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"La trampa en los registros era fácil"

Los archivos de las Diputaciones conservan los expedientes de adopción firmados en Galicia en el último siglo, aunque muchos están incompletos

Entre las decenas de miles de documentos que custodian los archivos provinciales -protocolos notariales, registros de la propiedad o memorias de asociaciones y empresas- hay una información vital para quienes buscan el rastro de sus padres biológicos. Alrededor de un millar de expedientes, provenientes de casas cuna e instituciones de beneficiencia, son las únicas pistas de las que hijos adoptados desde los años 50 pueden valerse para conocer en qué circunstancias se produjo su nacimiento. Los expedientes y solicitudes de adopción, así como la correspondencia privada entre los padres y las monjas de los orfanatos revelan el trato personal con el que se hacían los trámites.

"Hasta los años 80 los expedientes tienen lagunas, porque no había un buen control y era fácil hacer la trampa", reconoce Rosa Canto, que lleva casi 30 años al frente del archivo de la Diputación de Lugo. El "desorden" que se encontró al llegar a la institución todavía aflora cuando un ciudadano intenta localizar algún dato de su madre biológica. Los archiveros van descubriendo las irregularidades a medida que atienden las solicitudes de los adoptados. Una de las últimas, la de una chica de Barcelona que al pedir su expediente de adopción, con la única pista de que había nacido en Lugo, se encontró con "un documento sin firmar, con tachaduras y cortado por arriba". La aleatoriedad de los datos que se conservan -en algunos casos el nombre de la madre, en otros apenas la fecha de nacimiento- complica la búsqueda de los afectados, "aunque también sirve para tener una primera pista". La consulta de los legajos es básica porque buena parte de los trámites burocráticos de las décadas de los cuarenta a los setenta son ahora fondos de la Diputación. Entre la documentación valiosa del archivo están las fichas de ingreso e historias clínicas de parturientas del Hospital San José y los expedientes emitidos por la casa cuna gestionada por la congregación francesa Santo Ángel de la Guardia. Ambas instituciones, especialmente la segunda, eran de paso obligado para los niños que posteriormente serían dados en adopción.

En A Coruña se conservan 570 documentos de entre 1938 y 1988
Algunos adoptados sin registrar podrían deberse a 'apropiaciones'

Encontrar un expediente incompleto, sin firma o sin la información suficiente para iniciar una búsqueda fructífera, puede ser señal de algún tipo de irregularidad, pero la ausencia de datos no es un indicio menor, aunque conduce la investigación a un callejón sin salida. Francisco Javier Alejos, director del Archivo de la Diputación de Ourense, ya se ha encontrado con algún caso de este tipo, como el de una señora llegada de Valencia con el único dato de que su madre biológica la había traído al mundo en el Hospital de Ourense. Pero en el archivo no hay ni rastro de su paso por la clínica ni por el Hogar Infantil de la ciudad, el encargado hasta la década de los ochenta de recoger a los expósitos y tramitar las adopciones. "Que no haya pasado por la casa cuna es raro. En casos como este pudo haber un apaño, como el de inscribir al niño como hijo biológica de los padres adoptivos, y ahí no queda nada. No son adopciones legales, ese es el problema", explica Alejos. Que una persona que se sabe adoptada no conste en ningún lugar como tal suele ser el primer indicio de lo que se conoce como apropiación: el niño aparece registrado como nacido de sus padres adoptivos para borrar cualquier rastro de los biológicos y, en muchos casos, esconderle el pasado al afectado. "Hay gente que se ha enterado de su adopción revisando papeles tras la muerte de sus padres", cuenta Paz, una funcionaria del Archivo de la Diputación de A Coruña.

Los 570 expedientes de adopciones tramitadas entre 1938 y 1988 a través de casas cuna e instituciones benéficas de Santiago, Ferrol y A Coruña muestran también cómo con el paso de los años el control sobre los trámites y, por consiguiente, sobre los datos, fue aumentando. "A más tiempo, menos información", resume Paz, una funcionaria de la institución. De la casa cuna de A Coruña -hoy cerrada, aunque funcionó hasta 2007 como centro de acogida- se conservan desde los propios expedientes de adopción a las fichas de entrada de los bebés, que en algunas ocasiones eran dejados en el torno del edificio con una carta de renuncia de la madre. "Las hay verdaderamente demoledoras", describe la trabajadora. Pero no siempre existe un documento de renuncia y tampoco es fiable el nombre que dejaban las madres, en muchos casos falsos. A veces el que justificaba la imposibilidad de atender al pequeño era un familiar de la madre o incluso un sacerdote. "Entre los solicitantes funcionaba la recomendación", explican desde el archivo de A Coruña.

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En el de la Diputación de Pontevedra hay datos desde las décadas finales del siglo XIX, incluso los sueldos que cobraban las nodrizas que amamantaban a los huerfános y que en ocasiones los prohijaban. La provincia gallega que más denuncias acumula por presuntas adopciones irregulares, seis hasta ahora, conserva incluso los informes de entrada en los orfanatos de niños de la emigración, dejados por la ausencia de sus padres o las dificultades económicas de sus parientes. En la mayoría de los casos no eran niños abandonados, aunque algunos eran dados en adopción "si la madre se desentendía", dice una trabajadora.

Aunque las fiscalías provinciales estudian las primeras denuncias interpuestas en Galicia por supuestos casos de adopciones irregulares, los archiveros aseguran que, por ahora, no han aumentado las solicitudes de datos. "La gente ya venía antes de todo esto", asegura Canto.

Valencia, destino preferente

En los archivos de las cuatro diputaciones se conserva la correspondencia que las religiosas de las casas cuna -hasta hace tres décadas la Iglesia monopolizaba la prestación de servicios sociales- intercambiaban con los padres adoptivos de los pequeños que salían de la institución. Son sobre todo cartas y fotos con las que mostraban "que el niño estaba siendo bien cuidado", explica Rosa Canto. También aparecen certificados de buena conducta -la moral pública era imprescindible- y los testimonios de sacerdotes, parientes o vecinos que "acreditan" la valía de los padres. "Los criterios eran otros, a lo mejor no tenían mala intención, pero hoy serían contrarios a la ley. Antes de adquirir los poderes provinciales, esto debió de ser una coña", sentencia Canto.

Los papeles de los archivos permiten saber también adónde iban a parar los niños dados en adopción. Pocas veces se quedaban en la misma ciudad en la que eran abandonados -se intentaba alejarlos lo más posible de sus orígenes- y así lo prueban los expedientes. A Canto siempre la llamó mucho la atención la cantidad de expedientes de adopción de Lugo a Valencia. Lo mismo repiten en el archivos de la Diputación de A Coruña. Y en el de Ourense también hay casos. La preferencia por esta ciudad podría deberse a las sedes de las congregaciones, que contaban con varios hogares infantiles repartidos por toda España en contacto permanente y que probablemente realizaban trámites conjuntos. La casa cuna Santa Isabel de Vigo, por ejemplo -uno de los primeros denunciantes gallegos, Eduardo Castro, fue adoptado en este hogar- tiene sede en Valencia.

Otra cosa es el acceso a los datos de los archivos. Si los solicita el afectado -la persona adoptada- es más fácil, pero si los que acuden a buscar información son terceros debe pasar un tiempo mínimo de 50 años, a menos que demuestren parentesco o justifiquen una necesidad de acceder a los informes. Los familiares de los niños perdidos en el Hospital Provincial de Pontevedra ya han presentando ante la Diputación un escrito en el que piden acceder al listado del personal de la unidad de neonatos del centro durante los años 60.

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