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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Suso Mariátegui, el arte del entusiasmo

El tenor Jesús Mariátegui (Las Palmas de Gran Canaria, 1941), era pura alegría y no llamaba o escribía si no era para compartir las buenas noticias o comentar con pasión las malas, con su humor como medicina. Por eso eligió cantar, porque estaba convencido de que la música es una forma de vivir la vida con mayor intensidad. Pudo haber elegido otros caminos para desarrollar su arte, narrando con el ingenio que narraba la experiencia vivida o reinventada, interpretando al otro con sus aciertos paródicos o analizando con su mirada crítica películas y libros. Optó por el canto: el bálsamo poético de quien nunca fue ajeno a la emoción. No obstante, ni en la ópera o la música de cámara, ni en otros espacios de la vida en los que se relacionó con los demás, queda solo como el recuerdo de una buena voz inteligentemente empleada, sino como encarnación de la alegría que nos cuesta dar por apagada.

Repartía luz

Quienes conocieran a aquel espabilado estudiante de Derecho de los años traviesos de la Universidad de La Laguna o su entusiasmo de los años oscuros en los que repartía luz, saben que aquel joven Suso fue hasta el final, también en los entramados de la ópera y su vanidades (veáse su libro formidable La jungla de la ópera) el mismo joven Suso. Luchó por ello en gimnasios y se cuidó la salud, engañó al tiempo jugando con la edad, pero con los 70 años a la vuelta de la esquina, murió, el 21 de mayo, muy joven. Y no solo por su apariencia juvenil, sino porque su alegría de vivir le impidió envejecer.

Si se añade su empeño en desvivirse por los otros, tan generoso, se entenderá su gusto por la enseñanza, su entrega a los demás de lo mucho que sabía, ya en libro (106 reflexiones sobre la voz y el canto), ya en clases. Hace poco bajó el telón de su carrera para contemplar el mundo desde su playa de Las Canteras. Desde allí me llamó hace poco para reírnos sobre algo que acababa de contar yo en la radio. Pero cuando un infarto acaba de repente con una vida, la muerte por sorpresa provoca, además de dolor, desconcierto. Y si arrasa a una criatura llena de entusiasmo, uno tarda más en aceptarla. Y ahora, al lado de su querido Edelmiro Arnaltes, su larga y amorosa compañía, la muerte sorprendió a Suso con un regalo: evitarle ver en el espejo el rostro de un anciano en el que él, tan coqueto, habría renunciado a reconocerse.

Fernando Delgado es escritor y periodista canario.

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