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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Rafael de Penagos, poeta y actor de doblaje

Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1964

Las voces televisivas del Sherlock Holmes, del señor Ropper, de Cervantes en El Quijote de La Mancha, del cardenal Richelieu en D'Artacán y los tres Mosqueperros, de Stan Laurel en El Gordo y el Flaco o de Charlie Hume en Lou Grant mostraron la versatilidad y el buen hacer como actor de doblaje de Rafael de Penagos, fallecido ayer, 25 de febrero, en el hospital Gregorio Marañón de Madrid, a los 87 años.

La versatilidad era uno de los rasgos principales de su carácter, como subrayó ayer su compañero de profesión como director y actor de doblaje, "y amigo desde hace 55 años", José Ángel de Juanes. Porque, además de tener buena voz en su garganta, Penagos tenía una buena voz literaria. "Ha sido uno de los mejores en el soneto español de los últimos años", dijo De Juanes.

Nacido en Madrid en 1924, hijo del pintor e ilustrador de su mismo nombre, un maestro del modernismo español cuya memoria su hijo se dedicó a recuperar, Penagos publicó 15 libros de poesía. En el año 1964, obtuvo el Premio Nacional de Literatura.

Contrato con la Metro

Su contacto con el doblaje comenzó en Barcelona, a principios de los años cuarenta, donde se trasladó la familia cuando el padre obtuvo una plaza como catedrático de Dibujo. "Allí, Félix de Pomés me dijo que tenía buena voz y me consiguió una prueba en los estudios La Voz de España", recordaba Penagos en octubre de 2008, en una entrevista para la revista de la Asociación de Dobladores de Madrid (Adoma). "Siempre recordaré a doña Marta Fábregas, que era la directora, diciéndome: 'Mire usted, ¿es que no ve la labial?'. Y yo ahí no veía nada, pero fui aprendiendo, y al poco tiempo me contrataron en la Metro Goldwin Mayer".

Poco después, en 1947, viajó a Chile porque "en la España de la dictadura había poco que dibujar", y dejó el doblaje para incorporar la palabra escrita. En Chile escribió en varios periódicos y revistas. Poco después marchó a Argentina, donde publicó sus dos primeros libros de poemas, Sonetos del buen amor y Memoria de mis días.

"Era amigo personal de grandes de la poesía como Pablo Neruda, Juan Ramón Jiménez y Rafael Alberti", subrayó José Ángel de Juanes. En su biblioteca, de más de 9.000 volúmenes, "atesoraba primeros escritos de la generación del 27 autografiados por los autores", continuó. "Todos tuvieron la generosidad de condecorarme con su amistad", dijo Penagos en aquella entrevista.

En el estudio "era un trabajador magnífico, muy amable y divertido, como director o como actor", describió De Juanes. "Le gustaba usar la palabra 'entrañable', yo creo que ésa es la que mejor le define. Deja un gran vacío".

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