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Reportaje:

El sabor de la carne sin castrar

Conciertos y debates en el 13º aniversario del concierto fundacional del bravú

Xurxo Souto lo definió en dos características: "Distorsión y lengua gallega". Antes, en la mesa redonda que centraba los actos de tarde del festival Castañazo Rock, en Chantada el pasado sábado, había ofrecido una explicación historicista del resbaladizo concepto "rock bravú". "En los 70 llegaron las televisiones a la aldea; en los 80, las lavadoras; y en los 90 las guitarras eléctricas", afirmó. El debate, que la periodista Belén Regueira situó como "la coartada intelectual del festival", precedió a una noche de conciertos en la que Os Rastreros, la banda punk de Chantada, se reunían por primera y única vez en diez años.

Han pasado 13 años desde el primer Castañazo Rock. "Es una efeméride extraña; debe de ser la primera vez que se celebra el 13º aniversario de algo", dijo divertida Belén Regueira. Los tiempos también han cambiado. Aquellos veinteañeros que, en la remota parrillada El caballero de Viana, se juntaron en torno al Manifesto Bravú -"bravú es el sabor de la carne del animal de monte, sin castrar", explicó Souto-, rozan hoy la cuarentena y se dan homenajes a sí mismos. Al menos esa fue la percepción del actor Carlos Blanco, que durante la presentación del disco 120 capadores, en el que 23 grupos actuales homenajean a Os Diplomáticos de Monte-Alto, preguntó en voz alta: "¿Por qué está Xurxo Souto en un disco de homenaje a Xurxo Souto?".

Identificación del gallego con la vanguardia en una música propia

El rock bravú nunca evitó la polémica. Para el periodista Xosé Manuel Pereiro, que fuera líder de la mítica banda Radio Océano a comienzos de los 80 y más tarde dirigió la revista Bravú, "el movimiento afectó a todos, a los grupos que se integraron en él y los que se colocaron en oposición".

Xurxo Souto, en la actualidad director de programas de la radio pública gallega, ponía el ejemplo de los monfortinos Yellow Pixoliñas. "Los Pixoliñas ya tenían un disco grabado, era un poco los papás del asunto, pero cuando llegaron a Chantada, en el Castañazo del 94", relata Souto, "les salieron al paso los Skornabois y les llamaron vendidos por cantar en castellano: una banda menos para el bravú". A pesar de que en la actualidad el bravú puede parecer la cara amable de la música en gallego, su gestación y primeros tiempos tienen que ver más bien con la confrontación, estética y generacional, de raíz punk.

La periodista María Yáñez, que se encargó durante el año 2001 de poner en marcha el portal bravu.net, expuso al respecto su conocida teoría en Chantada: "Era una época aburrida, y de repente llegaron Nirvana, Quentin Tarantino y Os Diplomáticos de Monte-Alto". Para Pereiro, "el bravú era autenticidad en una era de plástico". Yáñez habló del "discurso musical propio" con introducción de instrumentos tradicionales en el rock y Souto aseguró que ""se consiguió identificar el gallego con la vanguardia, como en Os Resentidos, en un país antiguo que se acaba y que choca con una modernidad de ferragancho; de esa colisión se desprende una energía maravillosa".

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La jornada se cerró por la noche con cinco bandas -Zënzar, Os tres trebóns, Os Cuchufellos, Ruxe Ruxe y Motor Perkins- haciendo retumbar la uralita del mercado ganadero de Chantada. El éxtasis lo marcaron los chantadinos Os Rastreros, diez años después de la última vez y sin su bajista original, fallecido hace unos meses, ante casi 2.000 incondicionales. Carlos Blanco apenas exageró: "Ya puedo decir que vi a The Clash en París... y a Os Rastreros en Chantada".

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