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Columna
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A los pies del Apóstol

Resulta una lástima que la tan aclamada gira española del Papa, Benedicto XVI on Tour 2010, no coincida con este luminoso 25 de julio que se avecina. Eso sería lo propio y lo que Dios efectivamente manda. Pero, como es sabido, la Santa Sede es quien realmente propone y dispone. Por desgracia, su actuación multitudinaria y su apretada agenda de encuentros exclusivos con fans rigurosamente seleccionados se retrasan hasta noviembre, aprovechando que ya tiene otro bolo comprometido en Barcelona. Deberemos conformarnos con Zapatero o los Príncipes, o los mismos Reyes. Presencias meritorias, pero ni por asomo tan bien conectadas con las altas instancias. Al coincidir año santo, la ofrenda no es cosa que deba dejarse al presidente de todos los gallegos, quien solo tiene asegurado ese derecho durante esos años de relleno olvidados sin pena ni gloria entre Xacobeo y Xacobeo ¿Qué le pediría Feijóo al Apóstol si le dejaran hacer la ofrenda? ¿Y qué le requeriría el Vázquez socialista, por supuesto contando con el apoyo total y absoluto de José Blanco? ¿Y qué le solicitaría el Vázquez nacionalista, por descontado bajo la guía benévola y clarificadora de Paco Rodríguez?

Feijóo le pediría a Santiago que refuerce la capacidad de los gallegos para olvidar lo prometido en campaña

Pueden apostar a que Feijóo le encargaría unas elecciones generales anticipadas que le libraran de su actual comisión de servicios en Montepío, tras aquel traslado forzoso a Galicia por el Prestige. Unos comicios adelantados que le permitieran concursar por méritos, o bien a sentarse a la derecha de un Mariano victorioso, o bien a consagrarse como su sucesor. Pero puesto que tal decisión le corresponde al taimado Zapatero y no da la impresión de estar por la labor, habría de conformase con rogarle que, a falta de elecciones, refuerce una de las virtudes de las nobles gentes de Galicia más apreciadas desde siempre por sus líderes: nuestra capacidad para olvidar, especialmente lo prometido en campaña. Que olvidemos su compromiso con los derechos civiles lingüísticos, ahora que ya se ha quitado de encima el follón de la consulta, el jaleo de de la libre elección y la millonada del inglés. Que olvidemos la bajada de impuestos y los trescientos millones en nuestros bolsillos para estimular el consumo y salir de la crisis. Que no recordemos que las cajas son del pueblo, para que puedan volver a ser de quien fueron siempre.

Pachi Vázquez le demandaría una prueba, pero no de la existencia divina, sino de la existencia de la corrupción popular. Hallar ese papel, factura, tíquet de compra, vale descuento o lo que sea que anda buscando por los cajones de San Caetano desde que lidera al socialismo. Esa evidencia que pruebe la corrupción, el caciquismo, el nepotismo y el despilfarro que oculta la democracia feijoniana bajo su lápida blanqueada. Devolverle con la misma moneda lo del audi, lo de las sillas de Méndez Romeu y Roura, lo del desencuentro eólico, lo de las peonadas de medio ambiente. Venganza es plato que se sirve frío. Y en política, seco y sin agitar.

Guillerme Vázquez solicitaría un prodigio. Que los análisis que parecen alentar la estrategia de la actual dirección nacionalista se correspondan con la realidad y el BNG vuelva al feliz desarrollismo electoral de los noventa sin cambiar o tocar nada. Entonces, el deterioro del felipismo llenaba sin esfuerzo sus redes con votos desencantados, como lo hará ahora con electores decepcionados por el Zapaterismo y su gestión de la recesión. Claro que entonces, el PSOE era el partido del paro y la corrupción y la derecha emergente aún imponía por no haber gobernado en democracia. Ahora el PSOE vuelve a ser el partido de la crisis y el paro, pero no de la corrupción. Gürtel es patrimonio de una derecha que ya ha mandado, incluso con otros nacionalistas, y no se ha comido a nadie. La historia solo se repite cuando se desconoce; o eso, o es un milagro.

Una cosa resultaría segura. Si pudieran, los tres coincidirán en una petición más o menos idéntica y común. Que pase lo que pase con la reforma del Estatuto, amigo y patrón Santiago, no sea culpa suya. Y si por cualquier casualidad lo fuera, que no se la puedan echar; o aún mejor, que se la pueda acabar endilgando a cualquiera de los otros.

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