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Reportaje:

El 'silencio' de los anarquistas

"En épocas como la actual, este sindicato atrae a la gente", dicen en la CNT, que cumple un siglo - "Lo único que no cuadraba en 1977 éramos nosotros"

"No es ningún orgullo para la mujer tener una ministra de Defensa". "A la UGT le dieron 50 o 60 veces más dinero, y no hablamos sólo de devolución del patrimonio sindical". "A veces parece que fue el PCE quien paró el Golpe, y en Galicia que sólo murieron galleguistas y escritores. Lo dijo Haro Tecglen: 'A mi padre no lo mataron. Intelectuales mataron, pero no a muchos".

Hablan, en la sede de la CNT-AIT en A Coruña -barrio de Montealto-, el historiador Eliseo Fernández, Suso García, Víctor Fernández, Rosa Bassave y Alberte de Esteban, O Roxo, todos en la sección galaica de la Confederación Nacional del Trabajo. Camino en diciembre de su X Congreso, el centenario de la ceneté -se constituyó el 1 de noviembre de 1910 en el Círculo de Bellas Artes barcelonés- como marca histórica es difícil de abarcar. Los actos, con escaso reflejo mediático, se concentraron en el primer trimestre del año. "Conviene tener cuidado con el espectáculo", ironiza el betanceiro García. "Cuando el alcalde Francisco Vázquez inauguró la calle José Villaverde -el carpintero paseado tras negarse a formar en el sindicalismo vertical es una de las figuras del anarquismo gallego-, aquí vino hasta la banda de música a tocar el himno nacional".

La afiliación repunta desde los oficios más descubiertos
"Ahora veremos si sirve el sindicalismo heredado de la Transición"
"Demostramos que se puede hacer más fuera de la ñoñez del nacionalismo"

Tradicionalmente rescatados por los historiadores anglosajones -a excepción del autor de Falange, Stanley G. Payne, habitual en foros conservadores-, la excusa oficial para el olvido de los libertarios, al menos en el mapa sindical, era la representatividad. Había más de un millón de cenetistas en 1936 -12.000 en A Coruña, 75.000 habitantes entonces-, pero la caída en las cifras desde 1979, cuando se oficializa la escisión de la CGT, que sí participa en las elecciones sindicales, fue devastadora. La cuestión es delicada. Hoy -dicen- la afiliación repunta desde los oficios más descubiertos con huelgas "efectivas", como la de Mercadona en 2007.

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"La caída masiva en la afiliación se debió más a la represión que al famoso desencanto", remarca Rosa Bassave. El papel del sindicato sin liberados como víctima de la Transición, tantas veces mencionado, es uno de los factores. Cierta idea de pureza análoga a la atomización de la idea, otro. Para Alberte de Esteban, "las cartas ya estaban repartidas". "Lo único que no cuadraba era un sindicato con todavía 300.000 afiliados en 1977 y contrario a los Pactos de la Moncloa. PCE y PSOE negociaron tener un sindicalismo único y lo consiguieron, la depuración del sistema electoral hizo el resto". La frase de época, entre otras, se atribuye a Martín Villa (UCD), entonces en el Ministerio del Interior: "Con vosotros

[UGT y CCOO] lo que queráis, pero a Federica [Montseny, una de las cuatro carteras anarquistas en el Gobierno de Largo Caballero] no quiero ni verla".

En Galicia, la situación era parecida. En 1904, el centro de la Federación de Sociedades Obreras de la Región Española, embrión de la Confederación Nacional del Trabajo, estaba en A Coruña. La mayor parte de los 4.000 obreros adheridos a ella habían tomado parte en la huelga general de mayo de 1901, saldada con estado de guerra y ocho muertos a golpe de máuser. "Todos los movimientos que cuajaron antes del sindicato, de sociedades obreras a ateneos libertarios, estaban integrados", sigue O Roxo. "Ésa era su fuerza en Galicia".

La conversación, en orden cronológico no estricto desde los impulsos libertarios de Antolín Faraldo y Vicente Risco -lector de Max Stirner- llega a los movimientos sociales y la actualidad de los mercados. "En épocas como ésta, con la segunda generación de precarios, la CNT tiene algo que atrae a la gente", arguye Suso García. "Es la demostración de que se puede hacer más fuera de la ñoñez del nacionalismo". "Hicieron creer a los obreros que podían vivir como burgueses, y eso se acabó", señala Víctor Fernández, camarero en Pontevedra. Apartados del insurreccionalismo -las banderas negras en Grecia son otro tema-, abrir secciones sindicales en las empresas, según sostienen, es "una gota, pero con los pies bien puestos".

El historiador Eliseo Fernández -que prepara con Dionisio Pereira y Víctor Oia una historia revisada del anarquismo gallego- opina, a toro pasado, de los recortes sociales y la manifestación convocada para el 2 de junio por las centrales mayoritarias. El desafío organizado a la autoridad está difícil: "Ahora que vienen mal dadas es cuando vamos a comprobar si el sindicalismo heredado de la Transición sirve para defendernos".

Alberte de Esteban, Suso García, Víctor Fernández, Rosa Bassave y Eliseo Fernández, a las puertas de la antigua cárcel de A Coruña.
Alberte de Esteban, Suso García, Víctor Fernández, Rosa Bassave y Eliseo Fernández, a las puertas de la antigua cárcel de A Coruña.GABRIEL TIZÓN

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