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Reportaje:

La memoria de la costa

El maestro y los vecinos de San Cibrao, en Cervo, fundaron hace más de cuarenta años el primer museo público de Galicia dedicado al mar

"Somos do porto alegre, preto dos Farallóns", dice una canción popular de San Cibrao (Cervo) que aún hoy se entona en los festejos de la Maruxaina, la sirena que se adelanta a los temporales y hace perder el rumbo a los pescadores. El mar siempre estuvo presente: para los marineros, para las mujeres -que descargaban los barcos en los puertos-, y para el maestro, que lo amaba y se lo explicaba a los demás.

Ese profesor, Francisco Rivera Casás, que hoy tiene 97 años y vive con su hija en Madrid, les pidió un día a sus alumnos que recogiesen objetos del mar para traer a clase. Los niños respondieron bien, igual que los vecinos, que se implicaron pronto en la colección del maestro y donaron las herramientas que ya no usaban. Sextantes, cartas de navegación, faroles empezaron a llenar las aulas de la escuela de San Cibrao, que funcionaba desde 1931. A falta de mejores instalaciones, los pupitres hicieron muchas veces de vitrina y las conchas de la playa servían para construir mapas.

La pieza preferida de los niños es la maqueta de un famoso bergantín
Al lado del profesor Rivera Casás trabajaron muchos vecinos anónimos
Al museo siguen llegando tesoros, como el oído de una ballena

En 1969, la colección del maestro se convirtió oficialmente en museo, el primero de Galicia dedicado al mar, y el único de este tipo creado por el pueblo. Desde 2004 lo gestiona la Diputación de Lugo, pero los vecinos siguen muy presentes. Pepe Rey, uno de aquellos niños de 1969 -"estudiábamos hasta los 15 años y después ya nos íbamos al mar", recuerda- nunca se desvinculó del museo. De niño recogió conchas junto a sus compañeros y ahora, ya retirado, le obsesionan las imágenes. Lleva años recorriendo su pueblo en busca de fotos antiguas y de gente que sepa ponerles nombre a los rostros que colecciona.

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El Museo está lleno de instrumentos de navegación, de faros, nudos, de cartas náuticas. Pero la joya es El Industrial, un bergantín que nació y murió en la ría de Ribadeo, cruzó el océano cargado del azúcar de las Antillas y dejó para la memoria una tragedia local. Cipriano Pontes, vecino del lugar y patrón del barco, consiguió un trabajo mejor en Cádiz y dejó a su hermano Antonio al mando de El Industrial. Un golpe de mar en Vigo le costó la vida al nuevo patrón, y Cipriano tuvo que regresar a Galicia para hacerse cargo del barco. Hoy la maqueta de El Industrial, construida en los años 70 por el propio Cipriano, es la preferida por los niños que visitan el Museo. "Les hacemos encuestas por separado y siempre sale El Industrial", cuenta Encarnación Lago, gerente de la red de museos de la Diputación. A Encarnación le sorprende sobre todo la constancia de los vecinos con el Museo do Mar, un museo "social", como lo define la gerente. Por él trabajó, insiste, "mucha gente anónima". Algunos no desean ser nombrados como colaboradores, porque su trabajo es "totalmente desinteresado".

Al museo siguen llegando tesoros, como el oído de ballena que encontró una niña en la playa de Cubelas. En los años 60 Massó inició su actividad en el Portiño de Morás, en el vecino Xove, y la captura del cetáceo vivió una segunda época dorada. El museo guarda varios vestigios del tiempo en los que en la costa se comía carne de cachalote y se exportaba aceite de saín, que era lo que daba dinero.

Hoy del mar de San Cibrao se extrae marisco, poco más. Alcoa, la industria de aluminio, revolucionó la vida de la comarca, multiplicó la población y durante varios años situó a Xove, uno de los municipios en los que se asienta la factoría, a la cabeza de la renta per cápita de España. El mar se quedó casi sin gente, pero los recuerdos están todos en el museo.

Pepe Rey, antiguo alumno de la escuela de San Cibrao, en el Museo Provincial do Mar.
Pepe Rey, antiguo alumno de la escuela de San Cibrao, en el Museo Provincial do Mar.XOSÉ MARRA

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