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Columna
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La fusión prometida

Cerrado el pacto de las cúpulas directivas, con el tradicional reparto del poder entre caballeros, y avanzado el acuerdo con los sindicatos para proceder a un ajuste laboral "old fashion", generosamente financiado con recursos públicos, llega el momento de preguntarse: ¿Es esta la fusión que nos prometió la Democracia Feijoniana? Conviene recordar que la fusión prometida pasaba, textualmente, por devolver las cajas "ao pobo de Galicia", asegurar la "galleguidad" para que las decisiones se siguieran tomando aquí porque "o importante é que Galicia saia máis forte", hacer una caja "viable y solvente" y garantizar la autonomía "do sistema financiero galego"

Empecemos por la devolución al pueblo. Tras el primer susto, que en su literalidad colectivizadora llevaba a imaginarse a los niños en las Galiñaescolas recitando las obras completas de Alberto "Ché" Feijóo, ya se nos aclaró en su día que no se trataba de instalar el modelo de Koljoses y Soljoses. El objetivo era dotarnos de un marco legal que asegurase un mayor control democrático sobre las entidades, tanto de sus clientes como de las instituciones. A expensas de lo que resuelva el Constitucional, la nueva regulación amplía la presencia pública. Pero el proceso de fusión ha dejado claro que, de momento, ni existe la voluntad política de utilizarla, ni ha significado un mayor control público sobre las decisiones.

Las decisiones se siguen tomando aquí; y además como siempre y por los de siempre

En primer lugar, por los continuos juramentos de unos y otros, poniendo a Dios por testigo, de cómo los políticos serían expulsados de las cajas con la misma santa indignación con que Jesús arrojó a los mercaderes del templo. En segundo lugar, porque el nuevo marco legal no sólo autoriza la entrada de capital privado a gusto del consumidor, sino que tan siquiera tal penetración ha de ser autorizada por el gobierno autonómico. Un gran avance para la transparencia, si se considera que el mejor representante de la soberanía popular es Emilio Botín, o cualquier banquero con posibles para participar en una caja de ahorros.

El asunto de la "galleguidad" pinta más claro. No cabe duda que las decisiones se siguen tomando aquí; y además como siempre, donde siempre y por los de siempre. Lejos de alterar el estatu quo, o significar la renovación de las sobradamente experimentadas direcciones de las entidades, la fusión blinda su pervivencia al menos durante tres años. Después, el Señor proveerá.

Sobre la fortaleza y solvencia de la marca emergente y su eficiencia al servicio de la economía gallega, todo está aún por decir. La opacidad que caracterizaba el proceso cuando la fusión era una historieta de héroes y villanos, se ha erigido en norma ahora que el proceso vive una exaltación permanente a la amistad. El rayo de luz que Europa obligó a arrojar con los famosos "stress test" permite saber que, aunque su situación ha empeorado en el último año, entidades y proyecto se hallan en condiciones de superar el desafío, contando con los 1.162 millones del FROB, a su nada barato tipo de interés. Una cosa si podemos dar por segura los gallegos, no como pueblo sujeto de soberanía sino como clientes titulares de cuentas. Hace un año podíamos escoger entre dos entidades compitiendo por nuestros ahorros. En el futuro, no. La caja emergente puede resultar más fuerte y solvente, pero nuestra posición como consumidores se verá debilitada al reducirse nuestras opciones para elegir.

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En cuanto a la autonomía del sistema financiero gallego, la cara de sentirse víctima del timo de la estampita que parece habérsele quedado a la actual, y silenciosa, dirección del BNG lo dice todo. Pero tampoco conviene dramatizar. El plan maestro del gran timonel no varía. Sólo es un pequeño retraso. Populares y socialistas pueden reír cuanto quieran repartiéndose el poder en la casa de la caja naciente, o engañarse pensando que han usado y tirado al nacionalismo otra vez. No saben lo qué les espera. La victoria se acerca. Sea como sea, se acabó el hablar. La verdadera fusión de las cajas empieza ahora. De momento, tiene pinta de ir a ser aquello que los de siempre quieren que sea, no la prometida; pero doctores tiene la Xunta de Galicia.

antonlosada.blogspot.com

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