputadas.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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