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En memoria de la "gran señora de la prensa y la escritura"

A Coruña estrena un documental sobre Mari Luz Morales

"Simple y sencillamente periodista". María Luz Morales Godoy (A Coruña, 1898-1980) no quería ser recordada más que por ese oficio, pese a lo efímero que es, como ella misma decía, "poder, a través del periódico, en un sólo día, comunicarse con miles de lectores que, al cabo de tres días de silencio, nos olvidan". Tenía razón: gran figura literaria y periodística del siglo XX, pionera en un sinfín de géneros, crítica de cine, de moda y de teatro, escritora, ensayista, traductora, feminista, galleguista y republicana, a Mari Luz se la recuerda sobre todo por lo que ella rebaja a "episodio y simple acto de servicio" de su larga e intensa carrera: el haber sido durante siete meses, en plena Guerra Civil, la primera mujer (y única en la redacción) en dirigir un periódico, La Vanguardia. Tres décadas después de su muerte, aún está por recuperar y reivindicar la labor y trayectoria de un personaje clave pero casi olvidado.

Fue la primera mujer en dirigir un periódico en plena Guerra Civil
Reñía a las gallegas cultas por abandonar en casa su lengua propia

No existe una biografía completa de quien sí se preocupó de contar las vidas y trayectorias de personajes históricos, desde Julio César, Alejandro Magno, María Antonieta, Edison o Marie Curie. Apenas hay fotos y ninguna imagen filmada de quien tuvo una muy relevante relación con el cine en la primera mitad del siglo pasado. Su ingente y variada obra escrita está desperdigada en miles de artículos y libros. A nadie se le ocurrió aún recopilar un legado reivindicativo y precursor de quien decía que le era "tan necesario escribir como el respirar".

En su ciudad natal, A Coruña, en el Teatro Rosalía de Castro, la gran dama de las letras gallegas a la que ella tanto veneraba y donde la llegaron a llamar "gran señora de la prensa", se estrenará el viernes un documental de Oscar Losada y José Louzao.

Se trata de una cinta de 26 minutos con la que, a través de una sucesión de entrevistas a una docena de personas que la conocieron o estudiaron parte de su obra, se pretende aportar una pincelada más en el retrato aún sin construir de María Luz Morales.

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Era aún niña cuando se instaló con su familia en la capital catalana. Siendo universitaria de Filosofía y Letras, fue la primera mujer en pisar la biblioteca del Ateneo barcelonés. Aquel era sólo el episodio inicial de una larga lista de actividades en las que esta mujer culta y políglota fue una adelantada a su tiempo. Nunca se casó, no tuvo hijos, toda su vida fue la escritura en múltiples facetas.

Comenzó en el periodismo en el semanario El hogar y la moda. Acabaría siendo la directora en 1923 y destacaría por comentar los hábitos y estilos de vestir desde un punto de vista novedoso y sociológico. Dejó, años después, una espesa enciclopedia sobre el tema. En La Vanguardia , destacó a partir de 1924 con la sección Vida cinematográfica que firmaba bajo el seudónimo de Felipe Centeno. A la Paramount le gustaban tanto aquellas crónicas que la contrató como asesora literaria de sus películas, traductora y autora de diálogos. En 1950, publicaría, en tres tomos, la Historia ilustrada del séptimo arte.

Relevante fue también su etapa, de 1926 a 1934, como encargada de la página femenina del rotativo madrileño El Sol. Bajo el ñoño epígrafe de La mujer, el niño y el hogar, Morales escribía textos fervientemente feministas y reivindicativos, también del gallego.

Nunca dejó de lado su "alma gallega". Valga de ejemplo el pequeño artículo publicado en A Nosa Terra en 1929 en el que, bajo el título de Galega, ¡para i-escoita!, regaña a "la mujer culta de Galicia" por "abandonar" su lengua. "¿Que absurda ideia d'unha 'finura' falsa, dun aristocratismo postizo i-arbitrario te leva a desterrala da intimidade do teu fogar? ¿Acaso non sabes que poser duas lingoas propias, nosas, é o mesmo que ter duas almas?".

María Luz Morales participó en el homenaje a Manuel Luis Acuña en 1933 en Ourense, junto a Risco, Cunqueiro y Otero Pedrayo. En 1936, fue representante de la Asociación de Escritores Galegos y se movilizó por el primer Estatuto de Autonomía. Durante la guerra, fue secretaria de Mujeres Galleguistas.

Dirigió enciclopedias para la editorial Salvat, creó una, Surco, tradujo y adaptó para niños clásicos de la literatura que fueron referentes en las escuelas. Destacó con éxito en el teatro, otra de sus grandes pasiones, lo que le valió el Premio Nacional en 1965. Y en la apabullante biografía de quien podía presumir de ser amiga de García Lorca, André Malraux o Gabriela Mistral, otro rasgo relevante es su humildad, su discreción.

Nunca se vanaglorió de nada. "Los tiempos de guerra no dejaron recuerdos, sino heridas", decía para excusarse de no comentar la represión que sufrió por ser roja.

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