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Reportaje:

El renacer de Man

Tras un lustro de abandono, se reaviva el interés por el alemán de Camelle

Manfred Gnädinger, "el alemán de Camelle", fue testarudo hasta en su muerte. Se dejó morir de tristeza para no hacerlo de espanto el Día de los Santos Inocentes del año 2002. Entregó su cuerpo a la marea negra del Prestige: la misma que había arrasado su casa, su museo, y la obra de toda una vida. Dicen algunas ancianas de la villa que, de noche y también algunos días, aún puede verse su espectro de rebelde, paseando cabizbajo, con las manos en las sienes. Sea verdad o no, ese dixomedíxome colectivo, lo cierto es que su espíritu ha seguido flotando en Camelle a lo largo de este lustro en que la desidia de todas las autoridades (Concello de Camariñas, Xunta y Gobierno de España) sumada a la ignorancia de los bárbaros dieron al traste con lo que quedaba de sus obras; y también que un grupo de "amigos de Man", gallegos y foráneos, célebres y anónimos, se movilizó para rescatar su memoria del chapapote del olvido.

"La verdadera vida de Man se sabrá cuando muera", decía de sí mismo
Camariñas edificará A Casa do Alemán para alojar lo que queda de su obra

Los frutos de esa movilización empiezan a verse ahora que el Gobierno central, heredero del legado de Man, ha cedido al Concello de Camariñas la gestión de su museo y sus bienes artísticos (absorbiendo, eso sí, vía Hacienda, los 120.000 euros que Gnädinger dejó para restaurar y proteger sus obras). El nuevo alcalde socialista, Manuel Valeriano Alonso, se decidió a tomar las riendas de un proyecto que sólo puede atraer turistas y beneficios a la Costa da Morte.

Dos hechos van a evidenciar el sábado 17, coincidiendo con el quinto aniversario del desastre, el renacer de Man. Ese día tendrá lugar el I Encontro Man de Camelle, en el que participan algunas de las personas que a lo largo de estos años reivindicaron la vida, obra, ética y arte de un hombre que sigue sorprendiendo desde el más allá. Gente con afán de implicarse como Suso de Toro, el arquitecto Juan Creus, el profesor Antón Sobral o el técnico de cultura de la Diputación de A Coruña Felipe Senén. El encuentro tiene por objetivo reivindicar la figura de ese artista marginal y automarginado, y aportar ideas que ayuden a reconvertir esa punta del fin de la tierra en lo que otrora fue: un gran foco solar.

El primer paso se ha dado: construir e inaugurar A Casa do Alemán, el centro cultural de Camelle que, en principio alojará la Fundación Man con los manuscritos, cartas, cuadros y dibujos que se conservan. El segundo está por dar, y será el objetivo de esa reunión: qué hacer con las ruínas de Man. Si restaurar su viejo museo a la manera "canónica" dejando únicamente lo que se salvó del desastre y de los vándalos, o reconstruirlo para que quede como estaba en su cénit -a partir del numeroso material fotográfico que existe sobre él y de la memoria de quienes lo frecuentaron.

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Ese mismo día, la TVG emitirá el primer documental que se realiza sobre Gnädinger. Una obra de Bernardo Cequera, director venezolano afincado en Alemania, que visitó los lugares donde transcurrió la infancia y la adolescencia de Man, entrevistando a sus familiares y amigos de "aquella otra vida". El documental arroja un poco de luz sobre el enigmático pasado de Manfred. Gracias a él, ahora sabemos que no nació exactamente en Radofzell, sino en Böhringen, otro pueblecito de la Selva Negra; que su familia era la más rica de la parroquia; que de niño era tímido y tartamudeaba; que la muerte de su madre y la pésima relación con su madrastra le llevó a "enrarecerse" aún más hasta granjearse fama de loco; que dejó de estudiar, marchó a Suiza y trabajó en la Casa Keller como repostero, oficio con el que ganó varios premios; que anduvo por Italia errando hasta que un día de 1961 le pidió a su hermano que lo llevara a la carretera para hacer autostop y "recorrer mundo".

El documental no sólo no desvela todos los misterios relativos a Man sino que aporta enigmas nuevos. Muestra cuadros que pintó en su juventud, influido por la pintura simbolista. Pero ¿cómo es posible que el joven pastelero poseyera ya el dominio técnico que se aprecia en esas obras sin haber tenido contacto con las Bellas Artes? ¿Fue autodidacta o estudió en alguna academia, con algún profesor cuando visitó Italia? Lo mismo puede decirse de sus diarios -algunos traducidos en el documental-, pues sus aforismos revelan una profundidad y un lirismo propios de los románticos alemanes.

De sí mismo solía decir: "La verdadera vida de Man se sabrá cuando muera". Esa hora está sonando y, de momento, parece que el escultor eremita gana la batalla que emprendió después de muerto contra la ineptitud y el desdén. Manfred, el franciscano libertario, parece dispuesto a renacer de la negrura. ¿En qué o en quién irá a reencarnarse esta vez, él, que se creía la reencarnación de Van Gogh?

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