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Lo que los niños del rural saben y no les sirve para aprobar

Un estudio muestra la mayor tasa de abandono escolar en niños del campo

Pablo Linde

Ni siquiera el profesor sabía lo que quería decir la palabra badil. Sólo tres alumnas conocían su significado. No eran las más brillantes ni las más empollonas. Pero tenían algo en común: las tres procedían de ámbitos rurales. Y no fue una casualidad. Es muy frecuente que los estudiantes hijos de familias campesinas tengan mayor riqueza de vocabulario que quienes proceden de la ciudad. Lo ha comprobado el doctor Santiago Prado Conde quien, en una tesis doctoral, también constató la mayor tasa de abandono de los estudiantes de pueblos y aldeas. De este, entre otros problemas, se hablará entre hoy y mañana en Boimorto (A Coruña), dentro del IV Encontro de debate sobre a educación no medio rural.

Los estudiantes urbanos suelen tener un vocabulario mucho más pobre

Prado llevó a cabo su estudio en Melide, donde nació. Una de sus conclusiones es que en la escuela se desaprovechan los conocimientos que los alumnos atesoran fuera del ámbito urbano; eso tiene parte de la culpa de esas tasas de abandono. "En la escuela se suele evaluar más la comunicación escrita que la oral. Si no se sabe canalizar la riqueza de vocabulario hacia los textos, es probable que todos esos conocimientos no le sirvan de nada al niño", explica el doctor como ejemplo del desaprovechamiento de las competencias de los alumnos del rural.

En la investigación se encontró con otra anécdota significativa. Seleccionó a 70 alumnos hijos de campesinos e hizo con ellos una excursión a un instituto de ciclos formativos relacionados con el mundo agrario. "A la hora de comer estuve a solas con los profesores del centro. Me dijeron: 'Cómo se nota que has traído a los mejores'. Se quedaron muy sorprendidos cuando les dije que de los 70 sólo uno no había repetido ningún curso", explica Prado. Los que en el aula eran considerados malos estudiantes, poco atentos, desinteresados, se convirtieron en niños participativos y brillantes. "Hay que buscar la fórmula de canalizar eso", repite el doctor de la Universidad Autónoma de Barcelona.

A la vez que se lucha para potenciar las fortalezas, es necesario trabajar para contrarrestar debilidades. En una línea parecida a la de Prado, el pedagogo Xosé Ramos Rodríguez ha encontrado algunas, como la brecha digital que todavía existe entre el mundo rural y el urbano. A la hora de usar el aprendizaje por tareas -enseñar a través de actividades en vez de memorizar textos-, los niños del campo cuentan con la ventaja de tener una mayor familiaridad con lo que les rodea. Pero también necesitan acudir a fuentes de información. "Hoy por hoy, la principal es Internet, una herramienta que habitualmente disfrutan menos", explica. También asegura que es más difícil para los alumnos del campo ejecutar trabajos en grupo fuera del aula por el déficit de las comunicaciones y del transporte público.

Concienciar a los profesores rurales de las fortalezas y las debilidades de estos alumnos es una de las claves para aprovechar unas y vencer otras. Ramos afirma que la mayoría de los docentes de las escuelas rurales viven en ciudades. "Les cuesta más trabajo plantear tareas que se adapten a sus estudiantes y tienen que hacer un esfuerzo de adaptación porque no es lo que viven cotidianamente", dice.

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Muchos urbanitas pueden estar preguntándose qué significa la palabra badil. Según el diccionario de la Real Academia Española es una "paleta de hierro o de otro metal, para mover y recoger la lumbre en las chimeneas y braseros". Probablemente hay niños del campo que sí lo sabían.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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