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La precampaña del 1-M
Columna
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La precampaña promete

Las precampañas suelen ser en ocasiones más interesantes que las campañas en sí, igual que muchas veces son más emocionantes los preliminares que el desenlace. Con las campañas pasa un poco lo que advertía Philip Dormer Stanhope, cuarto conde de Chesterfield, a su hijo natural acerca del sexo: "El placer es momentáneo, el coste es exorbitante, la postura, ridícula".

Por ejemplo, el PSdeG-PSOE parece estarse vaciando en la etapa previa. Mediáticamente, la precampaña es impecable. Se basa en recordar a los electores quien manda. "O Presidente", reza el eslogan al lado de un Touriño que logra combinar una imagen de afabilidad y una seriedad numismática. "O Presidente de todos e contra ninguén", se matiza, sugiriendo un amplio abanico de mensajes subliminales. Desde "no fondo, un bo tipo" hasta "éche o que hai". En el capítulo de promesas, después de ofertas difíciles de superar o igualar como la de alcanzar en 2013 la media de riqueza por habitante de la UE, y de opas a los proyectos de los socios nacionalistas como gestionar las galescolas y apoyar la creación de un Instituto Galego de Finanzas, deben de quedar en la chistera pocos conejos que sacar en las cinco semanas que quedan hasta el 1 de marzo. Mantener el ritmo parece un esfuerzo exorbitante.

Deben de quedar en la chistera pocos conejos que sacar en lo que falta hasta el 1-M
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El BNG se apuntó al lema de "Queremos máis", de amplia raigambre en otros ámbitos nacionalistas y de gran receptividad en estos tiempos de crisis. Por lo que se ve, el trabajo gravita exclusivamente sobre los hombros de Quintana, parece que más por falta de voluntarios que por otra cosa. Afortunadamente para él y sus hombros, se ha producido el fenómeno "todos somos Anxo Quintana". El primer éxito viral made in Galicia/Galiza. Un vídeo al que con una inicial mirada desapasionada se le pueden sacar defectos varios, se ha convertido en un portento de estrategia gracias no tanto a los amores que despierta sino a los odios. Tan notable es la considerable reacción entre sus seguidores (30.000 visitas en una semana en Quin.tv), como la de sus detractores, que no han podido dejar de proclamar a voces su indignación en los papeles. En cuanto a las secuelas, a favor o en contra, no se pierdan por nada del mundo la de la escena original de Espartaco doblada (simplemente, en YouTube: Quintana + Espartaco). Mientras los nacionalistas transmutan externamente en alegría el más que probable mosqueo interno de que sus socios centren sus promesas en lo que hasta ahora eran sus áreas de gestión, quizás el "Todos somos..." sea el placer efímero que describía Sir Philip Dormer Stanhope a su vástago.

Por su parte, el PP de Galicia ha convertido en un paseo militar el proceso que a PSdeG y BNG les supuso un mal trago: las listas. La cúpula socialista ha tenido que imponer a la militancia la presencia de una conselleira, María José Caride, y la nacionalista se ha escudado en las bases para justificar la ausencia de otra, Ánxela Bugallo.

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Pero la opinión de los afiliados no es un problema que preocupe en el centro derecha. Hay tantos que hay opiniones para todos los gustos. También la cantera es innumerable: basta con ser una persona de orden. Así, mientras sus rivales no han renovado prácticamente el banquillo, Alberto Núñez Feijóo ha podido hacer unos fichajes sonados en el mercado de invierno. Pedro Arias, un anarco-neoliberal en A Coruña. Luis Carrera, un bancario de tronío en Ourense, y en Pontevedra Corina Porro, una beneficiada por el síndrome vigués de que cualquier pasado municipal fue mejor.

Los tres, además del efecto mediático, cumplen un papel que los estrategas del PPdeG consideran clave para estas elecciones: el espacio de los que se creen que el castellano agoniza y las galescolas son un problema. Arias se ha reconocido miembro de una de las asociaciones de ese ámbito (en la que probablemente es el único bilingüe), Porro no hace ahora otro discurso que ese y Carrera proviene de ese sector en donde el gallego se usa en los anuncios y en algunas sucursales de pueblo. Esa, la gallegófoba, es una porción del electorado que ronda el 8%, según varias encuestas, y no están las cosas para despreciar porcentajes que pueden ir a parar a otros.

Hablando de ellos, en los destacados espacios que los medios gallegos dedican a una fuerza sin representación alguna en Galicia, UPyD, Rosa Díez ha ejemplificado los males abstractos del idioma vernáculo en el caso concreto del fracaso escolar, un 25% de alumnos que no acaban la ESO. Ni Díez (que en su primera visita aquí vino de negro, quizás para asimilarse a lo que considera tradición regional, en lugar del rojo fucsia de su imagen corporativa) ni probablemente su público hayan reparado en el hecho de que ese porcentaje es inferior -como en Cataluña y en el País Vasco- a la media española mayoritariamente monolingüe. Ese, los que están viniendo y vendrán a pregonarnos de oídas lo que nos pasa, son los que representan el tercer inconveniente del que alertaba Lord Chesterfield.

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