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Reportaje:

La historia que faltaba por contar

Mónica Bar traza en un libro la cronología del feminismo en Galicia

Como la chica de la imagen, una afiliada coruñesa de la Asociación Galega da Muller que enarbola una bandera con el símbolo internacional de la lucha por los derechos de las mujeres, "además de organizar los propios, las feministas estaban presentes en todos los actos reivindicativos que convocaban los partidos políticos de izquierda para manifestarse", recuerda el fotógrafo Xurxo Lobato, autor de la instantánea, tomada durante una fiesta del Partido Socialista Popular (PSP) celebrada en Mera (Oleiros), en junio de 1977. Publicada originalmente en uno de los últimos números del semanario Teima, vuelve a la luz estos días en la portada del libro Feministas galegas. Claves dunha revolución en marcha (Xerais, 2010), la primera historia del movimiento feminista en Galicia escrita por la investigadora Mónica Bar Cendón.

"Con mi mujer no hables" les decían a las feministas los hombres de izquierdas

Vinculada al consejo de redacción de la revista Festa da palabra silenciada desde 1993 y estudiosa en materias de igualdad e impacto de género, Bar (Vigo, 1962) se propuso rastrear los pasos de las primeras feministas gallegas con la intención de abrir una vía hacia el análisis de las luces y sombras de una corriente de pensamiento y de acción propulsora de unos hechos históricos que faltaban por contar y que resultaron ser determinantes "en la consolidación democrática". "Desconocer la historia puede hacernos claudicar de nuestros derechos; es preciso conocer lo que costó conseguirlos para defenderlos, especialmente en épocas de crisis e involución, en las que las primeras conquistas que se pierden son las de las mujeres", reflexiona la autora. Bar expone su preocupación por el anteproyecto de ley del gobierno de Feijóo para la supresión del Servizo Galego de Promoción da Igualdade, creado por la Lei 3/1991 en tiempos de Fraga, y el traspaso de las funciones y competencias del organismo autónomo, antes Dirección Xeral adscrita a varias consellerías y desde abril de 2009 en el organigrama de Presidencia, a la Secretaría Xeral de Igualdade, también de Presidencia, por razones de "coordinación, eficacia administrativa e unidade na materia", según recoge el documento.

A falta de una sistematización previa y de las fuentes documentales oficiales que permiten investigar casi cualquier otro movimiento civil, Bar se las ingenió para construir las piezas de este puzzle partiendo prácticamente de cero y diseñar una metodología en la que cupieron la emotividad y la intuición, como no podía ser de otro modo al tratarse de una revolución que comenzó por poner patas arriba la propia vida de sus actoras. La información contenida en el libro es fruto, en su mayor parte, de entrevistas personales con las protagonistas de los albores del feminismo gallego, en la Transición. También de consultas a los archivos particulares que guardaron, con más o menos celo, panfletos, manifiestos y convocatorias de seminarios y movilizaciones devenidos de una efervescencia colectiva, diversa en lo ideológico y unida en la acción, que además tomaba posición pública con cada reforma política y que costó la cárcel a no pocas mujeres. "Casi todos los papeles carecían de fecha y firma, síntoma de su elaboración como discurso sin ánimo de trascendencia, por lo que cotejar su veracidad fue una locura a veces interminable", explica.

Esos testimonios, redactados casi con unanimidad en gallego, confirman el compromiso con la lengua como rasgo característico del movimiento feminista gallego a diferencia de otras nacionalidades históricas, y su sello culturalista, abonado por intelectuales comprometidas con la causa. Mujeres cultivadas que en algún momento padecieron cierto desprecio por parte de las dirigentes obreras, precursoras del feminismo en tareas asistenciales en las fábricas.

Los testimonios no olvidan señalar con dureza lo mucho que tardaron los bisoños partidos de izquierda, también el galleguismo nacionalista, en escuchar la voz de las feministas, no ya la de las independientes, ni siquiera la de las afiliadas a sus mismas formaciones. "Tú piensa lo que quieras, pero con mi mujer no hables", espetaban sus compañeros masculinos a muchas de las que ejercían la doble militancia. En el partido como en casa, "nuestras demandas eran un elemento de distracción de los temas verdaderamente importantes, aunque nosotras siempre estuviéramos apoyando sus proclamas". Como en aquella fiesta-mitin del PSP en Mera.

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Ya no están solas

Las peleas que se prolongan hasta el presente (violencia machista, aborto, libertad sexual, igualdad efectiva en el trabajo, entre otras) explican el carácter de "revolución en marcha". La diferencia es que los grupos de presión feministas ya no están solos: los postulados continúan saliendo a la calle en las pancartas al tiempo que han ido calando "hasta formar parte de los asuntos de Estado en la actualidad", observa Bar. En este ámbito, cita la creación de leyes, estructuras políticas en los gobiernos, canales de representación en ayuntamientos y federaciones vecinales y la entrada en las instituciones académicas, como la Cátedra Caixanova de Estudos Feministas de la Universidade de Vigo

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