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Necrológica:
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Wislawa Szymborska, sonrisa y agonía en la poesía

La escritora polaca obtuvo el Nobel de Literatura en 1996 por su "irónica precisión" al retratar la realidad humana

Javier Rodríguez Marcos

Los que se preguntan para qué sirve el premio Nobel encontraron una respuesta en octubre de 1996. Ese año el secretario de la Academia Sueca nombró a una poeta polaca cuyo apellido todavía estamos aprendiendo a pronunciar: Wislawa Szymborska. Los que suelen dudar del olfato de los académicos de Estocolmo tuvieron que darles la razón cuando leyeron a una autora cuya poesía está hecha de una mezcla de emoción e ironía, metafísica y cotidianidad: "Lee a Jaspers y revistas de mujeres", escribió en un poema. Un ejemplo: "Alma se tiene a veces. / Nadie la posee sin pausa / y para siempre. / Día tras día, / año tras año / pueden transcurrir sin ella. / A veces solo en el arrobo / y los miedos de la infancia / anida por más tiempo. / A veces nada más en el asombro / de haber envejecido".

En su obra, que cabe entera en 300 páginas, rehuyó toda grandilocuencia

"El poeta de hoy es escéptico e incluso desconfiado", dijo en su discurso de recepción del galardón, uno de los más breves e irónicos que se recuerdan. "Cuando escribo siempre tengo la sensación de que alguien está detrás de mí haciendo muecas. Por eso huyo, todo lo que puedo, de las grandes palabras", afirmó también una escritora cuyos versos están llenos de paréntesis que contradicen, retocan y matizan cada una de los términos que va anotando. El resultado es una obra memorable que cabe entera en un tomo de 300 páginas. Cualquier lector la puede encontrar cumplidamente traducida al español en las editoriales Igitur, Hiperión, Alfabia y Lumen. Patxi López, por ejemplo, leyó su poema Nada dos veces en su toma de posesión como lehendakari.

Wislawa Szymborska, un verdadero mito en Polonia, nació el 2 de julio de 1923 en Bnin (Kórnik), cerca de Poznan, pero la mayor parte de su vida transcurrió en Cracovia. Allí pasó sus últimos años, recluida en un piso sin lujo alguno y con aires de vivienda de protección oficial pero en el que nunca faltaban ni los bombones ni el brandy. En él recibía a sus amigos, a sus traductores y a periodistas a los que preguntaba ella para evitar tener que ponerse demasiado seria.

Autora de una decena de libros de poemas, Szymborska repudió los dos que publicó antes de 1957 por demasiado apegados al realismo socialista. A partir de esa fecha -y en títulos como El gran número, Fin y principio, Instante o Aquí, el último que publicó, de 2009- su voz cambió poco. En los últimos años, además, autorizó la traducción de las agudas y desternillantes notas de lecturas que publicó durante 30 años en la prensa polaca y en las que un día hablaba del Mío Cid y otro de un libro sobre jardinería. Ella, que siempre dudaba de todo y cuya expresión favorita era "no sé", nunca las consideró "prosa seria". Y eso que respondían a un viejo aviso suyo: "Solo las preguntas un poco ingenuas son verdaderamente profundas".

Wislawa Szymborska, en 1998.
Wislawa Szymborska, en 1998.CORDON PRESS

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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