Al profesor e intelectual Enrique Curiel
Llego a España después de algún tiempo y una noticia me recibe produciéndome un gran dolor: mi maestro y amigo Enrique Curiel murió hace unos días devorado por un cáncer.
Recuerdo sus clases de verbo tranquilo pero de ideas encendidas que iban prendiendo en sus alumnos, en nosotros, el apego por el análisis crítico, la inclinación por el materialismo histórico, el recurso al conocimiento dialéctico como método; en resumen: el amor por la política como ciencia.
Con él bebimos del estudio de los clásicos marxistas, de Lenin, Rosa Luxemburgo hasta Trotski, pasando por los "renegados" Kautsky y Bujarin. Antonio Gramsci era unos de sus favoritos; él mismo era un ejemplo del intelectual orgánico gramsciano, pero nunca supeditado a los aparatos de los dos partidos políticos en los que militó: uno, el PCE, que le partió el alma con su versión más "obrerista", y el otro, el PSOE, que le recogió en el exilio, cuando se encontraba a vueltas enredado en sus contradicciones entre la lucha de clases de su "O" de obrero y su "P" de partido de las clases medias. Era un intelectual, no de partido, no de "aparato", más bien, un científico crítico con toda estructura predeterminada.
Cuando dictaba clase era común encontrar su gesto adusto -poco dado a una complicidad fingida con alumnos y camaradas- en la crítica al socialismo real frente al socialismo en libertad que tantos eurocomunistas y socialistas democráticos reclamaban frente a Moscú o frente a superestructuras partidistas de cualquier tipo, en ese y en otros momentos posteriores del tan traído y llevado movimiento obrero.
Recuerdo su forma parsimoniosa al entrar en el aula ese curso de 1980, muy similar a ese otro en el que dictó sus clases sentado en un flotador por causa del disparo que le propinó un policía en el trasero, en una manifestación por las libertades y derechos que tantos deseábamos para esa España que, dejando atrás la noche del franquismo, se abría a un mundo entre muchas indecisiones y con paso inseguro.
Enrique murió con la discreción, sobriedad y honestidad con la que vivió toda su vida, coherente con sus creencias, valores e ideas, por encima de facciones, de carnets y de siglas partidistas, siempre partidarias.
Gustavo Palomares es presidente del Instituto de Altos Estudios Europeos (IAEE).
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