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Columna
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La lengua, las caixas y el liberalismo

Los dos temas que, de momento, son los principales en la agenda mediática gallega, la lengua y la fusión de las cajas, caminan por senderos que se bifurcan, que diría Borges. La lengua ha sido y es una pésima noticia para Feijóo, y ahora está claro que siguiendo con su decreto (y seguirá) va a tener enfrente, probablemente hasta 2013, a una mayoría social que se lo va a recordar cada mañana. También es posible que este tema, tan humillante, n mi criterio, para Galicia, le pase una factura irreversible en las próximas elecciones autonómicas, para las que "sólo" quedan tres años, uno menos ya de los cuatro legislados. El tiempo nos lo irá diciendo.

Pero si la lengua es su cruz, las caixas pueden ser su flotador durante un tiempo. La lectura madrileña de estas cosas siempre es la misma, las haga Feijóo o el Bloque (los dos en este caso): son cosas de nacionalistas radicales. Y con ese brochazo celeste de "nacionalista radical" Feijóo neutraliza la pintura azul mahón y fauvista de inmenso "antigallego centralista" que se había echado por encima a sí mismo con el absurdo y regresivo decreto. Y ya tenemos al presidente recién lavado y nuevo pese al dictamen del Consello da Cultura Galega (excelente): tiene un amplio y jugoso campo de juego con el tema de las caixas.

La posición ultramontana e incierta de Feijóo sobre el gallego sólo le traerá disgustos

Quizá hubiera podido José Blanco, que parece llevar la iniciativa socialista en esta cuestión, actuar con mayor sentido de la oportunidad para evitar que el tema pudiera usarse como agravio localista (localista, no nacionalista, ojo a la diferencia) y presentar, de paso, datos públicos y suficientes sobre el estado de cuentas de ambas entidades, pues la línea de defensa de los socialista en Madrid es esa: ¿cómo se van a unir dos cajas en un estado de cuentas más bien malo?

Bueno o malo ese estado de las caixas, ese motivo económico no parece suficiente para conformar a otros niveles de la realidad, como el político y el que ataña al oxígeno financiero de las elites gestoras y económicas locales, a las que se les va un juguete (roto) que otros van a disfrutar. Yo también creo que ambas cajas deben fundirse y que su control debe seguir en Galicia, y creo que lo otro es malo para Galicia, malo para el PSOE y peor para el PSdeG.

Nos podrían abreviar el contencioso y llegar a un rápido acuerdo final (fusión) sobre una rápida y previa discusión de algunos puntos a debatir y que afectan al control de las entidades y otras minucias. Total: dos o tres días sentados alrededor de la mesa redonda del Rey Arturo (Fernández Ordóñez) y una solución aceptable para todos, no sé si para el BNG, que quizá viera una oportunidad para descolgarse del frente localista aprovechando algún exceso de celo por mantener el control a distancia del Rey Arturo o del mismo José Blanco, dos buenas cabezas, por cierto.

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Espero que se arregle lo mejor posible. Las cosas de dinero acaban por arreglarse bastante bien: siempre se trata de elegir entre perderlo todo o perder un poco. La gente del dinero prefiere perder un poco, como es lógico y saludable, sobre todo en los tiempos que corren.

Peor pronóstico tiene nuestra lengua propia, y no parece Feijóo dispuesto a modificar sus puntos de vista francamente anticonstitucionales y antiestatutarios. Ahora dicen o filtran desde el PP que están cazados en no sé qué promesas electorales, pero eso no es del todo cierto: los que gestionaron tales promesas con el PP dicen ahora que Feijóo los ha traicionado. Gran oportunidad para darles la razón y normalizar la situación lingüística más allá de los mitos y leyendas que el frente radical del PP y otras hierbas políticas difunde por el centro lingüístico. Pero esas cosas absurdas e injuriosas quizá vendan bien en Madrid (y no tanto ya), pero en Galicia no impiden que algún ayuntamiento del PP vote contra el decreto, o que mucha gente de ese partido proteste contra él. Esa posición ultramontana e incierta sólo le ha traído y le traerá disgustos a Feijóo, que a día de hoy aparece atado irremediablemente al frente radical de su partido. Y eso acaba por saberse, incluso en Vilariño de Conso.

El frente radical del PP se autollama "liberal". El liberalismo es una extraordinaria línea de pensamiento político, moral, económico y filosófico, al menos. Un filósofo como John Rawls, que ha arado toda su vida en ese campo fértil, enriqueciéndolo, no tiene nada que ver con Esperanza Aguirre o Jiménez Losantos, por citar a dos personas relevantes de clara adscripción conservadora o ultraconservadora que se proclaman también liberales. El liberalismo, precisamente por serlo, lucharía en lo posible por salvar nuestra lengua, y buscaría la línea más cierta para lograrlo. Los informes de la RAG y del CCG son liberales, netamente liberales. Son posibilistas y muy contenidos en el fondo de la cuestión que se debate. Son cautos y abiertos al consenso. Y la gente debe saberlo para que nadie manipule las ideas lingüísticas de los que defienden la lengua propia de su pueblo, un objetivo justo y liberal donde los haya. Y benéfico para todos.

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