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Columna
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El fútbol de Carducho

Empieza la liga de fútbol y se desatan las pasiones. En este ámbito se pueden llegar a encontrar explicaciones para casi todo. Pero quizás el debate más encendido sea aquél en el que las discusiones se centran entre la consideración del fútbol como arte y espectáculo, y aquella otra que viene derivada de enmarcar esta actividad como empresa. Esta temporada llaman la atención dos modelos de actuación. Ambos buscan pulverizar los marcos espacio-temporales, caracterizados por la eficacia y la rapidez en su obsesión de ganar tiempo para obtener resultados diferentes. Se trata de encontrar puntos de referencia y estilos de vida distintos. Los dos grandes equipos, Madrid y Barcelona, desean apostar por un modelo propio, sin tener que amoldarse a un estilo preconcebido y concreto, aun cuando día a día vayan perdiendo dicha especificidad y las propias identidades y sentimientos de pertenencia a cada equipo se vayan diluyendo poco a poco. Se observa, en suma, que cada vez están más condicionados por la oferta comercial y por su papel mediático.

Los clubes están cada vez más condicionados por la oferta comercial y por su papel mediático

Sirva este preámbulo para contextualizar lo ocurrido esta pretemporada. A juicio de ciertos sociólogos, estamos en una sociedad en la que se está extralimitando la hipermercancía y cada vez, en ese marco, se enfatizan con mayor nitidez e intensidad objetivos más ambiciosos. Un ejemplo es la cantidad que se dispone para fichajes, lo que se paga por los jugadores y la fórmula bajo la cual son contratados. Observamos, por tanto, que los clubes (o sociedades) de fútbol ya no se contentan con valorizar los productos, sino que desean promover visiones del mundo, lanzando ideas y defendiendo valores pensando en la fidelización permanente de los clientes. Se busca, en consecuencia, no solo potenciar necesidades sino crear vínculos emocionales con la propia marca. Porque, a fin de cuentas, la promoción de la imagen se ha vuelto más importante que el producto. Por eso, se busca intelectualizar la derrota, y evitar la cultura de la insatisfacción de los aficionados cuando su equipo pierde.

Bajo esta perspectiva, antiguos delanteros del fútbol regional de Galicia, como el isleño Carducho, cuando me ayudan a escudriñar la evolución histórica de este deporte, me indican que es necesario separar la parte deportiva y creativa de la parte comercial. E incluso apuntan que, siguiendo esta última, todavía quedan nuevas fases como los cambios en lo tocante a la estructura financiera de las sociedades o las nuevas fórmulas de competición que incluirían, entre otros, aspectos ligados a la exclusión de clubes y amplios poderes para influir en comportamientos individuales y colectivos.

De resultas de esto, subrayamos la disociación entre lo que es el fútbol y lo que es un proceso de promoción de marcas. Del primero, extraemos etapas y distintos procesos de innovación técnica. Del segundo, subrayamos las políticas de sinergias comerciales y el aumento del tiempo medio delante del televisor, con el consiguiente rédito comercial.

Estamos olvidando la tradicional concepción del fútbol como arte y espectáculo. Por eso, Carducho me apunta las cuatro grandes etapas del fútbol y sus correspondientes innovaciones. Se empieza con Di Stéfano cuando introduce el concepto de esconder la pelota al contrario. Se continúa con Kubala, que le proporciona a la pelota un efecto que provoca una rosca en la trayectoria del balón. O cuando Pelé inventa la vaselina en el Mundial de Chile, con aquel antológico remate; y finalmente, Johan Cruyff, cuando adopta dos nuevos criterios, pegar al balón con el exterior de la bota y hacer la bicicleta para doblar a los contrarios. Estas consideraciones sobre la evolución técnica del fútbol empiezan a quedar relegadas en los estudios y, por el contrario, comienzan a emerger los nuevos rasgos de ingeniería financiera futbolera, como la que efectúan ciertos presidentes a la hora de presentar sus respectivos planes de empresas.

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Vemos, pues, cómo se entremezclan los dos planos, el técnico y el financiero. Bajo el primero, adivinamos la innovación, el arte, la magia, el buen gusto, la clase, la técnica. Podemos distinguir el posicionamiento táctico, la presión, los ritmos. Bajo el aspecto financiero, sólo adivinamos operaciones mercantiles, complejos procesos de amortización o malvenda de jugadores.

Corolario: también en el fútbol es preciso apostar por el I+D+i; o por el contrario, le echaremos la culpa a los árbitros.

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