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Columna
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Agujero

David Trueba

En el patio del colegio todos los niños corren detrás de la pelota; aún no entienden que hay juego también en otros espacios del campo. En ocasiones las televisiones parecen como niños corriendo tras el balón. En la debacle de Spanair no ha habido telediario que no se apostara en las terminales para retratar el desconsuelo de los pasajeros abandonados a su suerte. Una vez más, el negocio aéreo se supera a sí mismo en desprecio por el consumidor, pero después de tres días, es necesario pedirle algo más a la información.

Nadie sabe del todo a estas alturas por qué el cierre de una aerolínea no puede ser ejecutado de modo razonable. Con un par de días al menos para cubrir los desplazamientos más urgentes e informar a los usuarios de una manera menos estridente que en la ventanilla del aeropuerto. Es la última humillación a los trabajadores de la compañía, los menos culpables, que tienen que lidiar con la indignación y la rabia de los pasajeros, cuyo ultraje aumenta a medida que las televisiones los representan como únicas víctimas. Los ejecutivos permanecen siempre a resguardo, ofreciendo declaraciones medidas, comunicados higiénicos y proponiendo números de información telefónica, que es como enviar a un paciente de urgencias a consultar en la enciclopedia médica a ver si soluciona las dolencias.

En este caso, el agujero informativo es aún más grave porque las administraciones públicas han sido parte interesada y ahora, supuestamente, parte indignada. Parece que podrían multarse a sí mismas. Lo que nadie explica es si los dirigentes de estas empresas subvencionadas tenían límites salariales o responsabilidades añadidas o tan solo contratos blindados y planes de pensiones. Tampoco sabemos si la conexión aérea entre las islas forma parte del interés general y por lo tanto estamos ante otra consecuencia del desastre de la gerencia privada de las necesidades básicas de un país. Es más, no sabemos nada. Porque la televisión se recrea en los pasajeros durmiendo en el suelo, en el desamparo y la rabia. Pero si no llegas al origen y a las causas del agujero contable de una compañía con más de 20.000 billetes vendidos este fin de semana es como mostrar el cadáver como única explicación de un crimen.

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