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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Alex Higgins, el 'Huracán' del billar

Fue el campeón del mundo de 'snooker' más joven del momento, con 22 años

La biografía de Alex Huracán Higgins (Belfast, 1949-2010), la leyenda norirlandesa del snooker, tiene todos los ingredientes de la de una superestrella. Megalómano, excéntrico, alcohólico y genial, Alex Higgins, el hombre que sacó al billar de los sótanos de Irlanda, fue encontrado muerto en su modesto piso de Belfast el pasado 24 de julio. Padecía cáncer de garganta desde hacía una década. Nunca dejó de fumar ni de beber. Él entendía así la vida; frenética, intensa, como un huracán.

Higgins se ganó su apodo cuando a los 11 años pisó por primera vez un club de snooker en Belfast. El juego de las bolas rojas fascinó al joven Alex que, por entonces, soñaba con que su enjuta anatomía le permitiese convertirse en un afamado jockey. Pero un tal Trevor, como él mismo relató muchos años más tarde, le invitó un día a unirse a una de las partidas del club y Higgins sorprendió con un estilo huracanado y enérgico, con rápidos movimientos alrededor de la mesa y golpes sobre el tapete. A partir de entonces nació su pasión por un juego al que le dedicaba cuatro horas al día después de la escuela. Al principio sufragado por la generosidad de su madre, una empleada de limpieza, y luego por sus propias ganancias. Desde entonces nunca dejaría de jugar por dinero. Once años más tarde, en 1972, se convirtió en el campeón del mundo más joven del momento, con 22 años, en su primera participación en el torneo. En los dos mundiales que siguieron al de su primera victoria fue expulsado por conducta inapropiada y por acusar al árbitro de trucar una partida. En 1990, cuando anunció su retirada, dijo que el snooker era el juego más corrupto del mundo. Los camareros del local aseguraron que llevaba 27 vodkas en el cuerpo.

La década de los setenta y el principio de los ochenta fueron los años de su máximo esplendor como jugador, aunque el dinero y la fama que le dio la retransmisión de sus partidas por televisión le pusieron cerca demasiadas tentaciones. Pero ahí estaba su juego de vanguardia que encandilaba a millones de personas frente al televisor, que le aclamaban como a un héroe. "Higgins inventó un nuevo estilo de juego que echaba por tierra los modos defensivos y académicos del resto de jugadores", reconoce Eamonn Lowney, delegado de snooker de la Federación Española de Billar. "En los libros lo primero que te enseñan es que hay que embocar la bola en una posición firme y él levantaba la cabeza cuando iba a tirar. Era un milagro que pudiera ganar jugando así. La gente o le amaba o le odiaba". Lowney, irlandés, tuvo la oportunidad de enfrentarse hace 10 años a Higgins y todavía recuerda la expectación que levantaba el Huracán, pese a estar ya en sus años más bajos.

El inicio de su decadencia lo marcó su sanción en 1986, cuatro años más tarde de ganar su segundo título mundial, por dar un cabezazo a uno de los jueces del Open británico cuando este le requirió para pasar un análisis por consumo de estupefacientes. La federación le castigó 10 meses sin jugar y nunca logró reengancharse al mismo nivel. "¿Podrá vivir el snooker sin mí?", se defendió ante las autoridades. Por entonces, su carrera autodestructiva ya le había llevado a intentar suicidarse en dos ocasiones y su afición a las apuestas y los excesos amenazaban con arrebatarle su casa de Cheshire. Al final, no pudo conservar sus propiedades ni la compañía de sus dos mujeres y sus dos hijos.

El enfant terrible del billar siempre tuvo enfrente a un jugador que le recordó cómo se hacían las cosas antes de que el Huracán revolucionara las bolas. Su rivalidad con Steve Davis, conocido como "el hombre de hielo" por su inexpresividad en el juego, se prolongó durante toda su carrera. Davis le ganó 24 de las 28 partidas que disputaron entre 1981 y 1989, pero ambos supieron siempre quién era el mejor de los dos. "Higgins es el único genio que he encontrado en este juego", reconoció Davis tras su retirada. Nadie dijo que la vida de los genios fuera fácil.

Alex Higgins, durante una partida en 1984.
Alex Higgins, durante una partida en 1984.GETTY IMAGES

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