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Reportaje:

Un pueblo con barrio en Zamora

Castromil, en A Mezquita, está dividido por un río entre Galicia y Castilla y León

En el barrio zamorano de Castromil "hay varios vecinos del Bloque, pero no pueden votar" a su partido. En el lugar del mapa donde Galicia y Castilla y León se funden y se confunden, todos dicen que se sienten de este lado y, por supuesto, nadie habla castellano. "La frontera real no está aquí: está en Sanabria", defienden, pero en los mapas de España, la raya aparece pintada encima del pueblo y lo divide en dos. Hay un Castromil orensano, de 12 familias, que paga impuestos en A Mezquita, y a 150 metros uno zamorano, de 70 vecinos, que salda sus cuentas con las arcas municipales de Hermisende. El accidente natural que marca el límite es el Cádavos, "un riachuelo que sólo da para beber un caballo", aunque luego, un poco más adelante, la corriente se desvía y la frontera hay que imaginársela, aunque está. Está y parte en diagonal un prado de los González, una familia formada por nacidos en la parte gallega y en la zamorana, que viven acá y conservan una casa allá. Por esta finca, la única que cae a ambos lados de la raya, tienen que abonar contribución en los dos ayuntamientos. Esto, de todas formas, no es raro por aquí. Casi todo el mundo, en Castromil, tiene tierras en la orilla de enfrente del Cádavos, y las ovejas pastan indistintamente hierba gallega y zamorana aunque, históricamente, nunca compartieron pastor. Los vecinos del Castromil de Zamora contrataban uno y los del Castromil gallego, otro diferente.

Han hecho una pista de tierra para los camiones. Es "la Circunvalación"
Se censan en la parte gallega por las ayudas de la Xunta a la ganadería

Los unos y los otros llaman "o barrio" a la otra vera. "Vou ao barrio", anuncian cada una de las veces que al día cruzan la frontera. Hay varios de la parte zamorana que están censados en la orensana porque la Xunta da mejores ayudas a la ganadería, pero para hacer las compras y para tomarse las chiquitas todos se van allá. En el Castromil de Galicia no hay servicios. Están al otro lado: la panadería, el bar La Parra, donde "el que pasa la agarra", y otros negocios que van tirando. El último en cerrar fue "O Cortinglés". "Tenía de todo".

En el Castromil gallego no quedan niños, pero en el otro hay matrimonios jóvenes, y sus hijos vienen al colegio de A Mezquita. Los de allá tienen médico en el pueblo, pero su hospital de referencia es el de Verín. Y su diócesis, desde hace unos años, es la de Ourense. Los dos barrios comparten cura, y la iglesia parroquial está en la banda de Hermisende, aunque los de aquí tienen camposanto y capilla. Una capilla con retablo de granito que es uno de los dos que existen en Galicia. Para verlo hay que dar con la llave del templo, que está escondida en una de las sepulturas.

El cura lleva las cuentas parroquiales de cada barrio por separado. Así se puede saber que los de la orilla orensana se rascan más el bolsillo cuando se trata de ayudar a las misiones: para las monjas teresianas de Abidjan, la última campaña que promovió el sacerdote, los del Castromil gallego acaban de donar entre todos 76 euros. Los del Castromil castellano no juntaron más que 45.

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Y eso que, en teoría, los de allá son más piadosos. Al menos, arrastran esa fama desde aquella vez que les cambiaron a los de acá un monte por una santa. "Es el cachondeo local. Les dimos una santa que estaba podre", bromean los de aquí, "y en recuerdo de aquello, a las tierras que nos dieron les decimos O Monte do Santán". Sin embargo, la Santa Ana, que ahora está en la iglesia del Castromil de Hermisende, "tiene su valor", asegura la zamorana Pepita Rodríguez: "Tiene valor y no está podre".

En el flanco de Zamora sigue en pie uno de los cruceiros más antiguos de Galicia. Estaba en medio de una plaza, pero un día el cura mandó echarlo a un lado para dejar paso a una pala excavadora que no lograba entrar en el pueblo. Y ahí sigue, arrinconado y casi escondido, porque nadie le da mucha importancia.

La lengua única, ya se dijo antes, es el gallego. A los de fuera les suena todo igual, pero allí aseguran que pueden percibir ciertas diferencias en el acento y una acusada tendencia al laísmo y el leísmo entre los zamoranos. "El gallego de los de Hermisende y Lubián es muy cantarín... Los llamamos lapelos porque todo el hablar se les va en decir 'la', 'le', 'li'', comentan a este lado.

Y en las costumbres también hay rasgos distintivos. Por ejemplo, los gallegos suelen hacer todo una hora antes. "Los jubilados nos levantamos a las 11 y comemos a la una y media o las dos", explican. "Ellos se despiertan a las 12 y comen a las tres". Pero en las fiestas patronales comen todos a la vez. Cada familia de allá tiene unos amigos aquí a los que llama "clientes". Van a su casa y los invitan a un banquete. Cuando la fiesta es aquí, el protocolo se repite a la inversa. El camino asfaltado que une los dos castromiles sólo está pintado en su mitad zamorana. Los camiones no pueden usarlo porque al atravesar el barrio gallego se quedan encajados con la galería de los González. Así que últimamente han hecho una pista de tierra alternativa. Es "la Circunvalación".

Vista de Castromil, con sus <i>barrios</i> orensano (al fondo) y zamorano, en el límite geográfico entre A Mezquita y Hermisende.
Vista de Castromil, con sus barrios orensano (al fondo) y zamorano, en el límite geográfico entre A Mezquita y Hermisende.DIEGO LEMOS

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