Ricardo Legorreta, arquitecto contra los tópicos

El arquitecto Ricardo Legorreta (México, 1931), considerado el más destacado exportador de la arquitectura contemporánea mexicana, falleció el 30 de diciembre a los ochenta años, víctima de un cáncer de páncreas. Legorreta obtuvo a lo largo de su dilatada carrera numerosos reconocimientos y premios: entre otras importantes distinciones, fue el único latinoamericano distinguido con la medalla de oro del Instituto de Arquitectos de EE UU; también recibió el premio nacional de Bellas Artes del Gobierno de México y, pocas semanas antes de morir, los príncipes de Japón le entregaron el premio Imperiale, cuya dotación destinó en parte a los damnificados por el último tsunami nipón y en parte al equipo de su despacho, que le apoyó toda la vida.

Legorreta se graduó en la Universidad Nacional de México en 1952 y su obra se desarrolló a partir de la comprensión de los valores de la arquitectura tradicional mexicana. Trabajó con José Villagrán, quien le infundió el rigor profesional y, tras fundar su propio despacho, recibió el encargo del hotel Camino Real. Su primera obra supuso una divisoria de aguas en la arquitectura mexicana. Rompió en ella con todos los preceptos de la época, que seguían los planteamientos importados de Estados Unidos. En lugar de proyectar un hotel vertical, apostó por la extensión horizontal alrededor de patios; en lugar de la eficacia funcional, se decantó por la espectacularidad formal y sustituyó los suntuosos materiales propios de un hotel de lujo por el lujo del espacio.

Logró traducir las influencias de Mathías Goeritz y sobre todo de Luís Barragán en lo que el arquitecto, historiador y analista de la arquitectura Kenneth Frampton denominó regionalismo crítico, que en su caso se expresó por el rescate de tipologías y elementos coloniales y populares, como los patios y los arcos, destacando por el uso intensivo de los colores en sus edificios. La relación con artistas como Vicente Rojo o Francisco Toledo y con arquitectos como Charles Correa o Aldo Rossi, marcaron una trayectoria profesional que siempre tuvo como referentes las tipologías coloniales y la atemporalidad de las formas primarias de Louis Kahn.

Si bien su carrera fue siempre exitosa, la etapa más prolífica se centra en los primeros años noventa: el Museo MARCO en Monterrey (1991), el Museo del Niño en la ciudad de México (1993), la biblioteca central de Monterrey (1994), la biblioteca central de San Antonio, en Tejas (1995) y, sobre todo, el Centro Nacional de las Artes en la ciudad de México son parte de su titánica producción. Durante ese período creativo, consiguió fundir su escenográfica arquitectura con la grandeur neocapitalista. Su obra se reparte entre EE UU, Japón, Brasil, Egipto y otros países. En España firmó las viviendas sociales de Parque Europa, en Madrid, y el hotel Sheraton de Bilbao. Con su hijo Víctor y Richard Rogers proyectó la sede del Banco BBVA Bancomer en la capital mexicana, la próxima atalaya de la metrópolis.