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Columna
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El misterio Feijóo

El líder emergente que deslumbra ante los foros más selectos de Madrid con su contundencia para explicarle a Zapatero cómo salir de la crisis, o a Rajoy cómo se ganan unas elecciones, deambula como presidente entre los adustos muros de Monte Pío sumergido en la desgracia y los reveses. Es el misterio Feijóo. Una incógnita aún sin despejar cuando ya celebramos el primer año de la Restauración Popular ¿Quién es realmente? ¿El astuto candidato que supo meter el dedo en el ojo de Touriño y Quintana o el ingenuo explosivo que convierte la fusión de las cajas en el mayor derroche de consenso de la historia de Galicia, sustituye el bilingüismo armónico de Fraga por el trilingüismo cabreado o guerrea sin ejército contra los Baltar?

Ha intentado que en la fusión de las cajas todo fuesen beneficios para él y costes para los demás

Cualquier pequeño ahorrador de cualquiera de las dos cajas le habría advertido de que si se disponía a provocar una fusión por la fuerza, era indispensable la sorpresa. No dar a los fusionados la opción de organizar la resistencia. O era una fusión relámpago o sería un lío. Pero Feijóo se tomó su tiempo mientras buscaba la piedra filosofal que le permitiera convertir la unión en un buen negocio, donde todo sumara beneficios para él y costes para el resto. Resulta bastante infantil quejarse ahora porque los demás intentan también -nunca mejor dicho- hacer caja, convocando manifestaciones, agitando a las élites locales, manejando auditorías de encargo o apelando al mismo localismo que sustenta la teoría del aldráxannos porque somos gallegos y el mundo está contra nosotros. Cuando uno se lanza a arreglar el mapa financiero pasando por encima del Banco de España y el Gobierno de Madrid, debería estar preparado para que como mínimo le interpongan un recurso. Lo asombroso es esta flagrante carencia de un Plan B. Todo parece fiarse a la estrategia del aldraxe y a negociar un peculiar intercambio de rehenes constitucionales.

Cualquier estudiante en ese sistema público de enseñanza que tanto denigra la derecha le habría augurado el desastre con un simple vistazo al borrador de bases del decreto lingüístico. Sólo un miña xoia puede confiar en el milagro de la cordialidad sobre una regulación que pone a los padres a hacer funciones propias de los profesores, a los docentes a ejercer de observadores internacionales y a los directores de los centros a operar como fuerzas de interposición en el conflicto, mientras la consellería se oferta como academia de cursos de inglés a distancia. Cuando votamos, la mayoría depositamos nuestra papeleta desde el convencimiento de que nuestro elegido se ocupara de enfrentar los problemas. Suele irritarnos bastante si los evita. Y aún más si los devuelve complicados. Y aún mucho más si, tras convertir la lengua en una cuestión de derechos humanos y bajar a Galicia a la división de los países con imposición lingüística, resulta que el presidente ha descubierto que la mayoría quiere que decida Educación y su modelo es exactamente aquel que había y funcionaba: mitad y mitad y todos contentos.

Finalmente, el episodio más conmovedor. Uno no puede sino emocionarse leyendo a Feijóo afirmar en su entrevista a EL PAÍS del pasado domingo como "tras dieciocho años, la democracia llegó al PP de Ourense para quedarse". Seguramente así sea, porque ya se encargará Baltar de contratarla para la Diputación. Cuesta decidir qué acredita más impericia. Si Feijóo esperando que olvidemos los abrazos con Baltar en campaña, seguro como parece estar de poder convencernos de casi todo si le dejamos darnos una rueda de prensa. O el suicidio de alzarse contra un astuto barón que controla con mano de hierro su provincia, sin otras armas que la altivez de los señoritos y un surtido de frases hechas sobre la política.

Al candidato habilidoso le ha sucedido un gobernante aparentemente inexperto, dotado de una inagotable pericia para meterse en los charcos creados por su propia tosquedad. Aunque a lo mejor, sólo es una impostura. Parte de una estrategia magistral que sólo saben apreciar quiénes no son gobernados directamente por su genio. Puede que nos nuble la percepción vivirlo tan de cerca. Quién sabe.

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