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Columna
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Una nueva imagen

El otro día un director general opinaba que los gallegos somos pesimistas, quizá. El año pasado una ministra, para comprender tanto incendio aquí, aludía a que había mucha gente degradada por la bebida y la marginación. Más que en otros sitios. Para Aznar fuimos perros lejanos. Es como para ser pesimista. Cuando en España la gente se expresa con confianza les sale del alma esa idea tan pobre nuestra que tienen. Y para opinar sobre nosotros siempre se sienten en confianza, pues hay consenso.

Los tópicos son algo universal, pero para España Galicia es un almacén de tópicos. Ejemplo, que somos muy reaccionarios, a despecho de la evidencia de una sociedad que escapa de su propio pasado con exasperación, que desea dejar de parecerse a sí misma cuanto antes, para ser homologada de una vez como españoles "normales". Que somos atrasados, cuando en las artes o la empresa se expresa una sociedad muy creativa y moderna. No hablo de las artes, pero ¿cuántas empresas por ahí son más modernas que Inditex, Adolfo Domínguez o Zeltia?

Nuestro conservadurismo político intrínseco: en el 36 fusilaron a todo cuanto alcalde había por ser republicano; la mayoría de nuestras ciudades tuvieron estos años alcaldes de izquierda; es más el voto sumado de la izquierda que el de la derecha. Ahí está el resultado de las últimas votaciones, la autonómica y la local. Es igual, citarán a Franco. Olvidarán interesadamente a Pablo Iglesias. Citarán a Fraga. Olvidarán a Líster...

Y da igual que en Madrid gane la derecha más extremista en toda votación desde ni se sabe. Los medios de comunicación españoles, o sea madrileños, evitarán tajantemente que Madrid aparezca como una delirante ínsula Barataria de espaldas a España, o una cueva de la reacción. Siempre transmitirán una ciudad dinámica y moderna, cosa que en algún aspecto también lo es. Nuestros medios de comunicación, en cambio, aceptan la idea que tienen los otros de nosotros, asumen que esto es "provincias". Asumiendo la mirada del otro, la que nos rebaja, tampoco tienen fuerza para irradiar otra imagen nuestra, más positiva, a ese sistema de comunicación centralizado español.

Galicia es muchas cosas: incuria, atraso, incivismo, aculturación, sumisión...Tenemos defectos. Pero somos capaces de decírnoslos a nosotros mismos; cosa que pocos hacen, por cierto. A veces hasta hacernos daño. Pero Galicia también es el exilio y la emigración. El exilio, que conservó nuestra legalidad política, nuestra memoria y dignidad. La emigración, que vertió por el mundo un torrente de vitalidad de los naturales de esta tierra. Solemos abundar en el rostro de la emigración como un fracaso, pero desde el punto de vista social, colectivo, es justamente lo contrario: los gallegos triunfaron individual y colectivamente por el mundo, en su gran mayoría consiguieron la vida que aquí no podían tener.

Vivimos el comienzo de una nueva etapa histórica y t necesitamos vernos en una nueva imagen. Tenemos que construir o reconstruir la imagen de un país con gran continuo histórico: la cultura celta de los castros; el reino suevo, primer reino reconocido dentro del imperio romano; el reino cristiano del Noroeste; la derrota de nuestra nobleza y nuestra reina, dona Joana; la existencia jurídica del reino hasta el XIX; la revolución de 1846; el estatuto del 36; el Ejército Guerrillero de Galicia de Ponte y el Consello da Galiza en el exilio argentino; el antifranquismo gallego. A Aldraxe, Nunca Máis... Nuestra gente y nuestras creaciones, nuestra lengua y literatura. Nuestras tradiciones políticas, el galleguismo liberal y republicano, nuestras entidades y organizaciones sociales y políticas. Nuestro presente, nuestra voluntad. Hay vida después de Fraga y el fraguismo. Necesitamos un relato nuevo, esta vez tenemos que escribirlo aquí nosotros. Para contarnos quien somos. Y que en esa imagen, nos veamos con nuestros defectos y virtudes, pero con dignidad.

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