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El poeta Carlos Oroza reaparece en un recital en Vigo

La luz se apagó y el vacío oscuro se llenó con sonidos de alta tensión emocional. Cuando apareció el poeta en escena, un haz blanco iluminó la figura solemne de Carlos Oroza (Viveiro, 1933). En la tarde del pasado martes, con motivo de un recital celebrado en el Centro Cultural Caixanova de Vigo, Oroza reapareció como lo que nunca ha dejado de ser en los versos libres de sus libros: el portador de las palabras de la tribu. Pero es en la oralidad, en su recitado intenso y salmódico, donde esa identidad genuina se revela en plenitud.

A ratos guiado por un papel, a ratos diciendo de memoria. Recortado sobre la arquitectura escénica de audiovisuales concebida para la ocasión por el artista Vilas Bugallo, Oroza se crece en la expresión performativa de sus composiciones más célebres, como Eléncar, Alicia, Malú o América (recogidas en el volumen En el norte hay un mar que es más alto que el cielo, reeditado en 2008 por la Deputación de Pontevedra).

No se prodiga en actos públicos, aunque una conjunción azarosa haya hecho coincidir dos apariciones suyas en convocatorias culturales en menos de una semana. La siguiente tendrá lugar en la medianoche del sábado próximo, cuando su recitado inaugurará la noche en blanco del Museo de Arte Contemporánea de Vigo. De Oroza ya es inseparable una leyenda que le nombra caballero andante de todos los mundos posibles, porque el modo más certero de encontrar al poeta es sorprenderlo en su caminar cotidiano por el centro de Vigo, donde reside desde los años 80. "Parece como yo y yo fuésemos dos personas que se persiguen mutuamente. Es en la evasión donde está el sentido de mi propia seguridad".

-"Por favor, ¿puede dedicarme unas palabras para mi hijo pequeño? Al niño le encanta la poesía e incluso ha escrito algo para usted", se le acercó una mujer al término del recital.

-"Pues cuídelo, porque va a sufrir mucho", respondió Oroza con una sonrisa.

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